Leer a McKenzie Wark implica movimiento. Desplazarse sobre sus ideas, las que cita y los atajos que comprenden su estilo. Aunque, como en su primer libro, Vaquera invertida, la crítica australiana aclara que su obra no viene a saciarnos de fundamentos teóricos típicos. Porque su texto previo no es el clásico libro sobre su proceso de transición -tal vez porque cada historia es única, y deducir coincidencias es cometer el error de hablar por elles-. En esta nueva publicación editada en Argentina por Caja Negra como parte de su fantástica colección Efectos Colaterales, Wark se ajusta la botas y vuelve a aclarar los tantos. O a proponer otra mirada sobre el ser en estos particulares tiempos modernos.
Raving no es un texto sobre reducción de daños ni sobre el efecto de las sustancias químicas y sus consecuencias. No romantiza las drogas ni la rave misma. Su interés no es pedagógico, o no al menos en términos estrictos, pero si en el correr de la lectura surgen dudas, se despacha arrojando citas a cuatro manos, que arman 14 páginas de bibliografía.
Radicada desde el 2000 en New York, esta autora punkie y amiga de Mark Fisher dedica su carrera académica a preguntarse por el vínculo de las tecnologías y la comunicación en la vida cotidiana. En esa línea, se pueden sumar Un manifiesto hacker (2006), GAM3R 7H30RY (2006), El espectáculo de la desintegración (2013) y El capitalismo ha muerto (2019). En esta nueva publicación, sigue pareciendo una metralleta de conceptos, con su autoteoría desgranando definiciones hacia lo más aciago de la noche. Una residente de la nocturnidad de 62 años y un modesto kit de aguante que incluye vapeador, tapones para los oídos, cartera y hasta un libro -nunca se sabe-.
Pese al desborde que admiten los estados alterados de la noche, el raving -y más el que frecuenta Wark- establece sus reglas. La mayoría de los antros no permiten tomar fotos, por lo que las imágenes que complementan el libro son un intento entusiasta por asomarse a la distorsión de ese viaje. Apenas es posible identificar un objeto, una sombra, la interpretación de un beso, el final de un túnel, el embrollo de la vista pasada de aditivos, DJs cerrando sus sets, ravers charlando sin que el asomo del sol signifique prisa alguna en sus quehaceres.
► La posibilidad de un espacio seguro
Entre sus aventuras nocturnas, una idea es recurrente: la de espacio seguro. Una idea que derivaría de la cultura ballroom. Supone que existe un grupo de personas encargado de hacer que los clubes y las raves sean espacios propicios para personas queer y trans. Aunque Wark avisa: "La rave no puede ser una utopía. Es simplemente una situación más favorable. En parte porque hay que tener dinero para vivir lo suficientemente cerca de (los lugares de) la noche como para arriesgarse a volverse caminando a casa por la mañana".
Se supone que el colectivo LGBTQ+ no debería necesitar resguardarse de nada, que a esta altura de la pista vital, deberían poder bailar y soltarse en cualquier ámbito. Pero a las suposiciones les gusta defender la norma. Sino, no habría asumido como canciller una persona que iguala la homosexualidad con tener piojos. Tampoco deberíamos acostumbrarnos a que la esperanza de vida de las personas trans (algo que Wark también conecta con la escala de privilegios) en 2023 en Argentina sea de 35 a 40 años. La autora elije la lapicera con glitter para contar su autoficción: "No quiero escribir sobre el dolor trans, sino sobre nuestra gloria".
Un futuro aterrador y una sala de espera que no consuela. Algo hay que hacer con toda esta oscuridad. Para Wark, la rave es una experiencia colectiva que vuelve la vida más soportable. Es música de otro planeta, una pausa que consigue callar las voces que alimentan la violencia a la que las personas trans y queer son sometidas, en todos los idiomas y ritmos. Lo alien concibe su propio código, igual de indescifrable para todes. Allí entonces, en la pista reventada de bpms, la enajenación logra unificar, porque "nadie es más bienvenido que otro". Por eso es posible sentirse "en casa". Y la casa está en desorden.
Si en nuestros días contemporáneos no hay certezas materiales, en el futuro trans no hay garantía de un mañana; sus experiencias futuras son cercenadas por la condena a las que se someten sus cuerpos. Ante eso, Wark decide colonizar un mundo ficcional: el universo del femmunismo entre pares que se acompañan y pasan el tiempo junto a las máquinas que destilan música electrónica. Un hábitat en el que se prescinde de masculinidades contaminantes. Un recinto en el que el ahora es más ahora que nunca.
