Se siente el lamento contenido en un espacio de duelo íntimo, que al tiempo está cargado de la más pura vitalidad. Estamos inmersos en Quipu desaparecido, pieza de Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 1948) nunca antes vista en América latina, hasta ahora sólo expuesta en Boston y Brooklyn y que pertenece a la colección de Eduardo Costantini. A la instalación textil, Vicuña le sumó video y sonido: este es su primer quipu multimedia. “Alude a la desaparición por las dictaduras militares en América latina y alude también a la desaparición de la memoria textil precolombina por la violencia colonizadora”, señala Miguel López, curador de la exposición. “En el siglo XVI los conquistadores se propusieron extinguir los quipus, métodos de comunicación altamente codificados y, por lo tanto, para ellos, potencialmente subversivos”.
Estamos en el Malba, en Soñar el agua, una retrospectiva del futuro (1964-...), la exposición más exhaustiva dedicada hasta hoy a la poeta, artista visual y activista feminista Vicuña, una mujer de una producción deslumbrante, que habla con dulzura extrema y con un hilo de voz. Con 200 obras, entre pinturas, dibujos, textos, serigrafías, collages, textiles, vídeos, fotografías, instalaciones, libros-objeto, documentos y performances realizadas en distintos sitios de América y Europa, la muestra recorre sesenta años de la prolífica producción de esta artista ganadora del León de Oro en la Bienal de Venecia (2022). Además, Vicuña obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas 2023, uno de los galardones más prestigiosos que otorga su tierra natal. Previo a este reconocimiento, fue elegida miembro honorario extranjero de la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos.
La exposición está organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, donde la muestra se presentó hasta septiembre. Tras su paso por Buenos Aires, la imperdible exhibición se presentará en la Pinacoteca de San Pablo. Desde muy joven Cecilia ya tenía conciencia muy clara de la contaminación del planeta, un tema que la desvela y que da título a la muestra que se exhibe por estos días en el Malba. Soñar el agua alude a la humedad como potencial regenerador de la tierra.
La obra de Vicuña, artista que hasta hace muy poco tiempo no era conocida, es poesía en estado latente que toma diferentes formas y soportes: dibujos, pinturas, performances, collages, objetos, procesiones. Y la lista sigue. Todo tiene un tinte poético o está acompañado por textos alusivos que complementan el sentido metafórico y sutil de la pieza en cuestión.
Hay un conjunto de piezas que corresponde a Tribu No, un grupo santiaguino de jóvenes artistas y poetas que buscaban expresar su oposición a las fuerzas conservadoras en Chile. Además se exhibe una serie de trabajos tempranos nunca antes vistos. El erotismo cumple un rol clave en su producción. “Para Cecilia, la idea de la poesía es un acto libidinal, es un acto creador erótico, deseante, que lo que hace es polinizar, hacer germinar nuevas posibilidades en la sociedad. El erotismo ha sido una brújula importante en el trabajo de Cecilia”, señala el curador.
En una de sus pinturas la artista representa su primera menstruación. “Ella es muy consciente de una violencia que se ejerce contra los cuerpos de las mujeres. Va a incorporar reflexiones constantes de la menstruación en su trabajo”, sostiene López. Desde temprano Vicuña insistió en quebrar con la lógica tradicional, masculina, patriarcal del partido y del discurso revolucionario vertical. “Intentó incorporar el feminismo dentro de las discusiones de la unidad popular del gobierno de Allende”, suma el curador. Vicuña reclamó un socialismo en el que el erotismo tuviera un componente político y revolucionario.
Sus pinturas son complejas, prolíficas, a veces conviven en ellas múltiples personajes como en un singular cómic. Reflexiona sobre el poder del amor profundo, al tiempo que lo hace sobre las estructuras de poder. Estaba absolutamente comprometida con la lucha por la autodeterminación de las comunidades indígenas.
En un díptico, Vicuña se retrata junto a su novio de la juventud. Ambos tienen tres manos. Con una se dan la mano. La artista pintó lo que cada uno ve del otro: la mirada teñida de deseo y admiración. Claudio, su novio, la ve a ella escribiendo poemas, desnuda. Y Cecilia lo ve a él, también desnudo, con su batería. Una escalera infinita que emerge de la cabeza de Vicuña simboliza su capacidad creativa.
