En 2001 las autoridades del Archivo General de la Nación (AGN) ofrecieron al autor de este ensayo organizar una exposición con fotografías de su patrimonio.

Nuestra propuesta fue exhibir imágenes que no estaban a la consulta, no solo para privilegiar lo inédito sino, también, para dar visibilidad a fotos que dormían en la institución desde hacía años, y promover así el acceso a ellas de investigadores y del público.

Aceptado el criterio, elegimos trabajar con el archivo de negativos de la antigua División Fotografía de la Subsecretaría de Información Pública de la Presidencia de la Nación (SIP), organismo dirigido durante la mayor parte de los primeros gobiernos peronistas (1946-1952 y 1952-1955) por Raúl Apold. El material se encontraba en un sótano, embalado en 43 paquetes y en mal estado de conservación. No existía un inventario ni registro de su ingreso en la institución -lo mismo sucedía con otras colecciones importantes, entre ellas las de Casa Witcomb y de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados-. Los empleados más antiguos recordaban haberlo visto desde siempre en el mismo lugar y en idénticas condiciones.

Entre los fotógrafos veteranos siempre se afirmó, y es difícil encontrar razones para dudarlo, que el archivo fue destruido por el gobierno militar que derrocó a Perón en 1955 y suprimió la SIP, aunque las circunstancias precisas en que ello sucedió permanecen inciertas. Una versión afirma que se inundó el depósito donde estaban los negativos. Si así fuera, manos desconocidas salvaron los 43 paquetes, las mismas, quizá, que luego los hicieron llegar al AGN (o al desaparecido Archivo Gráfico de la Nación, sustituido por el Departamento de Imagen y Sonido del AGN). Sea como fuere, lo cierto es que el grueso del archivo, cuyo volumen era evidentemente abrumador, desapareció. (…)

Durante el primer y segundo gobiernos de Juan Domingo Perón (1895-1974), entre 1946 y 1955, tuvo lugar en la Argentina la más importante actividad fotográfica con contenido y propósitos políticos de la que tenemos noticias. Su carácter no fue el que habitualmente se asocia con este género fotográfico, el cual por lo común es producto de iniciativas de índole contestataria o enroladas en la crítica social -lo que a mediados del siglo XX se llamó fotografía de compromiso-, sino que resultó de la acción oficial. Fue organizada y llevada a cabo por la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia, ubicada en la avenida de Mayo 850 y conducida por el periodista y (ahora diríamos) comunicador político Raúl Alejandro Apold (1898-1980). (…)

La División Fotografía de la SIP estaba dividida en dos secciones. La más importante fue conducida por Emilio Abras y, con personal permanente o de planta, se dedicaba a registrar y difundir la actividad diaria de entes estatales, organismos partidarios, entidades sindicales y otros. Sus fotos y accionar operativo son el tema principal de este libro. La otra sección, que produjo mucho menos material que la anterior, fue dirigida por el periodista Ángel Libarona y se ocupaba de la documentación fotográfica de proyectos especiales, como grandes obras públicas, que difundía mediante exposiciones y libros. Operaba con fotógrafos contratados para cada proyecto y su archivo de negativos y copias de contacto -al contrario de los negativos de la primera- estaba en el AGN disponible para la consulta y en buen estado de conservación. La presencia de este material en el AGN plantea una incógnita similar a la de los 43 paquetes abandonados en el sótano: cómo, cuándo y quién lo puso a cubierto en 1955.

