Los últimos ocho años de gobierno se han caracterizado por una drástica redistribución del ingreso desde los sectores asalariados e informales, hacia los sectores concentrados de capital, tanto nacional como extranjero. También se han destinado gran parte de las transferencias del Estado al sistema financiero y al pago de intereses de la deuda.
Desde la irrupción de su candidatura, el actual presidente Javier Milei estuvo excitando una traumática experiencia para los ciudadanos argentinos: hiperinflación y recesión por expectativas. Lo hizo advirtiendo a los tenedores de depósitos que retiraran el dinero de los bancos y fijándole precios tentativos al dólar. No pudo lograr que el gobierno de Alberto Fernández absorbiera más que una pequeña parte del naufragio que deseaba impulsar.
Ahora mismo Milei está ensayando un “libertarismo neoliberal”, reflejando los intereses del establishment local e internacional. Como parte de esta exploración incorporó a su gabinete a gran parte del elenco del gobierno de Mauricio Macri 2015-2019. El PRO cogobierna con LLA.
Un ajuste ortodoxo
La Libertad Avanza intentará iniciar un proceso de privatizaciones para que los acreedores externos se aseguren que van a recuperar sus activos financieros (deuda). Si esto fuera factible, los grandes fondos de inversión, los grupos económicos nacionales y las grandes trasnacionales se podrían apoderar definitivamente de todos los mercados oligopólicos.
En la primera etapa del plan se puede ver el repliegue del Estado argentino de funciones que le competen a los Estados modernos. Está en marcha el regreso del modelo agroexportador sobre la base de un sistema regresivo de funcionamiento de la economía, que expresó abiertamente el ministro Luis Caputo, al conferenciar su objetivo de retroceder cien años atrás (hacia 1923).
El presidente impulsa una hiperinflación para licuar gastos corrientes, salarios del sector privado y, depósitos en pesos de los ahorristas. El siguiente paso -cuando los precios no se correspondan con los ingresos- lo dejó en claro la canciller Diana Mondino con la frase “si no tienen plata en el bolsillo, no van a comprar cosas muy caras”, es una recesión de magnitud, fundada en una economía de mercado con apertura externa indiscriminada.
Las medidas anunciadas son un plan de ajuste hiper ortodoxo: fuerte devaluación, control del tipo de cambio, aumento de retenciones, aumento de impuestos y recortes del gasto público. Liberación del precio de los combustibles, de la electricidad, el gas, transportes y otros servicios públicos. Sin duda esto impulsará, aún más, la inflación. Aquello que en el manual del alumno liberal hubiera reemplazado al Plan Bonex, procede a un canje con “cargo al Tesoro con títulos” y a “los ahorristas que pagan con tasas negativas”. Además, se ha creado más deuda nacional, con un creativo bono para importadores (Bopreal).
La ignominiosa gestión presupuestaria de Mauricio Macri, que no pudo resolver Alberto Fernández, más la pandemia, la guerra, y la sequía han sido devastadoras. Desde el comienzo del nuevo gobierno, se observa un proyecto de ajuste fiscal del orden de 5,2 por ciento del PBI para eliminar el déficit, y lograr el equilibrio después del pago de intereses de la deuda pública.
Para su ejecución fue designado Luis Caputo, el destituido ministro de Macri -relevado a pedido de Christine Lagarde en 2018- bajo pena de interrumpir los desembolsos pendientes del FMI. El flamante ministro comanda un ajuste en el que el 60 por ciento provendrá de una reducción de gastos y, el 40 por ciento restante, procederá del aumento de ingresos, mediante crecimiento de la carga impositiva e inflación. La pérdida esbozada derramará en forma directa e indirecta sobre pobres y clase media. El ajuste lo pagará el 99,5 por ciento de la ciudadanía, mientras que el 0,5 por ciento restante quedará a cargo de los beneficiarios de todo el programa.
