Facundo Cruz analiza la reforma electoral que el gobierno de Javier Milei incluyó en el mega proyecto que envió al Congreso y advierte que “usualmente, este tipo de sistemas generan una desproporción entre votos obtenidos y las bancas ganadas”. Magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral y doctor en Ciencia Política de la Universidad de San Martín, señala a Buenos Aires/12 que la intención de llevar las elecciones de diputados nacionales hacia un sistema mayoritario uninominal, deja atrás las conocidas “listas sábana”. Pero agrega una opinión: lo que se vende como transparente en materia representativa "no es tan así".

El "no es tan así" coincide con la visión recogida de un dirigente histórico del peronismo bonaerense. El interlocutor de este diario siempre estuvo presente en los cierres de listas y estudia permanentemente los sistemas electorales aquí y en todo el mundo. En su mantra analítico observa otro elemento central: la conveniencia política del cambio. “Nadie hace una reforma electoral si no cree que lo favorece”, asegura. “Coincido”, dice Cruz al ser consultado al respecto. “Sacar la lista sábana te hace tener mayor conocimiento de tu representante, pero tu representante tendrá un comportamiento más particularista y no colectivo”, señala.

A estas consideraciones Cruz le suma una serie de reparos a partir de la coyuntura actual de la política nacional y advierte que la premisa sobre favoritismo rige si el partido mayoritario está consolidado como tal. Algo que, según su mirada, no pasa con La Libertad Avanza que tiene sólo dos años de vida y carece de liderazgos por fuera del propio Milei. “Si cae la imagen de Milei, cae LLA”, indica Cruz.

El proyecto enviado por el Gobierno Nacional estipula que los diputados nacionales serán elegidos por un sistema mayoritario uninominal. Cada provincia será dividida en la misma cantidad de circunscripciones que el número de diputados que la representan. Cada circunscripción elegirá un único diputado. La fuerza política que gane se queda con la única banca en juego.

A su vez, el texto determina que habrá un diputado por cada 180 mil habitantes, lo que agrega 27 diputados a la provincia de Buenos Aires, que hoy solo tiene 70. También elimina las PASO, volviendo a internas partidarias y minimizando las chances representativas de los partidos pequeños. Esta última condición se agrava con la modificación de la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos, donde se eliminaría el tope de los montos para aportantes del sector privado.

—¿El cambio favorece a la provincia de Buenos Aires?

—Para medir el impacto de una reforma electoral, habría que esperar a más de una elección. La realidad, que un sistema mayoritario uninominal tiende a generar una desproporción entre los votos obtenidos por una fuerza política y la proporción de bancas ganadas. Puede suceder que si tenés un partido muy potente a nivel nacional, puedas ganar en más distritos y tener más bancas. El riesgo es la sobrerrepresentatividad.

—¿Por qué?

—En las elecciones de 1951 y 1954 se aplicó este sistema. Allí el peronismo obtuvo un promedio del 65 por ciento de los votos pero se hizo con el 85 por ciento de las bancas. Esto es muy común en Reino Unido, donde está vigente este sistema uninominal. Además, se potencia una lógica bipartidista o bicoalicional, porque se compite por una sola banca y hay poco lugar para quienes hoy ocupan el tercer, cuarto o quinto lugar entre los partidos.

—¿Esto se agrava por la reforma que quita los topes al financiamiento de los partidos políticos de parte del sector privado?

—Sí, porque reforzás la capacidad de quienes pueden juntar más dinero. Desde el Gobierno Nacional dicen que se sincera lo que sucede. En realidad, lo que establece va en contra de las normas comúnmente aceptadas sobre el financiamiento de la política, que suele ser con un sistema mixto público-privado, con tope al privado. Si sacás las Primarias y modificás el sistema de financiamiento, dejas atrás de la línea de largada a los partidos más chicos.

—Pero si la provincia va a tener más diputados, va a tener más peso en el recinto…

—Hay que tener en cuenta que es un sistema donde se elige un único cargo por circunscripción. Cada banca cotiza mucho, creando una lógica política particularista.

—¿Qué significa?

—Al representar a un distrito más pequeño, teniendo mayor cercanía, y donde te conocen de manera más directa, tendés a volverte un político que busca beneficios para ese distrito particular porque te asegura la reelección. Más que un orden partidario, vas a tener un recinto particularizado, generando un choque entre la disciplina partidaria y la cercanía con los votantes.

—¿Eso atenta contra la representatividad provincial?

