A veces basta una mención y ciertos hechos (de un pasado reciente) actualizan su reverberación, como sucede con El Caso Natalia Fraticelli, serie de cuatro episodios, con dirección y guión de Federico Rathge, que Canal Encuentro estrena hoy a las 22. Ya el primer capítulo –“Infierno grande”– permite apreciar la inmensa investigación de Rathge, junto a entrevistados y material de archivo, conducentes al hecho que tuvo en vilo a la ciudad de Rufino -y a la prensa del país- en mayo de 2000, cuando la hija adolescente del juez penal Carlos Fraticelli apareciera muerta en su propia casa.

“Mi viejo era médico psiquiatra en Rosario, y ofició de perito de parte para la defensa de Graciela Dieser (madre de Natalia), para el equipo que lideró Héctor Superti, luego ministro de Justicia. Ese equipo trabajó ad honorem y no había otra manera, Graciela era un ama de casa a la que habían encarcelado. Trabajaron con mucho compromiso, y me encontré con un gabinete en el que me llamó la atención lo extenso y vasto de lo investigado, no sabía que había sido un trabajo tan arduo. Me contacté con Superti, me compartió el alegato, enorme, y me dio acceso a Judiciales, donde me encontré con un metro cúbico de fojas para leer”, explica Federico Rathge a Rosario/12.

El director y guionista Federico Rathge.

“En principio fue un arduo laburo de investigación, de lectura; después pasé a hacer entrevistas, previas al rodaje; y armé un guión, que Milagros Alarcón de Físico Cine presentó en la convocatoria Renacer Audiovisual, donde ganó. Eso nos permitió los fondos para poder rodarlo, pero antes hubo un período de investigación más inmersiva en Rufino y Venado Tuerto, donde me entrevisté con gente del Poder Judicial, periodistas y rufinenses. Una vez que tuve todas las piezas, me puse a pensar cómo ordenarlo y contar esta historia, para que se sostenga la atención y de alguna manera entretenga, dando cuenta de todos los ribetes, que son muchísimos”, continúa el realizador.

Entre las aristas que abordar, Rathge puso su atención en las siguientes: “Por un lado está el trabajo de la prensa y en cómo operó sobre el caso; por otro lado, está el frente judicial y el derrumbe del sistema penal; después, cómo supuestos buenos vecinos y amigos le dieron letra a los primeros jueces que fallaron en contra, todo muy endeble, citados con rango probatorio de una manera increíble. Fue como la tormenta perfecta. Reutemann estaba con el miedo de que esto se constituyera en el caso María Soledad y pidió celeridad, efectivamente pasó eso: a los cuatro días Graciela estaba encarcelada. Después estaban los policías que investigaban, pero que al misio tiempo estaban siendo investigados por Carlos Fraticelli, único juez penal de esa región. Carlos había asumido en el ‘99, meses antes de que muriese su hija. En ese ínterin, había empezado a investigar a los cabarets, los piratas del asfalto y a los policías, los mismos que después lo investigaron, y que probablemente hayan condicionado y direccionado la investigación en su contra. Y está la historia de Graciela, no recuerdo otra tan terrible. Era una gran madre, que había entregado su vida por su hija, era su bebé adorado y se le muere, se le suicida; y la señalan de filicida en ese contexto de pueblo chico-infierno grande. Se comió seis años de prisión siendo inocente. Me da la sensación de que ella esperó a que la justicia la absuelva, la limpie, y una vez sucedido, se mató; según las cartas que dejó, diciendo que estaba cansada y que quería volver a encontrarse con su hija en el más allá, según su fe”.

-De casos así siempre queda un sedimento con el que hay que lidiar; destaco tu trabajo, al recordar y aclarar qué sucedió realmente.

