“Al repetir continuamente nombres como Dior o Balenciaga, creamos una historia de la moda donde los ‘padres’ y ‘maestros’ acaparan la conversación, mientras se deja caer del canon a las ‘madres’ de la industria”, señala la experta fashionista Karen Van Godtsenhoven, más que dispuesta a corregir este sesgo vía Women Dressing Women, muestra que ha curado y que actualmente se exhibe en el Metropolitan Museum (Met) de Nueva York.
Vitoreada por la prensa especializada, se trata de una mega apuesta que presenta prendas de más de 70 diseñadoras clave -de principios del siglo XX hasta la actualidad- que hicieron contribuciones valiosas al mundillo de la indumentaria. Curiosamente, es la primera vez que el Met monta una exposición destinada a honrar el trabajo de modistas, y el momento no podría ser más oportuno, tal cual destacan medios como el Washington Post y el New York Times...
Como advierten estos rotativos, todavía está fresco el anuncio del grupo Kering, que el pasado octubre designó a Seán McGirr como director creativo de la marca Alexander McQueen, en reemplazo de la brit Sarah Burton -que había logrado dar nuevo esplendor a la maison tras la muerte de su fundador-. Con el nombramiento del joven irlandés, todo el portfolio de lujo de este conglomerado de moda (de los principales del mundo, que incluye a potencias como Gucci, Balenciaga, Saint Laurent, Bottega Veneta) queda bajo la supervisión de varones. “¿Dónde están las diseñadoras en una industria que atiende, en gran medida, a mujeres?”, pudo leerse en numerosos medios y cuentas de redes sociales, de cara a ésta y otras novedades que le siguieron en rápida sucesión; por ejemplo, que firmas como Moschino, Tod’s y Rochas pusieran a hombres en sus puestos más altos.
En este contexto, Women Dressing Women cobra especial relevancia al examinar con amplitud de criterio el legado de creadoras -algunas célebres, otras casi olvidadas-, abarcando tradición y vanguardia, alta costura y prêt-à-porter. Una suerte que se haya demorado: originalmente estaba previsto que inaugurara en 2020 para coincidir con el centenario del sufragio femenino en los Estados Unidos, pero la pandemia demoró el calendario de exposiciones del museo. Una suerte, además, que hayan decidido cubrir un siglo de confecciones, y no solo limitarse al periodo de entreguerras, como inicialmente tenían pensado.
Así lo revela Mellissa Huber, la otra curadora de la exhibición, que reconoce sentir especial interés por los años 20s y 30s por tratarse de “un momento único en el que las mujeres superaban en número a los varones como líderes creativos de la moda, además de ocurrir cambios radicales en la vestimenta, de una modernidad -hasta entonces- inusitada. Son fechas marcadas por la belleza, la artesanía y las técnicas textiles novedosas”. Su colega Van Godtsenhoven, por su parte, recuerda que “la moda fue una de las primeras industrias donde las mujeres pudieron abrirse camino y establecer carreras prósperas y estables”.
La muestra -que permanecerá abierta hasta el 3 de marzo de 2024- comienza con una selección de fotografías en blanco y negro, proyectadas en bucle, de modistas y costureras anónimas en talleres, para ya luego avanzar cronológicamente en el siglo XX, con diseñadoras que forjan un prestigio en una industria cada vez más competitiva. Algunas no necesitan introducción: la virtuosa Elsa Schiaparelli, artista surrealista e inventora del rosa shocking, dice presente con una chaqueta de terciopelo azul tachonada de "estrellas"; Coco Chanel, con un vestido de tul negro salpicado de lentejuelas que recuerdan a fuegos artificiales; Madeleine Vionnet, con un vestido de seda color chocolate, bordado con hilo dorado…
Aún así, nunca está de más rememorar a Vionnet, gran dama de la alta costura de la primera mitad del XX, distinguida por su asombroso dominio del corte al bies y del arte del drapeado, que ayudó a liberar la silueta femenina. Tan sensible a la elegancia como al confort de las mujeres, la vanguardista y laboriosa diseñadora francesa atraería a clientas como Greta Garbo, Marlene Dietrich, Joan Crawford y Katharine Hepburn, además de volverse influencia duradera para firmas venideras; Balenciaga, Alaïa y Yamamoto, entre ellas. MV fue además precursora en la lucha contra el plagio, tomando recaudos para que se reconociera la autoría de sus prendas. Y pionera también en garantizar a sus costureras dignas condiciones laborales, aún sin ser obligatorias por ley, como vacaciones pagas, licencias por maternidad, cobertura médica, incluso educación financiera.
