A los que estamos comprometidos con la salud mental de la sociedad argentina nos preocupa la creciente ola de violencia juvenil. La violencia en "manada" se ha vuelto habitual tras varios casos similares en los últimos tiempos.
Las crisis socioeconómicas generan ataques de violencia contra sí mismo y contra el semejante, pero hoy estamos ante un fenómeno de riñas entre jóvenes que se han convertido en luchas a muerte.
La ola de violencia es sucedánea del desmoronamiento del valor del otro como amigo, hermano, compinche, para dar paso a una fratría desbordada en la cual sus integrantes se juntan para causar daño.
Freud se refería a la horda primitiva para caracterizar las acciones de un grupo carente de compasión y dispuesto a todo. ¿Somos una sociedad impotente ante la violencia? ¿Cuáles son las causas de esta irrupción de muertes en vano?
Si tomamos otro creciente síntoma social e individual como lo es el ataque de pánico, podemos observar que este ataque embate sobre el mismo sujeto pues la descarga de ansiedad oprime su cuerpo y la descarga emocional o la angustia, irrumpe contra el psiquismo. Las causas son muchas. Desde el psicoanálisis podemos adelantar que en el ataque de angustia se ve afectado el sujeto psíquico y corporal que padece de la violencia contra sí mismo. ¿Qué ocurre, en cambio, en los ataques de ira? En los ataques en manada la violencia cae sobre un sujeto "designado para morir"; la ira y la impotencia se descargan contra un otro.
El "designado" es un sujeto al que se le asigna algún rasgo de discriminación y/o de culpabilidad. A veces una mera mirada o gesto puede desencadenar el ataque de golpes, el cuchillazo.
Aún no hemos dicho nada sobre el designado como "violento", quien es a su vez un sujeto mortificado. La dupla víctima-victimario debería ser comprendida desde el ángulo de sujetos mortificados, los que desde el dolor y el sufrimiento emocional pierden las coordenadas de la convivencia. El ataque es un "arrebato" de ira contra todos pero que identifica a un sujeto más débil para atormentarlo.
¿Se da esto solo entre varones? ¿Es propio de los equipos de rugby? No, se da también entre mujeres, solo que entre mujeres queda menos visibilizado. Muchas veces el deporte construye una modalidad de agrupabilidad centrada en el ataque que luego es trasladada a otras áreas sociales.
Así como no se trata de una cuestión de géneros, tampoco de tal o cual deporte; más bien la violencia es la cara visible de un padecimiento psíquico canalizado de modo muchas veces arbitrario y otras veces sobre una misma víctima perseguida hasta su muerte.
Del bullying escolar hoy hemos pasado a un modo peculiar de humillación del otro: golpearlo hasta morir y al ser entre muchos sin posibilidad de fuga o defensa.
La ira de la patada es la ira de un golpeador que ha perdido los límites no sólo de su motricidad, sino de su equilibrio emocional y afectivo, que es el que gobierna la motricidad.
Si bien estos hechos quedan bajo el dominio de la justicia, no menos importante es la intervención de los equipos interdisciplinarios en los cuales los psicoanalistas podemos aportar algunos aspectos sobre lo inconsciente y sobre los vínculos familiares y sociales que anteceden a los sucesos.
Surge ante estos hechos el siguiente interrogante: ¿se puede haber prevenido la muerte?
Si hablamos de un “ataque de ira”, este no puede ser prevenido porque corresponde a un desborde, es decir, el golpeador o los golpeadores son atravesados por una emoción que no pueden controlar. La idea de “arrebato” es en casi todos los casos, la que guía a estas acciones.
El arrebato de ira es enloquecedor y se transfiere generalmente de un miembro al otro sin pasar por la conciencia judicativa sino solamente emocional. Estos jóvenes padecen una pérdida del juicio por lo cual están impedidos de pensar sobre sus acciones.
Recordemos un caso reciente en el cual los acusados estaban sentados impávidos aun en su propio juicio. Por esto mismo pensamos desde la salud mental de nuestra población, que la cultura del "se puede todo" se transforma en un padecer individual y comunitario.
Mirta Goldstein es presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)