En el extremo norte del país se erige una ciudad inmersa en un clima árido típico del altiplano jujeño. Ahí se encuentra la localidad de La Quiaca, aquella donde, según dicen, “termina o empieza todo”.
Su dificultosa geografía, en ese territorio de frontera, se plantó bandera el 28 de febrero de 1907, cuando la ley Nº 134, dio marco legal para la creación del pueblo de La Quiaca. Aquella fundación estaba ligada a la llegada del tren, lo que ocurriría el 30 de diciembre de ese mismo año, cuando la primer formación arribó al extremo norte argentino, el “tren hacia la frontera”.
Con el advenimiento del ferrocarril y la demarcación de los límites internacionales, comenzaría a dinamizarse el comercio hacia uno y otro lado de la frontera con la vecina Bolivia, más específicamente con la ciudad de Villazón, hermana de La Quiaca al otro lado de la liínea divisoria imaginaria.
El comienzo de esta nueva etapa atrajo sobre todo a comerciantes, muchos de origen árabe, que fueron poco a poco entremezclándose con la población originaria del lugar. Esto trajo consigo también la necesidad de fundar clubes y asociaciones, que sirvieran de esparcimiento, con la intención de ocupar el tiempo libre con actividades lúdicas y deportivas.
Nace Libertad
Será entonces el 1 de abril de 1925 cuando comience a escribirse la historia del Sportivo Libertad, uno de los primeros clubes nacido en aquel incipiente pueblo fronterizo. El equipo Huayruro, como se les apoda en referencia a una sagrada semilla ancestral andina que lleva los mismos colores que la institución puneña, rojo y negro, seguirá a paso firme más allá de los vaivenes sociales, llegando hasta el día de hoy a sumar 98 años de existencia.
Ricardo Ancaze es el actual secretario del Sportivo, formando parte de una nutrida comisión directiva. “El Club nace en el año 1925 cuando se reúne un grupo de personas de La Quiaca con la intención de formar un club de manera formal. Libertad entonces nace con la idea de ser una institución reconocida desde el primer momento”, cuenta.
“Cuando se funda había muchos comerciantes que arribaban a la ciudad, sobre todo muchos árabes, sirios. Llegan con el arribo del tren por el tema del comercio y justamente al Club Libertad lo fundan esas personas, en su gran mayoría extranjeros, inmigrantes”, remarca Ancaze.
En el acta número 1 de la institución quiaqueña se lee: “En el pueblo de La Quiaca a un día del mes de abril de mil novecientos veinte y cinco años, reunidos en el domicilio del señor Armando Ochoa a hora nueve o veinte y una de la noche y después de cambio de ideas entre los señores asistentes y de común acuerdo se resolvió fundar un Club el que quedó bautizado bajo el nombre de Libertad. Acto seguido se trató de formar la Comisión Directiva”, siendo su primer presidente Benjamin Povoli.
Estar en el norte
A más de tres horas de la capital provincial, 1700 kilómetros de Buenos Aires, y 4300 del extremo sur del país, estar en el norte del norte argentino resulta dificultoso y muchas veces estoico. “Lo difícil para nosotros son los viajes; solo ir hasta San Salvador de Jujuy para presentar los proyectos y esperar, son 300 kilómetros, esa es la parte difícil, el hecho de estar lejos de los centros más importantes del país. Pero cuando se logra salvar esa situación, el resto ya es un poco más fácil, pero profundo en la tarea; implica moverse, hacer las cosas y gestionar”, resalta el secretario del Huayruro.
“Libertad ha tenido momentos de gloria y momentos difíciles”, explica Ricardo con detalle, “el momento de mayor complejidad ha sido hace cuatro años, cuando el Club estuvo a punto de destruirse, de desaparecer, porque se habían sumado varias gestiones que lo dejaron devastado y quedó muy debilitado, al punto de que la comisión que se hizo cargo en el 2019, algo hizo pero no pudieron, eran chicos con buenas intenciones pero muy jóvenes”.
Con orgullo Ricardio Ancaze comenta: “Cuando nosotros ingresamos ya se había perdido la personería jurídica, que estaba dada de baja, con deudas en el banco, deudas en la AFIP, y sin participar de los campeonatos locales de la Liga puneña. En ese estado lo recibimos y poco a poco comenzamos a levantarlo”.