Según los recuerdos de Libarona, la SIP producía asimismo material fílmico con camarógrafos contratados para ser exhibido en el noticiario Sucesos Argentinos, obligatoriamente proyectado antes de cada función cinematográfica por una empresa privada del mismo nombre (…)

Los personajes largamente dominantes del relato fotográfico de la Sip eran Perón y Evita, cuyas actividades cotidianas, en la Casa de Gobierno y en el Ministerio de Trabajo respectivamente, eran registradas con regularidad. Siempre había un fotógrafo disponible para ello en ambos lugares. Antonio Montano fue uno de los designados para trabajar con Evita (…) Abundan las fotos en las que está en su oficina con visitantes: representantes sindicales o de empresas que entregan donaciones a la Fundación Eva Perón; grupos de niños o de obreros de las provincias de visita en la capital; raidistas llegados a pie y hasta en silla de ruedas en apoyo político al gobierno, etcétera. De cada uno de tales episodios, igual que de las visitas que recibía el presidente en la Casa Rosada, se hacían una o dos fotos. (…)

La abundancia de fotografías de deportes revela la importancia política que el presidente otorgaba a la actividad. Una imagen tomada el 23 de abril muestra a Perón en su despacho conversando con, entre otros, los automovilista Juan Manuel Fangio y José Froilán González. (…)

La actividad de la Confederación General del Trabajo (CGT) o de sus gremios asociados también tiene una presencia constante en el archivo fotográfico de la SIP. (…)

El 7 de mayo de 1951 Eva Perón festejó su cumpleaños, que sería el penúltimo de su vida. Ya estaba enferma del cáncer que causaría su muerte el año siguiente, pero ello no se nota en ninguna de las fotos que le tomaron entonces: su rostro no luce demacrado, sino fresco y enérgico, y siempre tiene una actitud modesta y afable, vestida con su legendario traje sastre. Cuatro fotógrafos de la SIP registraron el extenso repertorio de visitas y honores que se le tributaron en la residencia de Austria y Libertador durante todo el día. Le hicieron 69 fotos con, entre otras personas, una anciana de pañoleta y bastón; un obrero y su pequeña hija, a la que la homenajeada alza en brazos; con actrices de cine y teatro; con escolares; al frente de la multitud que llena el amplísimo y lujoso hall de la residencia; con cuatro obreros mineros de riguroso casco y un cuarto, posiblemente dirigente sindical, de traje y corbata. En esta foto, una de las que más nos impresionaron de muchas que vimos durante la investigación, Evita está tomada de perfil, con el rostro sonriente, estrechando la mano de uno de los obreros que la mira fijamente, expresando una intensa y reverente devoción, cuya índole desborda la pasión política. (…)

Respecto de los valores formales y estéticos de las fotos de este libro, una primera impresión que nos dejan es la preocupación de los fotógrafos -y la expectativa previsible de sus supervisores- por asegurar una buena exposición de los negativos y componer las imágenes en forma convencionalmente correcta, evitando procedimientos formales excéntricos; una actitud de neutralidad autoral, por así decirlo. (…)Si no estaban obligados por el contexto y las circunstancias, los encuadres eran siempre a la altura del ojo, sin picados ni contrapicados. Las lentes utilizadas eran de distancia focal normal o menor: no recordamos fotos tomadas con teleobjetivos. Esto también se explica por la comodidad para la manipulación posterior en la ampliadora en caso de que decidieran hacer un reencuadre de los negativos, pues la copia no perdería definición ya que el tamaño de estos era en su mayoría de 10,2 x 12,7 cm y en menor medida de 6 x 6 cm. Creemos que nunca utilizaron cámaras de 35 mm. (…)

El acervo fotográfico de la SIP, o mejor dicho lo que queda de él en el Archivo General de la Nación, es un extraordinario conjunto de documentos de la historia argentina moderna. Revela la aplicación por parte del Estado de una política de comunicación inédita hasta ese momento en el país, tanto por el discurso que construyó, los temas que trató, la homogeneidad ideológica con que los abordó y su abrumador volumen.

* Investigador, historiador y editor de fotografía antigua argentina (Santa Fe, 1941), autor de ensayos sobre fotografía patrimonial argentina y sobre la obra de pioneros de nuestra fotografía moderna. Dirigió varias colecciones editoriales e institucionales sobre el tema. Miembro de número de la Academia Argentina de Bellas Artes. Fragmentos editados del ensayo incluido en su reciente libro: Fotografía y propaganda política - Archivo de la Subsecretaría de Información Púbica, 1951; publicado por Fundación Ceppa ediciones.