—Sucede que esta particularización hace que, quizás, un diputado que represente a un agrupamiento de municipios de la zona norte de la provincia tenga más empatía o intereses comunes con un diputado del sur de Entre Ríos o de Santa Fe y no lo tenga con uno del conurbano.

—¿Habría igual representación para el interior que para el conurbano?

—Hay que tener en cuenta que, de sancionarse la ley, la Dirección Nacional Electoral debería trazar las circunscripciones, lo cual abre todo un abanico de posibilidades. Teniendo en cuenta que el proyecto de ley dice que las circunscripciones no deberían tener una diferencia mayor al tres por ciento de cantidad de habitantes entre cada una, uno puede presuponer que habrá una mayor concentración de diputados en el conurbano que en el interior. Un municipio del conurbano podría dividirse en varias circunscripciones y, por el contrario, varios municipios del interior conformarían una única circunscripción.

—¿Eso beneficia a los intendentes del conurbano?

—Muy probablemente los líderes territoriales como los gobernadores e intendentes tendrán mayor injerencia a nivel nacional. Habrá que ver quién conformará las listas. De qué manera se organizan los partidos teniendo en cuenta que con este proyecto también se eliminan las PASO, lo que hace que cada partido deba ser fuerte y con mucha organización para presentar candidatos en todos los distritos.

—La cercanía que mencionás entre representante y representado, ¿hace al sistema más transparente?

—En los sistemas mayoritarios uninominales hay una conexión directa entre el representante y el representado. Generalmente, en los países donde se utiliza este sistema el candidato tuvo una carrera política en su distrito y es conocido. Hay un vínculo más personal. Nacieron en el distrito, estudiaron ahí, viven en el lugar. Pero hay que ver cómo sería en Argentina según la reglamentación. Hay que ver los requisitos, porque en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, no hace falta tener domicilio en la sección electoral que se representa en la Legislatura. Y, además, hay que tener en cuenta que es un sistema que eleva la tendencia de la reelección.

—¿Por qué?

—Porque quien gana es el más conocido y empieza a conseguir cosas para el distrito que representa. En Estados Unidos y en Reino Unido, por ejemplo, los parlamentarios pasan décadas en sus bancas. En Argentina eso es distinto. La Cámara de Diputados es un lugar de transición para volver después cada uno a su provincia como intendente, ministro o gobernador.

—¿La Libertad Avanza cree que con esta modificación tendrá más representantes en la Cámara Baja?

—El que hace una reforma electoral asume que lo favorece. El dominante hace la reforma para consolidarse. Lo que no sabemos es qué impacto tendría esta reforma en el sistema partidario argentino que está mutando. Así que puede salir el tiro por la culata.

—¿Qué quiere decir mutación?

—Hasta esta elección presidencial la lógica que había en la política nacional era bicoalicional: la coalición peronista y la cambiemita. La entrada de Milei cambió eso. Es el juego de tercios del que hablaba Cristina. En el balotaje, dos de esos tercios se juntaron. Yo creo que la reforma electoral se basa en que LLA considera que el 55 por ciento de que los votó en el balotaje son votos propios. Y ahí creo que hay mucho voto prestado, en el sentido de que votaron una opción solamente para que pierda el peronismo. Entonces se ve una reforma que busca consolidar un partido que aún no está consolidado.

—¿Por joven?

—Sí. Porque LLA depende exclusivamente de Milei y no hay construcción partidaria, organizativa que perdure en el tiempo porque es una fuerza política que se construyó hace dos años. Depende enteramente de Milei, de su popularidad, de su voluntad de sus decisiones y de su liderazgo. Si cae el apoyo popular a Javier Milei, cae el apoyo a LLA. Estamos viendo un proceso formativo de LLA. Y si no hay un ordenamiento de la economía, la imagen de Milei caerá. 

—¿Desde el mileísmo hay una militancia digital que solapa ese tránsito tradicional de los partidos políticos?

—Sin dudas. LLA es un espacio que tomó forma en el mundo digital y ese ha sido su punto característico. Es un espacio de discusion que nace como oposición a las medidas tomadas por el Gobierno Nacional durante la pandemia. Primero fue un espacio de protesta que pasó a ser un espacio de propuesta anclándose en los principios libertarios. Toda su campaña ha sido evidentemente digital. No tienen capilaridad territorial sino digital, apoyándose en la popularidad de Milei. Las candidaturas se construyeron en base a quien pueda bancarse en su distrito. Entonces esperan que se acerquen dirigentes a pedir ser la cara de Milei.