Como semilla fuerte que crece en la inmensidad, los Huayruros, de la mano de su nueva comisión directiva, comenzaron a ser permeables a propuestas novedodas, disruptivas, y al mismo tiempo fundamentales para una institución con tanta historia. Así fue que una de las subcomisiones surgidas al calor de la nueva conducción resultó la de historia, al tiempo que también florecían otras subcomisiones propuestas por distintos asociados.
Fue el quiaqueño e hincha de Libertad Luis Burgos entonces quien llevó la propuesta de indagar en la rica historia del Libertad. Con 37 años y estudiante avanzado de historia en la Universidad Nacional de Tucumán, sintió que ese era el espacio desde donde podía aportar para el club de sus amores.
“Siempre quise colaborar de alguna manera mas allá de ser hincha y socio, entonces las herramientas que me permite mi formación, me hicieron pensar que podía aportar desde la historia del Club. Esta idea nace hace más de tres años, me acerco y se lo comento al presidente de aquel entonces y fue muy bien recibida; elaboré un proyecto y comenzamos”, comenta Burgos.
“Nuestra intención fue pensar la historia de Libertad en un contexto a nivel regional, a nivel Puna y NOA; y allí lo primero que me asombró fue que muchísimos clubes, de todo el país y el mundo, tenían áreas de historia. Entonces empecé a ver como trabajaban, qué es lo que hacían y así termina de surgir la propuesta, con la idea de que no solo sea para leer sino para buscar, resguardar y promover la investigación en la historia del Club”, resalta el estudiante de historia quiaqueño.
Una vez que ingresó a trabajar formalmente en el Club, abrieron literalmente una puerta que los conducía a la habitación donde se encontraban los tesoros históricos de la institución. “Se me permitió ingresar a lo que se llama la Sala de Trofeos y ver los documentos, pero nos encontramos con una situación desagradable ya que muchísimas gestiones habían abandonado los documentos; el techo estaba roto, entraba agua, los trofeos estaban mojados, todo estaba en total abandono. Así que desde allí empieza mi labor, en un principio de manera solitaria”.
Aquel trabajo inicial fue “organizar el desorden que existía. Cuando me encontraba en plena tarea surge una nueva comisión directiva que me permite la continuidad con el trabajo en la historia de Sportivo Libertad. Allí se integran más participantes que fueron nutriendo con sus conocimientos, haciendo un grupo muy diverso y fuertemente integrado por trabajadores de la educación y el sector público. Estos somos los que hoy conformamos la Subcomisión de Historia”.
Las perlitas que esta reciente subcomisión fue encontrando comienzan a ser inabarcales, las historias aparecen y se ensanchan a cada paso, en cada libro, en cada memoria. Sin embargo, Luis Burgos destaca dos: la copa más chica de las vitrinas del Libertad, la Copa Yavi, ganada en 1930, que, sin embargo, simboliza para los hinchas del Libertad la grandeza, por haberla ganado en aquella época y en esas latitudes.
Y por otro lado aparece la misteriosa historia de los mellizos de yeso, una expecie de amuleto o talismán que el equipo Huayruro trasladaba a cada encuentro deportivo así como también los hacían presentes en las reuniones y conmemoraciones institucionales. Al día de hoy solo se conserva uno de los mellizos, por lo que el enigma de su compañero sigue siendo un misterio.
El Libertad hoy sigue creciendo en el árido territorio quiaqueño. “En este momento ya tenemos bien la personería jurídica, el equipo de primera división está jugando en el campeonato de la Liga puneña, las deudas que teníamos ya se están rindiendo, se han incorporado disciplinas deportivas en poco tiempo, Libertad ya no solo tiene fútbol, sino voley, básket, y se estaba intentando armar algo de boxeo. Se está haciendo un trabajo interesante para poder levantarnos”, comenta con orgullo el secretario adjunto Ricardo Ancaze.
El Club Sportivo Libertad crece y se sostiene desde La Quiaca, empujando con fuerza desde la imnesidad del norte jujeño; un equipo que para el pueblo quiaqueño es propuesta de contención, esparcimiento y prácticas saludables, sabiendo sobreponerse a cada escollo con fortaleza ancestral y demostrando que la palabra imposible se desvanece en la Puna.