El futuro como salvoconducto incandescente que se atreve a regular nuestros deseos. La pregunta entonces es dónde van a parar los deseos si de una promesa de futuro no está quedando ni rastro. Para la autora, como parte de una población históricamente vulnerada, la chance es crear un tiempo propio: un tiempo trans que consiga volver soportable, que sigue sin ofrecer futuro, pero hace "un presente del presente".
► GABA: "Nuestra versión más fiel trae libertad y, con ella, revolución"
Del descenso hacia los sótanos de bombos sodomizantes al que nos lleva a recorrer la vaquera Wark es preciso volver a tierra local para conversar con referentes de la escena rave. El corto documental Transliterar la muerte - Acto 1, dirigido por la performer y artista trans cordobesa GABA, junto a Francisco Gonzales Cholaky, cierra con tres palabras : revolución, libertad y goce. Proclamas que hoy se ponen en riesgo porque para el imaginario de gran parte de la sociedad argentina la libertad tiene más que ver con elegir el color de remera para el día siguiente que con no recibir amenazas solo por existir.
"Uno de los ejes centrales de Transliterar la Muerte es la búsqueda infinita de nuestra identidad, de nuestra esencia y autoconocimiento. Nuestra versión más fiel trae libertad y, con ella, revolución. El goce es para mí el hechizo más potente hoy. Imaginar un escenario bastante catastrófico, cualquiera sea, y aún así seguir bailando y disfrutando de nuestros placeres y deseos más profundos. Goce como resultado del proceso, libertad como canal y revolución como respuesta."
El EP de remezclas de Gaba, EXTENDED SAFE RAVE, salió el 10 de diciembre, coincidiendo con el segundo aniversario de Acto 1 (Safe Rave) y la asunción de Milei. "Soundtrack ideal para la resistencia y la trinchera", dice la autora.
-¿Qué prácticas encontrás para que ese ambiente raver seguro suceda?
-Hace una década me sumergí en el mundo de la rave, con todas sus complejidades, pero un quiebre en mi percepción de la fiesta como espacio seguro fue la pandemia, que cambió las reglas del juego. Son las comunidades diversas, queer, LGBTQ+, trans, las que siempre impulsan nuevas formas de supervivencia que luego el resto del mundo adopta. Fue el caso en los circuitos de fiestas tanto del underground como del mainstream en Argentina. Comenzamos a escuchar no solo lo que la comunidad diversa empezaba a aplicar, sino también lo que otros movimientos sociales reclamaban: acosos; consumo, uso y venta de sustancias; dinámicas en los espacios físicos.
-Se han reducido daños, ¿se pueden detener por completo? ¿Los espacios seguros realmente existen?
-Noto cierta desconexión entre las partes que componen este universo, quizás debido al aislamiento. Hoy más que nunca, las fiestas y los lugares de arte son lugares para seguir confiando en un nuevo futuro, con amaneceres cargados de vida, como esos que vemos cuando la rave pasa las 6 am en verano. Y apuntamos a que sean los nuevos lugares de goce para aquellos que lo necesitan. Es sumamente contagiable.
-La rave es además una declaración de principios. Lo dice la madrileña Alana Portero: "Es la sociedad la que fantasea con nuestra muerte, pero nosotras tenemos pulsión de vida".
-Existe algo tan atractivo en el lenguaje musical que, cuando organizás los códigos, podés crear estos soundtracks de liberación y resistencia. La rave fue una respuesta revolucionaria que se originó desde las primeras versiones en otras tierras de occidente. Que la comunidad diversa haya tomado esta herramienta es realmente histórico. En la fiesta pasan muchas cosas, incluso morir, pero tomándolo no como punto final, sino como una trascendencia hacia otro nivel.
-¿En qué sentido?
-El luto de la muerte no tiene por qué ser solo con llanto y lamento; puede ser con música, baile, vestuario, luces, estímulos y más estímulos, porque aún con vida es cuando más queremos disfrutar de todo ello. Tengo grabadas las palabras de muchas amigas y compañeras trans que insisten en que las recordemos con su mejor versión, esa que queda eternizada en nuestros archivos. Lo siento igual, me gustaría que se me recuerde y celebre así también: estrella. Hacer un aporte para la construcción de estos espacios es un sueño que he tenido toda mi vida. Sigilos que reverberan con un delay infinito en el mensaje que da lugar al baile, a la reunión, al encuentro, al disfrute, al pensarse y bailar sin detenerse.