Otra pintura condensa la historia de su madre, que tiene 99 años y que la acompañó en su viaje a Buenos Aires. En otras de sus pinturas habita un espíritu animista. También se exhiben trabajos que hizo en Londres. Tras el golpe militar contra el presidente Salvador Allende, vivió exiliada desde los inicios de los años setenta. En Londres, fue cofundadora de Artists for Democracy, en 1974, grupo que creó para responder al golpe militar, como una manera de solidarizarse con las luchas antidictatoriales en Chile y antiimperialistas en el mundo. Las obras de este período evidencian su reacción ante el golpe militar.
Sus Palabrarmas (palabras-armas), que surgen de una profunda investigación sobre las raíces del lenguaje, son bellas y simbólicamente potentes. La artista comenzó en 1973 a hacer dibujos, collages, videos y performances que reflexionan sobre el papel del lenguaje en un tiempo de represión política y desapariciones forzadas en América Latina. Puso el foco en los efectos que provoca la desinformación. Son palabras que se abren y que, al momento de hacerlo, generan nuevos sentidos. Una palabra es para la artista una pala que abre. La mentira, por dar un ejemplo, hace trizas la mente: así lo expresa en un dibujo. “Esa mentira es la que sostuvo el golpe militar. La mentira que se orquestó para cometer el golpe: esa es la mentira a la que está aludiendo Cecilia y también a los efectos del golpe militar en el cuerpo”, dice el curador.
“Las Palabrarmas fueron publicadas por primera vez en Buenos Aires en 1984. Yo estaba recién empezando mi vida acá. Antes yo estaba viviendo en Nueva York y un poeta amigo mío, Humberto Díaz Casanueva, un gran poeta chileno, me dijo que cuando viniera a Buenos Aires tenía que contactarme con una pareja de poetas que tenía una editorial. Entonces los conocí a ellos y de inmediato se interesaron en publicar el libro Palabrarmas”, dijo la artista consultada por Radar, durante la conferencia de prensa en el Malba. Y añadió: “Las Palabrarmas surgieron como respuesta al golpe militar en Chile, que fue la primera campaña exitosa nacional en establecer una gigantesca mentira. Y esa gigantesca mentira que se usó para masacrar, no solamente a miles de personas, sino para liquidar la cultura democrática participativa, la democracia participativa de Chile, que era una joya desde cualquier perspectiva histórica a nivel global. Entonces las Palabrarmas son la respuesta desde el lenguaje”.
La instalación para sitio específico Quipu menstrual (La sangre de los glaciares) fue originalmente concebida por Vicuña en 2006 como una acción ritual para la anulación de un proyecto que iba a destruir tres glaciares del norte de Chile para extraer oro. Su obra, realizada el mismo día en que Michelle Bachelet fue elegida la primera mujer presidente de Chile, es un alegato por la preservación de la tierra.
La artista define al quipu como “una percepción táctil y uterina, un cordón umbilical al cosmos”. “Nosotros como seres humanos estamos conectados al cosmos: todo nuestro cuerpo es un ser cósmico, todas las partículas que nos componen son criaturas cósmicas –dice—. Nosotros ahora estamos dedicados a destruir el planeta, a destruir los pueblos, a masacrar a los niños, a masacrar a las mujeres. Estamos dedicados a un acto de autodestrucción brutal. Frente a esto, el quipu es un gesto poético para que nosotros recordemos nuestro cuerpo”.
El agua es la preocupación constante de la artista: la preservación de este medio escaso y vital para nuestro planeta. La sangre de los glaciales, imponente instalación de 23 metros de alto, alude a la conexión entre la sangre menstrual y el derretimiento de los glaciares. Glaciares que no dejan de sangrar.
La muestra se peuede visitar en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), Av. Figueroa Alcorta 3415, Sala 5, nivel 2; y sala 1, nivel -1. Hasta el 26 de febrero.