El rey Mateu despertó aquella mañana de 1879 con uno más de sus excéntricos deseos. Llamó a Ursúl -su asistente de mayor confianza- y le encomendó una tarea: “Ve por el mundo, encuentra y tráeme al castillo la máquina más fascinante y eficiente que exista. Considera como tiempo límite doce años, te daré todo lo necesario. No regreses sin la máquina, confío en ti”. Al amanecer, Ursúl tomó un bolso preparado con lo que el rey había indicado, y emprendió su viaje.
Recorrió cada rincón del planeta, y se reunió con los más reconocidos inventores y los más prestigiosos técnicos e industriales de la época. A medida que localizaba alguna máquina sorprendente, la registraba en un cuaderno, haciendo un croquis y una descripción de su funcionamiento, para una vez finalizado su recorrido, seleccionar una y hacer las negociaciones para adquirirla y trasladarla hasta el reino.
Una tarde, en su paso por el pueblo de Corona, Nueva México, Ursúl se detuvo en un banco de una plaza. En el otro extremo del banco, se encontraba un anciano, de aspecto extraño, y se pusieron a conversar. Ursúl, le contó de su origen y de su misión. El anciano le dijo que él sabía exactamente dónde estaba aquello que buscaba: “La máquina más fascinante y eficiente que existe en todo el cosmos, la tienes más cerca de lo que crees, es tu cuerpo”. La charla duró hasta la medianoche. Ursúl comprendió perfectamente, sintiendo una profunda alegría por haber culminado su búsqueda, emprendiendo al día siguiente el regreso al reino.
Al llegar al castillo lo recibieron con una rara mezcla de fervor y desconcierto, ya que regresó sin ningún tipo de artefacto, pero con el rostro que expresaba la satisfacción de un retorno victorioso. Ursúl, con plena convicción, le comentó al rey lo encontrado: “Mateu, la máquina más fascinante y eficiente que existe en toda la galaxia, es el cuerpo humano, es parte de ti”, y argumentó por dos horas su hallazgo ante la mirada casi sin parpadeo del rey: “Es la única máquina que puede autorrepararse. Su eficiencia es inigualable: ingresándole unos trozos de carne o unas frutas, y un poco de agua, puede generar trabajos asombrosos durante muchas horas, construir otras máquinas, y hasta fabricar instrumentos y generar música a través de ellos. Ninguna de las demás máquinas, por sofisticadas que sean, pueden compararse”. Continuó luego detallando una larga lista de virtudes carentes en todas las demás máquinas.
Al finalizar, el rey quedó unos minutos en silencio con la mirada en el infinito. Mateu anheló durante años la llegada de una compleja máquina colmada de engranajes para ubicarla en el salón central y ser feliz contemplándola. Se sintió decepcionado, y sin intermediar palabras, envió a matar a Ursúl. El rey era de los que pensaba que era posible encontrar la felicidad en alguna cosa. Ursúl le había propuesto algo distinto, descubrirla en él mismo.
Años después, Mateu enfermó gravemente, y en la soledad de su habitación, hizo el último de sus peculiares pedidos: una gran cuchara de plata, pulida a espejo.
En sus últimos días, el rey declaró que durante esos meses utilizó aquella cuchara como espejo, contemplándose día tras día usando el lado cóncavo, para verse invertido. Dijo que comprendió que Ursúl no le había mentido, que el cuerpo humano es, en fusión con el alma, la creación más sublime. Dijo además, que al lograr verse al revés, con un espíritu patas para arriba, pudo ver muchas cosas también al revés, percibiéndolas como verdaderamente eran.