"Nunca pensé que iba a ser la protagonista de este programa. Mirá que soy icónica pero ¿para tanto?", dice Juliana Furia Scaglione en una reposera de la casa de Gran Hermano, en una edición que empezó hace tres semanas pero poco le queda de los dulces hermanitos de la temporada anterior, donde el hashtag más potente era "afuera las malas vibras". Acá, la mala vibra es como un humo negro que recorre todas las conversaciones de la casa, como si los y las hermanitas estuvieran alineadas con el mechismo corto de la época y solo quisieran acelerar el tiempo, crear las alianzas necesarias y romper lo que hay que romper para ganar.
Ya no hay polémica por la chica lesbiana de la casa ("necesitábamos una lesbiana como la gente" dijo Furia de Lucía), ni bullying al cuerpo robusto (Manzana es uno de los líderes, a diferencia de Ariel de la temporada pasada), ni demasiado espamento por una parejita dando su consentimiento para entrar a una cama o para bañarse juntas dos chicas. Y mucho menos es apartada la más disrruptiva del envío: Furia, con sus tatuajes, su efusividad y contundencia para expresarse es definitivamente la revelación de un programa que lidera el rating en todas sus franjas y se posiciona como algo para ver en el verano, pero esta vez sin tono edulcorado.
Furia incomoda porque no es hegemónica ni le importa serlo, porque grita y putea como se espera de un chabón pero no de una chica, porque está rapada y piensa cambiar de looks tanto como pueda sin pasar por la corrección estética nunca, baila en cola less al ritmo de sus propios gritos "son todos unos fallutos hijos de remil" y les dice en la cara a sus contrincantes lo que piensa: "ahora van a tener que votarse entre ustedes", como les tiró tentada de risa cuando la sacaron de placa por una sanción.
Su imagen es queer, su discurso es desobediente, tiene banca del público y en el adentro ya creó su propio grupo que cada día tiene más hermanitxs tratando de aliarse a ella (porque pasa todas las placas y tiene gritos de afuera que la posicionan como la más popular). Si hace unos años hubiera sido un personaje marginado, hoy Furia es, gracias a su habilidad pero también a la necesidad de referentes diversos, una figura de peso en la trama del reality más famoso. Por más Furias en la pantalla: "Yo no vine acá a gustar", dice, plantada.
En estos días, algunos medios deslizaron que Furia no pasó el examen psicotécnico para entrar al programa, pero insisten con que la producción del show que conduce Santiago del Moro todas las noches por Telefé decidió incluirla igual. Desde acá esperamos que estos rumores no sean ciertos, o que más allá de cualquier resultado, que cuiden a Furia y su salud mental dentro y afuera de la casa. La popularidad que maneja ya es muy alta y claramente, es una persona sensible y brillante que puede portar más de un mensaje diferente para un público acostumbrado a lo mismo de siempre.