Madame Grès, Jeanne Lanvin, Ana de Pombo, Diane von Fürstenberg, Tory Burch, Miuccia Prada, Iris van Herpen, Rei Kawakubo: otros nombres de ayer y hoy con los que el público posiblemente esté familiarizado y que figuran -con piezas imperdibles- en la larga lista de Women Dressing Women. Una lista que, asimismo, hace justicia con ilustres prácticamente desconocidas…
Tal es el caso de Anne Cole Lowe (1898-1981), diseñadora de alta costura que, en sus días, vistió a varias generaciones de familias ricas en Estados Unidos; los Rockefeller y los du Pont, por ejemplo. El icónico traje de bodas -con escote retrato y falda voluminosa- que llevó Jackie Bouvier de camino al altar en septiembre del ’53, cuando se casó con John F. Kennedy, es obra de esta talentosa modista afrodescendiente. Selectiva con su clientela, Lowe había nacido en un pueblo rural de Alabama, aprendido costura de su madre y abuela, para especializarse luego en -clases segregadas de- la Taylor Design School, en Nueva York, donde más tarde abriría su boutique, muy visitada por la crème norteamericana. A pesar de todo, devino secreto a voces: sus clientes no solían acreditarla por sus creaciones, algo que hoy día se interpreta como un gesto discriminador, racista. Un delicado vestido blanco de su autoría, con aplicaciones de rosas bordadas, ocupa un lugar destacado en Women Dressing Women.
A pasos de esta prenda, una obra emblemática, tenida por hito de la historia de la moda: el vestido Delphos, de seda finamente plisada y aires griegos, creado en 1909. Sus formas sencillas la convirtieron, según explica revista Vogue, “en un auténtico símbolo de la liberación femenina del corsé y otros elementos constrictores, volviéndose una pieza de culto que llevaban las mujeres de la alta sociedad de la época y contaba con las alabanzas de grandes escritores como Marcel Proust”. “Fielmente antiguo, pero marcadamente original”, dijo el escritor de En busca del tiempo perdido sobre esta prenda inspirada en el chitón de la Auriga, escultura griega descubierta en Delfos a fines del XIX.
Pensado para usarse sin ropa interior -sugerencia cuanto menos escandalosa a principios del siglo XX-, el vestido Delphos fue un éxito instantáneo, cimentando la fama de su autor, el español Mariano Fortuny, pintor, escultor, fotógrafo, escenógrafo y artista textil que -entre otras cosas- creó la lámpara Fortuny, otro clásico atemporal. Acorde a Women Dressing Women, sin embargo, el vestido Delphos -además de ciertas innovaciones en el teñido de las telas y el desarrollo de pigmentos, que se le asignan- habrían sido imaginadas y materializadas por Fortuny ¡en conjunto! con Henriette Negrin, su esposa y estrecha colaboradora.
“El plisado característico de Fortuny dialoga con el origami textil de Comme des Garçons”, señala Van Godtsenhoven, citando apenas una de las tantas conversaciones silenciosas que suceden entre indumentarias de diversas épocas. “Hay un hilo conductor en Women Dressing Women que conecta a diferentes generaciones de mujeres profesionales y que revela cómo las posteriores han construido y ampliado el legado de sus predecesoras”, añade la curadora, que menciona otro mérito de la exposición: hacer añicos el perenne y ridículo prejuicio “de que los varones son más originales y disruptivos al momento de diseñar ropa, y las mujeres, más prácticas y menos imaginativas”.
“La Generación Z se sentirá especialmente atraída por la historia de la modista Elizabeth Hawes, muy popular en la década del 30, que criticó duramente los excesos de la industria y fue una activista adelantada que abogó por la indumentaria sin género”, aporta The Guardian sobre otra figura rescatada por la exposición, cuya obra -según la citada publicación- conversa con el trabajo de la treintañera Hillary Taymour, detrás de la actual línea de ropa ecológica Collina Strada, celebrada por su espíritu inclusivo y lúdico.