Caputo pretende bajar el gasto alrededor de 3 por ciento del PBI mediante la reducción de los subsidios a la energía y el transporte desde febrero 2024 (0,7 por ciento del PBI). También recortará el gasto en obras públicas (0,7 por ciento del PBI). La reducción al mínimo de las transferencias a las provincias (0,5 por ciento del PBI), la eliminación de programas sociales (0,4 por ciento del PBI) y la reducción de gastos de funcionamiento (0,5 por ciento del PBI), completan el cuadro.
Por el lado de los ingresos, se intentarán incrementar los recursos 2,2 por ciento del PBI mediante el aumento del Impuesto País (0,8 por ciento del PBI), retenciones (15 por ciento) a las exportaciones no agropecuarias (0,5 por ciento del PBI); regreso al Impuesto a las Ganancias (0,4 por ciento del PBI) y una nueva moratoria más un programa de adelanto del pago de Impuestos a los Bienes Personales (0,5 por ciento del PBI).
Poco republicano desde el comienzo, Caputo optó por partidas que no requerirían la aprobación del Congreso. Aunque los anuncios si deberían pasar por el Congreso, sobre todo la restitución del Impuesto a las Ganancias, votado fervorosamente y con sólida argumentación por el presidente Milei dos meses atrás, cuando era diputado nacional. La eliminación de la fórmula de movilidad jubilatoria podría ser inclemente. El ajuste fiscal, es, a todas luces, socialmente insostenible.
La iniciativa Leliq, del tándem Federico Sturzenegger-Caputo con que los bancos ganaron fortunas, representaban 60 por ciento del déficit. Alberto Fernández no las pudo desarmar totalmente, aunque aplicando tasas negativas y devaluaciones las fue licuando a menos de un tercio de lo que heredó de Macri en 2019. En mayo de 2017, el stock de Lebac y pases era de 1,2 billones de pesos (alrededor de 80.000 millones de dólares al tipo de cambio de ese momento).
Entre 2019-2023 se fue licuando a los ahorristas en pesos del sistema financiero. Caputo simula estar haciendo lo mismo -les paga tasas negativas nominales-, pero con capitalización diaria es 171,46 por ciento de tasa efectiva. Los intereses apuntan a cerrar 2023 dejando un agujero de alrededor de 9 por ciento del PBI. Cristina Kirchner en 2015 se fue con 3 por ciento del PBI. Las Leliqs se esfumaron, y se convirtieron en pases a un día. La situación sigue siendo peligrosa frente a cualquier mala noticia o hecho inesperado.
Plan Caputo
A 48 horas de asumir, Caputo informó que el tipo de cambio oficial iba a ser de 800 pesos, lo que implicaba una devaluación nominal de 118,3 por ciento en relación a los 366,5 pesos previos. Anunció que aplicará una política cambiaria de crawling peg (micro devaluación) de 2 por ciento mensual. El objetivo inmediato era conseguir dólares de exportaciones y desacelerar las importaciones, lo cual frenaría la actividad económica, en su estrategia de encender el aire acondicionado y la estufa al mismo tiempo.
La devaluación no solo fue acompañada por un incremento del Impuesto País a las importaciones de 17,5 por ciento, también hubo sube y baja de las retenciones de todos los productos, salvo los derivados de la soja (aceite a granel, pellets). Se reemplazaron las SIRAs por un sistema estadístico sin licencias. El sobreprecio del dólar tarjeta y dólar ahorro se abrevió de entrada de 155 a 65 por ciento, quedando 30 por ciento el Impuesto País, mas 35 por ciento de retención en ganancias.
Con una inflación mensual del orden de 30 por ciento en los próximos meses la mejora en la competitividad del tipo de cambio real se diluirá rápidamente. El objetivo de competitividad de las exportaciones es muy precario. El desequilibrio que produjo la sequía 2023 impactará en 2024 en forma inversamente proporcional en las reservas del BCRA.
