Como sucedió durante el macrismo, a partir de la llegada de Javier Milei a la presidencia, la ciencia y la tecnología local vuelve a estar en alerta. Más allá de que la producción de conocimiento también se realiza en diversas instituciones, el Conicet suele ubicarse como el epicentro de las disputas. Si se replicara el presupuesto de 2023 en 2024, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas solo podría funcionar hasta junio, un futuro similar al que le espera a las universidades nacionales y al conjunto de la administración pública. Frente a esta situación, diferentes espacios se organizan y se movilizan junto a las diferentes centrales obreras con el objetivo de llevar adelante los reclamos de siempre en escenarios neoliberales: el reconocimiento de los derechos laborales de becarios, garantizar los próximos ingresos a la carrera y conseguir un refuerzo presupuestario que vaya a tono con la inflación galopante. En el medio, las redes sociales: nuevamente Conicet fue tendencia y los investigadores salen a defender con las herramientas que tienen a mano su trabajo en la arena digital.

“Nuestro país necesita tener gente formada en distintas áreas del conocimiento y el Conicet es central. Si los problemas son nuestros, las soluciones no se pueden comprar de afuera. Al mismo tiempo, la formación de personas capaces de responder a las necesidades son las que emprenden la creación de empresas de base tecnológica que permiten transferir conocimiento y soluciones a la sociedad”, señala a Página 12 la viróloga del Conicet Andrea Gamarnik.

Daniel Salamone, el veterinario que estará a cargo del Conicet, se reunió con las autoridades de cada área para realizar un relevamiento de las necesidades y repetir la fórmula que proviene desde la Casa Rosada y todos los funcionarios formulan en cascada: “No hay plata”. Así, todo indica que la institución deberá sobrevivir con el mismo presupuesto que en 2023, a partir de la realización de los gastos mínimos e indispensables para poder garantizar el funcionamiento básico. También quedan en el limbo temas sin resolución: el llamado a nuevas convocatorias a becas e ingresos a Carrera, así como también, quedarán en stand by las nuevas promociones a nuevas jerarquías. Con estas consignas se movilizaron desde organizaciones como Jóvenes Científicos Precarizados y ATE Conicet a Tribunales durante la tarde del miércoles.

“En los países desarrollados, la innovación tecnológica está financiada por los Estados. En nuestro caso, Argentina tiene el desafío de sostener un plan estratégico de ciencia y técnica. En este sentido, a diferencia de las máquinas que se compran y listo, lo crucial del proceso son los recursos humanos, cuya formación demanda mucho tiempo”, advierte Gamarnik. Y continúa con un ejemplo: “Una persona experta en enfermedades infecciosas requiere, al menos 10 años de formación. Por eso, si se desfinancia al Conicet y los profesionales se van del país, se tiran por la borda décadas de inversión”.

Más allá de la movilización de los científicos y científicas en las calles, la discusión también adquiere temperatura en las redes sociales. Gamarnik, precisamente, fue una de las que enumeró los logros que el Conicet lideró en el último tiempo. Se trata de avances sustantivos en agrobiotecnología, en una terapia para atrofia muscular espinal, el descubrimiento de dinosaurios emblemáticos, la creación de la primera planta sudamericana para fabricar baterías de litio, el desarrollo de anticuerpos para inmunoterapias contra el cáncer, la primera vacuna contra covid y la creación de la empresa Galtec que diseñará estrategias para combatir el cáncer.

Galtec fue una de las grandes noticias de este 2023 y el gran protagonista es el científico del Conicet Gabriel Rabinovich. Ante la consulta de Página 12, apunta: “Lo que más me preocupa es la situación de los jóvenes, de los becarios que están esperando con una ilusión enorme los resultados de sus becas. Pibes y pibas que, incluso, apostaron al país retornando desde el exterior y están esperando su ingreso a la Carrera”. Después observa: “Ahora todo es impredecible. Es sumamente peligroso dejar en el camino una enorme cantidad de proyectos de alta calidad. Hay muchísima ciencia construida con un esfuerzo titánico de muchísimos años; sería imperdonable que deje de ser una política de Estado”.

En las universidades también

En las universidades nacionales mantienen conversaciones similares con la secretaría de Educación que depende del Ministerio de Capital Humano y está a cargo de Carlos Torrendell, escoltado por Alejandro Álvarez, subsecretario de Políticas Universitarias. En este caso, el Consejo Interuniversitario Nacional que agrupa a los rectores y rectoras de todas las casas de estudio solicitó un presupuesto para el año que viene que ronda 2.5 billones de pesos, cuando el de este año fue de 750 mil millones de pesos. Debe tenerse en cuenta que la inflación en 2024, de acuerdo a las estimaciones, podría rondar el 300 por ciento.

Aunque todavía no se conversó en torno a la política de vouchers o el arancelamiento, la tónica parece ser la asfixia presupuestaria. Las universidades ya palpitan problemas para sostener sus comedores, impulsar nuevas becas, mantener en pie la investigación y pagar salarios al personal. Tanto en el caso del Conicet como en las universidades, las autoridades designadas por Milei siguen el mismo patrón: toman nota de los reclamos de sus interlocutores y ante el pedido expreso de explicitar cuáles serán los planes del gobierno para el futuro presupuestario responden que “de eso se encargará Economía”.

Mientras tanto, las universidades ya notifican a sus empleados: pagarán los salarios a término, siempre y cuando las sucesivas órdenes de pago a la Tesorería General de la Nación se concreten en tiempo y forma.

Distinto gobierno, mismo modelo

De la misma manera que sucedió durante el macrismo, tanto la comunidad científica como universitaria se pone en guardia. El problema, como siempre, es de fondo y en el fondo está el modelo de país que se proyecta. Por un lado, un esquema que reivindica la producción nacional de conocimiento científico y que apuesta por un camino de soberanía a través del trabajo de investigadores y docentes; y por otro, uno que plantea que las universidades y la ciencia representan un gasto más que una inversión, y que las necesidades del país se pueden resolver con respuestas que provengan de afuera.

El gobierno de Javier Milei ya dio sobradas señales de que se inclina por lo segundo, al manifestar en días recientes las ansias por el desembarco de Starlink, la compañía que presta servicios de internet satelital, cuyo propietario es Elon Musk. De hecho, el magnate dueño de Tesla y de la red social X podría comprar a su competidora local: Arsat. 

No contento con ello, en diálogo con Mirtha Legrand, el presidente confesó que Musk está interesado en el litio. Por ello, cuando –en medio de la campaña– el libertario planteaba la necesidad de que Argentina volviera a ser el país que fue a comienzos de siglo XX, lo decía con total convicción: regalar la soberanía, vía el modelo agroexportador que, en pleno siglo XXI y a contramano de lo que sostiene, imposibilitará al país salir del subdesarrollo.

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