Las diferentes escenas musicales y de la industria del entretenimiento en la Argentina terminaron el año con la misma incertidumbre que muchas otras áreas del país tras los primeros anuncios del gobierno de Javier Milei. Con la regresión del Ministerio de Cultura a la condición de Secretaría, las instituciones que dependen económicamente del ente comenzaron a ver con zozobra su futuro. La polémica “Ley ómnibus”, además de pretender cerrar el Fondo Nacional de las Artes, básicamente pondrá al Instituto Nacional de la Música (Inamu) bajo la órbita de la Secretaría de Cultura. Su autonomía se recortará de tal manera que se suprimirá el derecho al telonero argentino en shows internacionales, al tiempo que tacleará a la Ley Nacional de la Música. Amén de absorber al Ministerio de Cultura, el flamante Ministerio de Capital Humano se hace cargo, mediante la Subsecretaría de Gestión y Desarrollo Cultural, de Tecnópolis y del Centro Cultural Kirchner, espacios esenciales para el fomento de la música nacional. Valeria Ambrosio está al frente del centro cultural y el martes 2 ya vio su primera manifestación contra la gestión, tras el despido de 182 empleados de la Secretaría.
Vale la pena recordar que en el CCK se efectuó en mayo el Mercado de Industrias Culturales Argentina (MICA), donde se realizaron charlas, talleres, showcases y rondas de negocios a los que asistieron varios sectores de la música. A lo largo de 2023, el Auditorio Nacional fue escenario de los ciclos Discos esenciales de Latinoamérica y Discos esenciales de la democracia (1983-2023). En este último se revisitaron álbumes indispensables de la música popular contemporánea argentina como Bocanada, de Gustavo Cerati; Giros, de Fito Páez; y La dicha en movimiento, de Los Twist. El 40° aniversario de este trabajo ocasionó una embestida nostálgica, al punto que de forma espontánea se alentó el regreso de la banda. A persar de que no prosperó, en diciembre Fabiana Cantilo y Pipo Cipolatti se juntaron en Saldías Polo Cultural para desempolvar temas de ese repertorio. Los Ratones Paranoicos tuvieron su regreso en medio de un show de Juanse por los 40 años de la banda, con anuncio de una gira y un Vélez final para 2024.
Otro disco que festejó 40 años fue Clics modernos, la obra maestra de Charly García. Hubo homenajes de todo tipo no sólo en el país sino también en Nueva York, ciudad en la que fue grabado y donde el fotógrafo Uberto Sagramoso inmortalizó la foto de tapa. Justamente en la esquina en la que el músico fue retratado junto al grafiti de Richard Hambleton, en Walker Street y Cortlandt Alley, se inauguró la Charly García Corner (en 2024 se estrenará en Buenos Aires la Esquina Charly García, por los 40 años de Piano bar). Pero si hay algo que evidenció el músico y compositor es que, por más que goce de un glorioso pasado, siempre mira al futuro. Es por eso que en diciembre se confirmó que ya tiene listo su primer álbum de estudio en cinco años: La lógica del escorpión. Y por si alguien extrañaba verlo de vuelta, Andy Chango amilanó esa melancolía al encarnarlo en Netflix.
El primer gran hito de 2023 lo estableció Fito Páez con la celebración de los 30 años de su disco El amor después del amor, consumada en varios apartados. En abril, la plataforma de streaming del “Channnn…” puso a circular la homónima serie, dirigida por Felipe Gómez y Gonzalo Tobal, cuyos 8 episodios desataron pasiones. Desde el gimoteo por los viejos buenos tiempos hasta la polémica sobre la recreación de la época y los personajes. En tanto que Chango la clavó al ángulo con su interpretación, Micaela Riera invocó a esa Fabi Cantilo que todos aman. El estreno del biopic estuvo antecedido por sendos recitales en cancha de Vélez, que implantaron la “fitomanía”, a los que les secundó una extensa gira que finalizó a mediados de diciembre en el Estadio Uno de La Plata. Y el 30 de mayo, el rosarino sacó una (osada) nueva lectura del disco agasajado, a la que tituló EADDA9223.
En febrero, Cosquín Rock levantó el telón de los eventos masivos. Lo que esta vez cambió es que la nueva generación de bandas y solistas superó en proporción a las figuras tradicionales del rock argentino. Un mes más tarde, se produjo Lollapalooza Argentina. De todo ese mejunje de estilos, los artistas más esperados eran Drake, dueño de una performance que dejó mucho que desear, y Billie Eilish, cuyo metro sesenta y uno de altura fue creciendo hasta convertirse en la Goliat de lo alternativo. Por estos días, en Buenos Aires se puede ver vía pública con la imagen de la estadounidense, en la que afirma “Argentina fue uno de los mejores shows que di en mi vida. Fue una locura”. Locura también fue lo que sucedió cuando en el ocaso de marzo salieron a la venta las entradas para los recitales de Red Hot Chili Peppers en River.
El ticket más costoso rondaba los 48 mil pesos, lo que para muchos era una exageración. El resto no lo pensó dos veces y lo compró en cuotas con la tarjeta de crédito. Esa modalidad se tornó en hábito a medida que surgieron más visitas internacionales. Se pusieron a prueba los límites del bolsillo del público y parecía que no había fondo porque ante cada anuncio la respuesta era la misma: sold out. Como si se tuviera el presentimiento de que se venía el fin de una era, la pasión estuvo al servicio la oferta recitalera. Hasta los propios artistas nacionales se subieron al tren de la masividad. De Divididos en Vélez a Ysy A en Huracán, pasando por Airbag, la reunión de Tan Biónica (los dos lo hicieron en Liniers), Los Fabulosos Cadillacs (Ferro), y Babasónicos (Campo Argentino de Polo). Duki, por su parte, hizo historia al convertirse en la primera estrella de la música urbana local en llegar a River.
Miranda!, tras la salida del disco Hotel Miranda!, hizo el Gran Rex, luego el Luna Park y más tarde Ferro. Los indie El Zar, al igual que la crew urbana RipGang y los electrónicos Peces Raros, esbozaron un camino afín para desembarcar en Obras. La residencia fue otro arquetipo usual. Bandalos Chinos agotó 10 Niceto Club, Catupecu Machu llenó 4 Teatro Vorterix, Winona Riders tuvo su seguidilla en El Emergente, y Nicki Nicole hizo 7 Movistar Arena. Esto sucedía al mismo tiempo que se reportaba una invasión internacional inédita. En enero, el DJ David Guetta inauguró en el Movistar Arena la temporada de espectáculos musicales. El legendario grupo de rap Wu-Tang Clan tuvo su debut porteño en el Luna Park, donde dio uno los mejores shows de 2023. KISS les dijo adiós a sus seguidores en el Masters of Rock, y Rubén Blades y Marc Anthony prendieron la mecha salsera.
Volvió un Luis Miguel en estado de gracia, delgado y sin dobles. El último crooner latino brindó en agosto, en su residencia de 10 shows en el Movistar Arena, una oda a la música popular (si esa vez el ticket para verlo en primera fila valía 77 mil pesos, para su vuelta en 2024 los hay hasta de un millón). Pero hubo más regresos. Estuvo el de Pulp (con un recital memorable) en Villa Crespo, Steve Vai celebró su cumpleaños en el Luna, y los nü jazz Bad Bad Not Good versionaron a Invisible en el Konex. Los padres del techno alemán, Kraftwerk, disfrutaron de sus fans cantando la parte instrumental de su hit “The Model”, y el DJ Solomun fue declarado por el gobierno porteño “Huésped de honor” antes de subirse a las bandejas en Mandarine Park. En ese alud de retornos, se colaron los psicodélicos The Brian Jonestown Massacre, los punks Black Flag y Bad Religion, y un Enrique Bunbury endemoniado.
A Roger Waters le hicieron la vida imposible por su apoyo a la causa Palestina. Eso complicó su hospedaje y hasta lo intimaron ante la Justicia para que no actuara en el Más Monumental. Pese a la presión, el ex Pink Floyd desplegó un show a la altura de las expectativas, basado en una puesta altiva y un cancionero de ensueño. Ahí mismo, pero en octubre, The Weeknd se animó a mostrar el poder de su performance, al cantar y bailar en la ciudad que erigió al estilo del film Metrópolis. Como corolario de este raid, a fines de noviembre los Peppers afrontaron sendos River con sabor a ensayo abierto (la vuelta del violero John Frusciante al grupo justificó el delirio). Entre uno y otro show, The Cure se vistió de gloria en el cierre del día uno del Primavera Sound. Aparte de mechar sus clásicos con temas nuevos, Robert Smith hizo las veces de chamán de la oscuridad post electoral. Inolvidable (y pertinente) broncodilatador emocional de dos horas y media.
Durante la segunda jornada del festival, Pet Shop Boys se coronó como lo mejor, seguido bien de cerca por Beck, quien, en medio de su artillería de hits, invitó a Damon Albarn a cantar el tema que grabaron juntos para el proyecto Gorillaz: “The Valley of The Pagans”. El dueto fue noticia en todo el mundo, de la misma forma que la separación de Blur en tiempo real. Se supo semanas después, pero el frontman había advertido en el set: “Es el último, es el último”. El cuarteto inglés volvió al trote con un nuevo disco, The Ballad of Darren. Es tan bueno que rankea entre lo más destacado de 2023. Abrieron su recital con uno de sus temas, “The Ballad”, y cerraron con “The Universal”. Se dio por hecho que, al igual que en Chile, el músico hablaría de la asunción de la ultraderecha, pero aclaró que no lo haría.
El que emitió su opinión fue el público, adaptando la tradicional arenga de los recitales al rechazo libertario. Sucedió en Blur y en las actuaciones de los traperos Dillom (cada vez más punk) y de Milo J (ambos versionaron a Charly en el Primavera). Sin embargo, las que se atrevieron sin pudor a extenderle su antipatía al flamante presidente (antes de serlo) fueron las swifties. Eso sí fue revolucionario. Si la chapa de “show revelación” la compartieron los coldwave Boy Harsher, los Hermanos Rodríguez y la vanguardista Róisín Murphy, el fenómeno del año en la Argentina hay que apuntárselo a Taylor Switf. Es la pura expresión de la soberanía política en el pop, la justicia social desde la perspectiva militante centennial y el populismo de masas. Los tres recitales de la música estadounidense en River (el ala radical de su fandom acampó ahí por 5 meses) son material para un ensayo sociológico.
Mientras los académicos se deciden a reflexionarlo, la cantante y compositora, cuya voz se desdobla de su country nativo a su reinvención indie (aunado por su estoicismo pop), hizo una selección de temas de sus discos en las tres horas de actuación, al tiempo que los recreó estéticamente en el escenario, al lado de sus músicos y su cuerpo de baile. Cuando llegó al país, la cantante era la figura musical que más álbumes había vendido en el primer semestre de 2023 (en simultáneo, regraba sus LPs previos a Lover por un pleito legal). En un año en el que la demanda de vinilo creció un 21,7%, coló dos títulos suyos en el Top 10 de ventas: Midnights y Foklore. Y cerró el segundo semestre de la misma manera. En el Reino Unido, por ejemplo, 1989 (Taylor’s Version) terminó en el primer lugar, por encima de Hackney Diamonds, lo nuevo de The Rolling Stones.
Pese a que se trata del primer álbum de Sus Majestades Satánicas desde 2005, los encuentra en un excelente nivel creativo. Respaldados por las colaboraciones de músicos invitados del calibre de Paul McCartney. A propósito de Maca, The Beatles estrenó en noviembre su último tema, “Now and Them”, confeccionado con ayuda de la inteligencia artificial, a partir de un demo perdido de John Lennon. Sin embargo, entre los mejores álbumes internacionales de 2023 (siempre dentro de los márgenes de la cultura pop) predominaron los lanzamientos de cinco músicas: el arrollador Did You Know That There’s a Tunnel Under Ocean Blvd, de Lana Del Rey; el ecléctico Desire, I Want to Turn Into You, de Caroline Polachek; el iconoclasta Radical Romantics, de Fever Ray; el narcótico The Land Is Inhospitable And So Are We, de Mitski; y el onírico Kill Bill, de SZA (estará en Lolla 2024).
En la Argentina, el trofeo al disco del año (también en términos de cultura pop) es para Súper terror, con el que El Mató a un Policía Motorizado estableció un punto de inflexión entre su pasado indie y su presente post punk (sin obviar su amor por el pop radial). Le secunda El día del trabajador, donde el músico y cantante Fonso pateó el tablero (y el culo) del rock argentino al probar que modernidad o tradición no son las únicas vías: lo es igualmente la disrupción. Sigue Clase B, en el que Mujer Cebra linkea post punk y grunge con épica y adrenalina. El top 5 lo completan la canción enojada de Mala, de Carmen Sánchez Viamonte; y NEO, desdoblamiento punk del trapero Neo Pistea (a manera de bonus track están El mundo pequeño, de Marina Fages, e Inventario, de Manza Esaín). Según Spotify, el artista con más reproducciones fue Ke Personaje, y los géneros más consumidos fueron el turreo y el RKT.
La escucha de ambos estilos creció un 766%, con La Joaqui y L-Gante a la cabeza (tras salir de la cárcel, el cumbiero cantó 3 horas en el Luna Park). Si en 2013 hubo 3 millones de streams para las músicas, este año superó los 2 mil millones. Con María Becerra, Emilia y Lali Espósito (su disco homónimo subió la vara del pop nacional) en el Top 50. Lo que no registraron las estadísticas es que éste fue el año de los productores musicales argentinos, pero plantados desde una dinámica corpórea. Tweety González sacó su primer disco solista, así como Evlay y el dúo Orodembow y 0600. Y Omar Varela afianzó su Urban Dance Music (UDM). El 11 de enero, Bizarrap lanzó el single “BZRP Music Sessions, Vol. 53”, junto a Shakira, volviéndose un hit instantáneo. Luego de que el artista actuara en el Hipódromo de Palermo en abril, la dupla se reencontró en Sevilla, en el Latin Grammy, donde “Biza” alzó 3 estatuillas.
Algunos meses atrás, en los Grammy, después de que se celebrara una performance por los 50 años del nacimiento del rap, los premios relevantes los obtuvieron Harry Styles (“Album del año”), Lizzo (“Grabación del año”) y Bonnie Raitt (“Canción del año”). En los Premios Gardel, Trueno fue reconocido con el “Gardel de Oro” y con la estatuilla a la “Grabación del año”. Y la “Canción del año” la recibió Tini. En el segmento “In Memoriam”, la música perdió a de Jeff Beck, Tom Verlaine, Lisa Marie Presley, Tina Turner, Tony Bennett, Andy Rourke, David Crosby, Robbie Robertson, Sixto Rodríguez, Ryuichi Sakamoto, Jane Birkin, Wayne Shorter, Steve Mackey, Harry Belafonte, Burt Bacharach, Sinéad O’Connor, Shane MacGowan, Rita Lee y Astrud Gilberto, más los argentinos Ricardo Iorio, Chico Novarro, Pablo Molina y Martín Elizalde.
Cuando La Renga tocó en noviembre en el Fin del Mundo, a orillas del canal Beagle, Winona Riders en el AMBA se consolidaba como la revelación del rock argentino en 2023. No sólo eso: entronizó una nueva escena. O más bien un “nuevo under”. Como respuesta al aburguesamiento del indie, cada vez más “palermizado”, apostó por la reivindicación de otros espacios para actuar y por un modelo de trabajo inclusivo, disidente y proletario. Más cerca de Grabois que de la distorsión ácrata de Milei. Desde el año pasado, esta asonada, previendo el cambio de paradigma, le plantó cara a la música urbana. Y a punta de post punk, shoegaze y dream pop, pidió cancha para convertirse en el soundtrack de este periodo de oscuridad política y escepticismo social. A sus veintipico de años, Buenos Vampiros, Mujer Cebra, Kill Flora, Las Tussi, Nenagenix y el sexteto de zona oeste ya resisten en las trincheras.