En su campaña, Javier Milei repitió hasta el hartazgo que la Argentina debía retomar un pasado glorioso, aquél que según él la encontrara a finales del siglo XIX. En su discurso inaugural definió a la Argentina como “el faro de la luz de Occidente”, que duró hasta que la dirigencia yrigoyenista y posteriormente peronista abandonó el modelo que nos había hechos ricos…
Varias veces en esta columna hemos refutado tales afirmaciones. Para no ser reiterativos citamos “Milei inventa un pasado de Vacas Gordas porque su plan es un futuro de salarios flacos” y “Por qué es falso el mito de que la Argentina fue una potencia hace 100 años”.
Muy sintéticamente, Milei toma como fuente los trabajos de investigación de Angus Madison (1926-2010), quien destaca que en 1895 Argentina tenía el PBI per cápita más alto del mundo. Llega a tales conclusiones sin datos oficiales, los cuales recién encontramos hacia mediados de la década del 40. Es más, el propio Madison tiene que reconocer dificultades en su investigación por cuanto al no tener toda la serie estadística “supone” que el crecimiento del producto per cápita de 1870 a 1900 fue igual al de 1900/1913, sin reparar en las crisis de 1873, 1885, 1890 y 1913. Al decir de Mario Rapoport, es un “dibujo estadístico.
Aún así les propongo un juego, hagamos abstracción de los antes dicho y supongamos, que el PBI per cápita era alto. ¿Puede este solo indicador ser un determinante para evaluar una sociedad? Claro que no. Como ya dijimos en otras oportunidades, puede pasar que un país como Qatar, según el FMI, tenga un PBI per cápita más alto que Suecia o Finlandia. ¿Por qué? Qatar tiene riquezas concentradas en pocas manos y escasa población. ¿Parecido a quién? A la Argentina de 1900 con una clase terrateniente-comercial rica y la mayoría de sus cuatro millones de habitantes muy pobre.
La verdad de los hechos es que Argentina era un país concentrado en su riqueza e injusto en su distribución del ingreso, lo que fue subvertido posteriormente por el peronismo y el modelo de Industrialización por sustitución de importaciones.
Pero el mito de la Argentina potencia del siglo XIX impone su agenda y pretende que la aceptemos acríticamente. Les propongo empezar a derribar ese mito repasando el Informe Bialet Massé de 1904, poniéndolo en contexto. Juan Bialet Massé (1846-1907) fue un médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán que recibió el encargo de Joaquín B. González, ministro del Interior del Presidente Roca, de elaborar un informe que permitiera sentar las bases de una futura legislación laboral.
Hacia mediados del siglo XIX, comenzaron a organizarse los primeros sindicatos en la Argentina. En mayo de 1857 se fundó la Sociedad Tipográfica Bonaerense, de carácter mutual pero considerada una entidad de lucha. La Sociedad editó el periódico “Anales” que, como "El Artesano" (1863) trataba los problemas de los trabajadores. El primer intento no mutual de constitución gremial lo encontramos el 20 de junio de 1887 cuando se fundó La Fraternidad, que agrupaba a maquinistas y foguistas de locomotoras. En el mismo año se fundó la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, cuyos estatutos fueron redactados por el teórico anarquista Errico Malatesta (1853-1932). Hacia 1890 se creó la primera organización central obrera de la Argentina, la Federación de Trabajadores de la República Argentina. Posteriormente vino la Federación Obrera Argentina y en 1902 la Federación Obrera Regional Argentina, con clara hegemonía anarquista.
El modelo agroexportador, cuya “Belle Èpoque” situamos entre 1890-1914, estaba en su esplendor. Sin embargo, la forma de acceso a la tierra altamente concentrada y la imposibilidad de afrontar los altos costos, tanto para la venta como para el arrendamiento, imposibilitaron la generación de puestos de trabajo para los miles de inmigrantes europeos que llegaban con el sueño de trabajar la tierra. Asentados en los centros urbanos, sometidos a injusticias y atropellos de todo tipo, comenzaron a organizarse sindicalmente. Para adentrarse en el tema resulta obligatorio el texto “Movimiento Obrero Argentino” de Hiroshi Matsushita, que describe con precisión la génesis del movimiento sindical argentino, sus organizaciones y tendencias ideológicas.
Joaquín B. González era uno de los pocos miembros del gabinete de Roca que se inclinaba por establecer ciertas concesiones a los trabajadores, para debilitar el ideario anarquista. La mayoría del gabinete prefería sin más la represión. En ese marco debe situarse el encargo a Bialet Massé. Para dimensionar el esfuerzo personal del catalán, hay que pensar que visitó los lugares más recónditos de Chaco, Santa Fe, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, Córdoba, Corrientes y Entre Ríos, en una primera etapa. Y luego volvió a Tucumán y Córdoba, y agregó San Luis, Mendoza y San Juan. Meses de trabajo utilizando metodologías cuanti y cualitativas para su informe.
Nora Mendizábal, en “Estrategia teórico metodológica subyacente en el Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas“ (2014), reseña el arduo y completo trabajo realizado. Mendizábal destaca el llamado “trabajo de campo”, la relación cara a cara con los entrevistados. Resalta “la copresencia de los diversos actores interactuando entre sí, obreros, autoridades, patrones y capataces para captar la subjetividad y/o intersubjetividad. Utiliza las técnicas de la entrevista, la observación participante y la lectura de documentos, además adjunta fotografías y fototipias para ilustrar el informe y explicar a Joaquín B. González. Con profundidad Bialet Massé resalta que el obrero trabaja de sol a sol, sin horarios fijos, el peón de campo puede asimilarse con la esclavitud con bajísimos salarios. Se paga en algunos casos a los trabajadores con vales que solo pueden cambiar en proveedurías de los propios patrones. El trabajo se hace a destajo. Las formas de trabajo son primitivas. Denuncia 'una ignorancia técnica asombrosa, más en los patrones que en los obreros. Esa ignorancia es la causa que estaciona las rutinas y arraiga los prejuicios'. Define al trabajador como 'confiado y generoso, el goce del momento lo domina y el porvenir no lo inquieta, es hospitalario'.”
Sobre la explotación laboral Bialet Massé nos dice que “una noche, estando en Reconquista, comentábamos el hecho de un establecimiento que había pasado nueve meses sin pagar a sus obreros". Sobre el sector patronal dice que “la obcecación patronal al progreso llega la testarudez… Esta ignorancia de la cuestión social no es exclusiva de algunos patrones, desgraciadamente es general…”
El informe es la base para la presentación de la Ley Nacional del Trabajo. Enseguida comenzaron las oposiciones. El 28 de junio de 1905, el presidente de la UIA Alfredo Demarchi solicitó a la Cámara de Diputados que no se sancionara el proyecto. Para Sandra Olaza Pallero, en “El Proyecto Nacional de Trabajo de Joaquín B. González (1904), Un intento de respuesta a la cuestión social” (2014), la burguesía capitalista argentina como grupo de presión e invisible gobierno paralelo impidió todo intento de cambio estructural dentro del régimen tradicional. El proyecto jamás fue debatido en las cámaras del Congreso Nacional. Aun así, el Informe Bialet Massé fue la base insoslayable del futuro derecho laboral argentino.
A 119 años de este informe, el Presidente Milei pretende volver al siglo XIX destruyendo las bases de la legislación laboral argentina. Cuentan algunos que vieron a Bialet Massé en la plaza Lavalle este miércoles, manifestándose junto a los trabajadores.