Se nos termina el 2023, lectore, y no es que entremos en una etapa de “desabastecimiento de años”, sino que el mercado ha decidido que usemos solo el nuevo modelo, el 2024. Se trata de un nuevo modelo de año en el que, aparentemente, los argentinos de bien podrán gozar con el sufrimiento ajeno (y, a veces, propio) sin perder por eso la categoría de “de bien”.
El modelo 2024 es notoriamente más caro que su antecesor, ya que el mercado ha decidido adecuarlo a las necesidades del mercado, o sea, las de él mismo. Y perdón por haber usado el arcaísmo "necesidades”, ya que todos sabemos que esa palabra es impropia de la "gente de bien”, que en todo caso tendrá "deseos". En un acto de generoso derrame, el mercado permitirá, previo pago de la tarifa correspondiente, que los argentinos de “no bien” usufructúen el término “necesidades” y lo utilicen, a veces hasta exprimirlo, para llamar la atención del mercado, sin darse cuenta de que este siempre se les adelanta y los ha puesto en su lugar, o en su “no lugar”. Reconozco que hay excepciones. Por ejemplo, al Mercader Mayor se le permite usar la palabra “necesidad”, unida a otro término atroz y aberrante: “urgencia”, pero solamente cuando remite a alguna ley que beneficia a los argentinos de bien o que perjudica al resto, valga la redundancia.
También es entendible que el bolacero presidencial confunda los términos “DNU” y “DNI” en sus diarias confesiones matutinas, ya que nadie dejará de percibir que los DNU son parte esencial de la identidad de este nuevo modelo de gobierno, que, bajo la exquisita y sutil consigna de “no hay plata”, nos permite a los argentinos ahorrarnos dos de los tres poderes en vigencia. Podrán decir que es autoritario, pero nadie negará que es ahorrativo.
Es cierto que no todo el mundo percibirá las bondades del nuevo modelo. Quizás, entre aquellos a quienes no les corresponda gozarlas sino sufrirlas, se genere cierto descontento. Quizás haya seres que no reconozcan los beneficios de la libertad que el mercado les ofrece.
No todo el mundo puede atisbar la generosidad implícita en la libre elección de trabajar o no; comer o no; alquilar por meses, horas o segundos; o disfrutar de la vereda (sin pisar la calle porque encarece el costo de la represión). Viajar a Europa o pagarse un pasaje en bondi; respirar oxígeno, helio o tomates perita; atender tu salud con un médico, un trapecista o una repostera; invertir tus ahorros en criptomonedas, baticuevas, fantasías autoeróticas o corazones eglógicos y sencillos; pactar contratos en yuanes, kilos de molleja, lágrimas, granos de trigo sarraceno o excusas. ¡Viva la pubertad, carajo!
Quienes insistan en transitar a la ridícula adultez, donde las decisiones se pasan por el tamiz de la razón y donde las frustraciones pueden formar parte del contexto, pasarán a formar parte de aquellos que “no la ven”. Para contenerlos/nos, el mercado preparó fuerzas entrenadas con protocolos precisos y concretos. Con la tremenda ventaja de que, a partir de ahora, el que los usa los paga. “Que proteste quien se lo pueda bancar”, sería la nueva norma. Los lectores de esta columna sabrán que hace ya varios años mencioné a “Piqueteck”, una empresa en la que reservás tu lugar en cualquier marcha a un precio módico.
Quizás los menores no lo recuerden y los mayores lo hayan olvidado intencionalmente, pero hace unas décadas los argentinos vivíamos una (permítanme llamarla "nefasta") realidad cotidiana llamada “estado de sitio”; en esa realidad sin duda distópica, los militares rodeaban metafórica y “metarrepresivamente” el país, lo “sitiaban amenazadoramente” y, además, había que pagarles por ello (cobraban doble). Podría ser discutible, pero no quiero terminar esta columna sin expresar mi percepción de que estamos viviendo un “mercado de sitio”.
Eso sí, lectore de mi tricúspide: aunque ese modelo no nos guste (ni nosotros le gustemos a él), deseo, tanto para usted como para mí, que sigamos deseando; que, en los tiempos que se avecinan, no perdamos esa capacidad ni singular ni colectivamente.
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video estreno “Los argentinos de bien” de Rudy-Sanz: