Las primeras semanas del Gobierno de Javier Milei causaron impactos desmesurados. Se termina un año a puro vértigo y comienza otro que promete una intensidad de proporciones mayúsculas. La intención de provocar un cambio estructural para la sociedad argentina tiene efectos sobre millones de personas y un objetivo cristalino: acelerar un proceso de distribución ultrarregresivo de los ingresos.
En los decretos de necesidad y urgencia y en la ley ómnibus presentados en la segunda parte de diciembre aparecen puntos comunes para endulzar los oídos del mercado y los inversores. La desregulación, las privatizaciones, la reducción del Estado y el peso protagónico del sector privado en decisiones que afectan lo colectivo son algunos de estos conceptos transversales.
En los primeros días del nuevo gobierno estas ideas despabilaron el entusiasmo del mercado con aumentos importantes en el precio de las acciones, saltos en los bonos y un fenómeno que sorprendió a propios y extraños: la caída de la brecha cambiaria a niveles de menos del 20 por ciento.
Sin embargo, en la medida que pasan las semanas y comienzan a mirarse más de cerca las consecuencias concretas de las propuestas no todos siguen haciendo apuestas optimistas para los próximos meses. Las señales empiezan a observarse en el precio de los activos bursátiles, pero también en la dinámica de las cotizaciones de los dólares financieros.
Las acciones de la bolsa parecen haber llegado a un precio sobre el que no consiguen seguir subiendo e incluso empezaron a bajar. Una situación que se repite tanto en la bolsa porteña como entre las empresas argentinas que operan en las pantallas de Nueva York.
Los bonos soberanos que se habían acercado a paridades del 40 por ciento luego de dos años no sostuvieron la tendencia y otra vez muestran volatilidad de precio (las jornadas se alternan entre subas y caídas de cotización).
Otro evento que llamó la atención ocurrió con los dólares financieros. El precio del contado con liquidación venía de semanas de fuerte caída, al punto que llegó a bajar de los 900 pesos. La brecha cambiaria con el dólar oficial en torno de los 820 pesos empezaba prácticamente a esfumarse.
Sin embargo, el jueves pasado volvieron los saltos del contado con liquidación y en una sola rueda subió casi 75 pesos (es decir, un 8 por ciento). Los incentivos a buscar cobertura parecen estar regresando ante las dudas sobre cómo continuará el panorama económico, político y principalmente social, que promete una fuerte conflictividad en los próximos meses.
Los dólares financieros por el momento siguen debajo de los 1100 pesos, es decir que no volvieron a los picos que habían alcanzado en medio de la tensión de la campaña electoral. Aunque son cada vez más los interrogantes que circulan sobre cuánto tiempo pueden sostenerse en estos valores.
El escenario tiene todas las cartas en contra: se aplicó una megadevaluación del tipo de cambio oficial, se aceleró la inflación a niveles del 30 por ciento mensual y la tasa de interés en pesos tiene un retorno ampliamente negativo.
Revisando en las declaraciones que circulan entre los inversores aparecen claras advertencias sobre el posible rebote de las cotizaciones de los dólares financieros e incluso nuevas rondas de devaluación para el dólar oficial. La idea de apostar a activos en moneda local parece cada vez más riesgosa.
“Los mercados invitan a replegarse a cuarteles de invierno, los bonos soberanos muestran un comportamiento cansino, y ya no logran nuevos máximos. La brecha entre dólares es baja, todo es una invitación a llevarse dólares al bolsillo y pasar las fiestas líquidos", dijo unos de los consultores de la city. Se trata de un buen resumen del clima que comenzó a percibirse en los últimos días.