► Música para alienígenas
Atravesado por la pandemia, el texto de Wark acompaña a las comunidades que tuvieron que enfrentar el virus como una nueva forma de violencia, y en ese derechazo de (re)marginalización, les ninjas de las penumbras se autoconvocaron para llevar adelante eso que saben mejor que nadie: movilizarse de forma colectiva.
Este pasaje es uno de los más duros y entrañables del libro: "No somos del grupo que cree que el único peligro para nuestra salud es el virus. Somos del grupo que sabe que este mundo ya está dispuesto a matarnos. Que el régimen de hábitos moldeados por el trabajo, el consumo y la policía, también mata. Con su violencia casual, con su insensible proceso extractivo. Con su clasificación y ordenamiento de los cuerpos; y muchas de nuestras amigas en las categorías más bajas, más desechables. Intentamos dirigir nuestra atención hacia (y no lejos de) aquellos cuerpos incluso más desechables que los nuestros. Durante el confinamiento intentamos hacer de nosotras un regalo para el mundo. Aún si apenas significa ser una mano enguantada dándole un paquete de comida a un extraño con mascarilla".
Regresemos un segundo a la Argentina pandémica: el 11 de marzo de 2021, a casi un año de decretada la cuarentena en nuestro país, el joven trans Tehuel de la Torre fue visto por última vez, cuando salió de su casa hacia una entrevista de trabajo. A más de 1000 días de su desaparición, no hay respuestas.
En Raving se denomina la música techno como algo hecho para alienígenas, donde ningún cuerpo humano es más bienvenido que otro y las diversidades encuentran su casa bailando. "Tal vez esta sea una época en la que perdemos el interés en nuestros propios deseos, dado que los deseos viven en el futuro, y de eso ya no nos queda mucho", admite Wark.
"Durante un buen tiempo alimenté una teoría que giraba en torno al vínculo entre la música electrónica y las identidades trans. Y, por consiguiente, un auge desmedido y sin frontera de personas trans tomando el control de las cabinas y dirigiendo el rumbo para que muchos cuerpos fueran al ritmo de su beat", comparte GABA. "Para mí, esto es el suceso contemporáneo más hermoso de la historia porque se une al fenómeno de las grandes voces que, por su lugar en el ojo mundial, cambian el paradigma de la figura DJ cis. Solo por nombrarlas a ellas, SOPHIE y Arca son dos de nuestros íconos mundiales y abanderadas de este cambio de paradigma en la música electrónica. Contagiaron un sentir imparable para que otros y otras podamos crear nuestros propios universos sonoros desde una cabina DJ como un estudio de grabación."
Y sigue la cordobesa: "Durante tantísimos años pensé que mi presente nunca podría ser mi futuro, pero fue en las fantasías y utopías donde pude crear mi futuro posible y hacerlo realidad. En los momentos más bajos en los que estuve, mi Culto Pop me salvó. Ante el futuro incierto, apuesto aún más todo lo que tengo para seguir creando arte y cultura, fantasías y utopías, para que sean otros y otras quienes vean un nuevo amanecer en sus vidas. Encontrar en esos universos, donde todos mis lenguajes se cruzan, la oportunidad de seguir teniendo fe en sus deseos, despertar del sueño sin sueños, extender la red, desatar su danza y subirse al ritmo TRANSPOP.
► Miss Romi, el tiempo de las máquinas
Para Romi, artista trans peruana radicada en Argentina, la fascinación por este tipo de música nace en su carácter catártico y su choque de intensidades, al adaptarlo dentro de una rutina. "No sé si el techno me resulta alienígena, pero calma mis nervios y me permite desfogar mi enojo. Me encanta la idea de ser una chica muy femenina y delicada que mezcla techno durísimo mientras se toma un té. Es muy cotidiano en mí, como es cotidiano hormonizarme o memorizar letras de canciones todos los días. Supongo que hasta no hace mucho pensaba en el futuro, quería habitarlo, proyectarme ahí. Ser DJ es estar en el presente, en el momento, a pesar de lo virtuales que son nuestras vidas, nada se compara con bailar frente a la DJ o gritar frente a tu artista favorita. Definitivamente eso no es obsoleto."
