“Con esta escalada de los precios, va a ser muy difícil la continuidad de los planes de producción agroalimentaria en los grandes cordones periurbanos” define Miguel Gómez, quien hasta el 10 de diciembre conducía el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, y de la Pesca Artesanal (Inafci).
Dicho organismo otorga entidad a quienes producen más del 60 por ciento de los alimentos que se consumen en la Argentina. Con el cambio de gobierno, pasan a depender del Ministerio de Capital Humano: “vuelven a verlo como un sujeto al que hay que asistir y ayudar”, señala Gómez, sin considerar su aporte agroalimentario.
Los agricultores familiares no entran en la categoría de pequeños productores. No tienen escala si no se asume la producción colectiva. Pero tienen diversidad, están en todo el país y desarrollan no solo los cordones periurbanos que abastecen a las grandes ciudades, también el arraigo en sus lugares de origen evitando las migraciones masivas a las urbes.
--¿Cuáles son los desafíos para el sector en los tiempos que se vienen?
--Poder acceder a los alimentos, abaratar costos de producción y trabajar en la construcción de precios, porque lamentablemente los insumos para la producción de alimentos están dolarizados. Tanto los insumos como los alquileres de la tierra, dos insumos básicos de la agricultura familiar, se están encareciendo a un ritmo frenético. La mayoría de los productores de los cordones hortícolas alquilan la tierra. Y se va a encarecer la producción y va a crecer el precio de los alimentos para la canasta de los argentinos. Se vienen tiempos complejos para todos y difíciles para las organizaciones, que tenemos que generar acceso a los alimentos que se producen en todo el territorio.
--¿En los cordones hortícolas es donde se concentra la Agricultura Familiar?
--Los grandes cordones hortícolas que abastecen a las ciudades concentran gran parte de nuestro sector. Pero también están en los campos, y van a sufrir el avance de la frontera agropecuaria, si bien estos productores se mantienen en sus territorios, si no hay un Estado presente va a ser difícil que no lleguen a las ciudades. El 7 por ciento de nuestra población está en el campo, el 92 por ciento en las ciudades, tenemos que buscar que los agricultores familiares puedan quedarse en los territorios y que estos dejan de estar en pocas manos, porque esto también profundiza el cambio climático.
--¿Creen que el Ministerio de Capital Humano puede generar políticas para la AF?
--Estamos preocupados por la ausencia de políticas de agricultura familiar en este gobierno, ya que todavía no ha designado a quien estará a cargo del Instituto. Por decreto, el Instituto sigue siendo autónomo y autárquico, pero pasó a Capital Humano, un horror porque se desconoce su capacidad productiva: la agricultura familiar representa el 70 por ciento de todas las verduras que se consumen en el país. Nos preocupa que esté en Capital Humano, porque no es un espacio donde se hable de producción.
--¿La Secretaría de Bioeconomía podría ser su lugar de funcionamiento?
--Si, porque se ocupa de la cuestión productiva. Y si bien el Instituto al ser autónomo no depende de la ministra (Sandra Pettovello), está bajo su tutela y de eso depende su presupuesto y sus políticas. Estamos buscando la interlocución con Bioeconomía siguiendo la propuesta de la ONU, votada por 196 países, que busca cumplir objetivos de desarrollo sostenible para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta. El primero es la lucha contra el hambre, el segundo el cuidado del ambiente. Esperamos que esta gestión tome estas propuestas que son estratégicas tanto en producción de alimentos como en el cuidado del ambiente y porque los productores de la agricultura familiar son quienes cuidan los territorios, junto con los pescadores artesanales.
--¿Cuál es el proceso que llevó a considerar a la agricultura familiar como un sector productivo en la Argentina, a la manera del Brasil o de Francia?
--El proceso se dio en los últimos años y tiene que ver con el reconocimiento al sector, pero empezó en los ‘90, con el Programa Social Agropecuario. Además, luego del conflicto con el campo, hubo un cambio. En 2011, la política vio a un sector que resistía en el territorio, eran los hijos del Grito de Alcorta, hijos de las Ligas Agrarias. Ahí se crea la Secretaría de Agricultura Familiar. Luego vimos la oportunidad de jerarquizarlo y se creó el Instituto, autónomo y autárquico, y con incidencia público y privada. Pero hoy quedó trunco, queremos que siga de pie y cumpla con lo que tiene que cumplir que es fortalecer la producción de alimentos en manos de los campesinos que cuidan el medio de producción, a lo largo y ancho del país. Porque si seguimos concentrando, no habrá política que soporte a la gran cantidad de gente que se va a amontonar en las ciudades.
--La producción de alimentos se posiciona cada vez más como algo estratégico, ¿qué papel tiene la Agricultura Familiar?
--Hay una discusión en el mundo sobre construir un sistema agroalimentario y cuidar el espacio donde vivimos, por eso nos convoca el papa Francisco "a cuidar la casa común", el espacio donde se produce el alimento para todos. Este sector tiene mucho para dar, y ojala se vea, y se sostenga en este tiempo que viene, que por las medidas que ya se tomaron va a ser muy difícil para todos y todas. Pero hay que resistir y no bajar los brazos. Latinoamérica es el tercer reservorio mundial de agua, los bienes naturales que tiene nuestro continente son preciados en el mundo. Tengamos claro que se perdió una batalla, que hoy la derecha vuelve a gobernar nuestro país, y nos vuelve a llevar a los años ‘90 donde la agricultura familiar era un sujeto de atención de políticas sociales. Por eso hoy, fiel a su estilo, pone al Instituto en el Ministerio de Capital Humano pensando que solo lo tiene que asistir, no viéndolo como un sector estratégico.