-En los documentales puede o no haber una intención, pero en este caso la hay, y es un poco la de desarmar el imaginario colectivo que se armó, erróneamente, a propósito del caso. Si hoy preguntás sobre el caso Fraticelli, 9 de 10 te contestan equivocadamente acerca de cómo terminó y qué es lo que pasó. Algo que sigue operando como un foco de acoso constante para Franco (hermano de Natalia) y para Carlos. En Buenos Aires se estrenó el año pasado una obra de teatro en donde a Carlos se lo ubica no solo como filicida sino como femicida; ahí la directora no tuvo ganas de investigar, porque en términos judiciales no hay duda. El prejuicio sigue acosándolos. También a la memoria de Graciela, a quien se deshonra constantemente. Ningún medio audiovisual lo trabajó bien; por lo menos en lo que relevé, que no fue poco. En 2020, en un programa de televisión con (Ricardo) Canaletti se reponía el zócalo “¿Quién mató a Natalia?”, que fue el catalizador de todo, porque nadie se preguntó cómo murió. Judicialmente, no hay duda de qué pasó.

-Me fascina José Brugos, el productor televisivo que guarda montañas desordenadas de archivos VHS con el archivo de Rufino.

-Son tres hermanos españoles, adorables. Ellos solos han filmado, al ponchazo, la vida de Rufino, y la tienen ahí, ordenada caóticamente, en un acervo espectacular. En el transcurrir del documental, él iba encontrando nuevas cositas y me las pasaba. Fue el principal material de archivo de la serie, porque al de Buenos Aires nos lo vendían a precios imposibles; el único que nos pasó un precio razonable fue Crónica.

-Durante el trabajo, ¿descubriste algo en particular, que te aportara una luz especial?

-Me da la sensación de que, estratégicamente, Superti decidió no poner de relieve la trama policial; y tampoco desarrolló tanto, aunque sí pero no tan profundamente, el móvil del suicidio. En esos dos frentes encontré novedades. Por ejemplo, los dos policías que investigan, (Jorge) Villalba y (Eduardo) Pighín, terminan en cana por complicidad con bandas delictivas de la zona. Es notable que esos dos tipos, que condicionaron la investigación, terminaran en cana justamente por las cosas por las cuales los acusaba Fraticelli. Y en relación al móvil del suicidio de Natalia, el miedo de las chicas que no quisieron hablar en ese contexto, que señalaba a la familia como los autores del homicidio. Ahí lo que pasó es que Natalia estaba enamorada platónicamente de un chico, se carteó con este pibe pero en realidad las cartas era falsas, fueron escritas por unas pibas, haciendo bullying. Ella se entera de esto, y de que el chico no la registraba, la misma noche del suicido, cuando la humillan en la puerta de una fiesta donde estaba el pibe y ella quería entrar. La echan, vuelve a la casa y se toma las veintitantas pastillas. Por esa razón rompe esas cartas y las deja tiradas, eso lo descubre el propio Superti. En torno a esta cuestión del móvil, que no está tan desarrollado en el alegato de defensa, encontré detalles que me sorprendieron y que están expuestos en el capítulo 4.

El Caso Natalia Fraticelli cuenta con guión y dirección de Federico Rathge, producción ejecutiva de Milagros Alarcón, producción de Marianela Mennelli, dirección de fotografía de Lucas Pérez, sonido de Jimena Cháves, música de Iván Tarabelli, y montaje de Verónica Rossi. “Es importante que el Estado, a través de Renacer Audiovisual (programa del Ministerio de Cultura de la Nación y Contenidos Públicos S. E.), respalde este tipo de producciones. Hay algo que dice Daniel Erbetta en el documental: éste es un leading case, un caso testigo, que se estudia en las facultades de todo el país, porque nos permite pensar nuestro sistema de justicia y pensarnos como sociedad. Sueño que al documental lo vea todo Rufino, algo probable, y que se desarme este imaginario y este prejuicio. Carlos (Fraticelli), con quien tengo buen trato, me decía: ‘Ojalá que esto cambie la perspectiva a la mitad de los rufinenses’”, agrega el realizador.