-¿De qué manera se reproduce esta dinámica en la noche?
-Si en la organización binaria de la sociedad el espacio público-urbano se encontraba dominado o era propio de las masculinidades cis y el espacio íntimo-doméstico había sido asignado a las feminidades cis, es la noche el espacio donde las disidencias encuentran refugio. Las fiestas queer nos generan la ilusión de que todos somos libres e iguales. Yo nací en Arequipa, Perú, una ciudad muy colonial donde las parejas de gays no andan de la mano por la calle y las personas trans no salen a la luz del día. Entonces siempre me llamó la atención que fueran los "boliches gays" los únicos lugares donde estas personas pudieran ejercer sus identidades y sexualidades libremente, usualmente en bares muy ocultos y de apariencia clandestina. Las fiestas a las que asisto hoy en Buenos Aires están muy lejos de esa realidad de represión y ocultamiento; pero el ansia de celebrarnos parece ser la misma.
"Sexo y Tecnología" es uno de los temas que inauguran la propuesta techno-pop de Miss Romi. La canción plantea la idea de diseñarse un sexo propio, un artefacto, un nuevo software que se instala entre las piernas con la única finalidad de obtener placer, armonía y belleza. Un sexo que no responda a necesidades reproductivas, sino al deseo mismo de sentir y de existir.
-La música electrónica puede interpretarse como una forma de "ser máquina". Exorcizar nuestro costado más humano y volverse otre, incluso desde lo erótico. ¿Cuál es tu vínculo con la electrónica?
-Siempre me conmovieron mucho las máquinas que hoy nos son obsoletas: el radio casete, el walkman. Me parecen objetos bellísimos que hoy han perdido su función social de escuchar música y terminan siendo puro artificio, objetos fetichizados. En ese sentido, no podría entender mi transexualidad por fuera de la tecnología, porque transicionar es para mí entender la vulnerabilidad del ser, lo obsoleto del cuerpo, el artificio puro. Es querer dejar atrás un cuerpo, para transformarlo en otro nuevo a partir de distintas tecnologías. Ser DJ es muy parecido a eso, desde descargar tracks ilegalmente hasta portarlos en un pendrive, se sienten tareas obsoletas, de otro tiempo, que tienes que realizar para construir un nuevo cuerpo, una arquitectura musical que sea sólo tuya y responda a tus caprichos; pero por sobre todo al disfrute.
-Salir a mover los cuerpos tiene una connotación religiosa: la que condiciona la fe ciega por las protagonistas del show, las ídolas. Un paganismo de dimensiones astrales.
-La fiesta es una misa, las pop stars son divinidades y las DJs somos las sacerdotisas. Amo el rol que los gays le dan a las "divas": son sus madres, sus protectoras, sus diosas. Hacer una fiesta de techno-pop es propiciar un encuentro entre mi feminidad y el techno más duro que pueda manipular mientras juego con las consolas de DJ. Como si el sexo duro del techno se encontrara con la sensualidad y la nostalgia del pop. Nunca sé exactamente cuál es la energía del público: ¿Están calientes? ¿Están tristes? ¿Están drogados? ¿Se sienten solos? Sea lo que sea, mientras mezclo quiero ser capaz de encontrar esa canción que evocará un recuerdo (guardado en algún walkman), que les hará sentir a salvo.
-El pop es amado por su capacidad de disfrute, de imitación, por sus tramas pegadizas. Pero también es el primero en ser señalado como algo frívolo o desvinculado con lo real, aunque sea lo opuesto.
-El pop es el género musical que hoy se hace preguntas respecto a la tecnología y sus consecuencias en la vida cotidiana. Si pensamos en artistas como Arca, Sophie, Charli XCX o Grimes, están todo el tiempo pensando en el futuro, sonando como el futuro, vistiéndose como el futuro. Creo necesario el planteo de utopías, es una de las mayores intenciones detrás de mi álbum TECHNOMUJER. Las historias sobre personas trans siempre giran alrededor de la muerte, de la memoria. Por qué no crear narrativas queer y/o trans en torno al futuro, a la eternidad, a la post-humanidad. Me parece importante generar una mirada positiva respecto a la tecnología, hoy más que nunca. Será que es lo que siento que me mantiene con vida.