El equipo económico inventó un nuevo término: inflación reprimida. El clásico bastón de doble mango se toma de donde convenga. Según sea la diatriba, Sergio Massa reprimió la inflación o la disparó. Lo cierto es que la estructura de precios relativos tiene que ver con el marco teórico del gobierno que finalizó y “las expectativas” (marco monetarista) creadas por el actual presidente, favoreciendo un intento de hiperinflación para que el costo político lo pagaran Alberto Fernández y Sergio Massa.
La deuda que Macri transfirió
En 2024 vence deuda pública en dólares por 13.150 millones de dólares. Una rápida renegociación del programa del FMI podría ayudar con los vencimientos de capital después de marzo 2024, aunque no se habla de financiación neta positiva. Sumado a esto, el BCRA ha intervenido en el mercado cambiario ofreciendo seguros de tipo de cambio a través de Ledivs, vinculados al tipo de cambio oficial. Sumando las Ledivs y los dólares futuros, la posición corta asciende a 7700 millones de dólares.
Sin sequía, se estima una reversión del flujo con un superávit comercial de bienes de 17000 millones de dólares en 2024, contra un déficit de 7050 millones de dólares en 2023 (24 mil a favor), como resultado del acrecentamiento de las exportaciones agrícolas, alrededor de 11.000 millones de dólares y, la reversión del déficit energético, que pasa a superávit de hasta 2500 millones de dólares en 2024. El superávit comercial ayuda las necesidades en dólares, incluyendo los vencimientos de la deuda pública, los futuros y Ledivs, 10.000 millones de dólares de dividendos cuyo giro al exterior se desea autorizar, y lo que quede de la estatización de la deuda comercial de los importadores.
Sin embargo, los planes de estabilización en la Argentina no funcionaron nunca, por una razón muy sencilla: en la medida que se desacelera la tasa de inflación por la recesión, la recaudación cae a una velocidad mayor que la reducción del gasto público, requiriendo más financiamiento y generando un círculo vicioso.
Quejas que no se hacen esperar
Los libertarios se encuentran decepcionados sin la liberalización del cepo, avance del Estado con impuestos al campo, desmediatización de la dolarización y cierre del BCRA. Los liberales (Ucema) están espantados por la estatización de la deuda de los importadores, entendiendo que el asunto de los importadores procede entre vendedores y compradores, que debieron evaluar los riesgos. Por ahora Milei es lo más parecido a Macri, pero sin miedo. Una derecha tecnocrática, rodeada de la “casta macrista”.
Lo extraño es la exaltación de lo religioso. El culto judío que contrasta con la tradición espiritista (Saúl, el primer rey de Israel, es desechado por Dios por consultar con una adivina). Espiritismo intra especie que incluye animales y economistas muertos. El esoterismo espiritista multi especie, no puede ser compartido por ningún judío que haya leído los libros de Crónicas y Reyes. Hay algo que no se entiende, no de la conversión de Milei al judaísmo, sino de los sacerdotes o rabinos que lo asesoran.
La Libertad Avanza cogobierna con el PRO y parte de Juntos por el Cambio. Del PRO hay ministros como Patricia Bullrich, Luis Caputo, Sandra Pettovello (que aglutina ministerios anteriores en forma de secretarías), Santiago Bausilli -ex procesado-presidente del BCRA (cliente del Estudio Cúneo Libarona-familia del ministro de Justicia), más tres economistas, Martín Vauthier, Federico Furiase y Felipe Berón. Aliados con el gobernador macrista de Juan Schiaretti, el menemismo, y otros sectores del peronismo disidente. Macri perdió en Boca, pero le armó medio equipo a Milei.
¿Otro 2001?
En un escenario de 46 por ciento de pobreza y 10 por ciento de indigencia, y una inflación proyectada en torno al 25 por ciento, un brutal plan de ajuste implica desafiar la frontera establecida en 2001. El doctor en ciencia política Carlos Gervasoni estudió las circunstancias de la crisis argentina entre 1999 y 2001, comprendiendo que el colapso financiero, además de tener consecuencias negativas a nivel económico, tiene efectos importantes en lo político: pueden provocar inestabilidad y debilidad gubernamental.
Una cronología del turbulento año 2001 muestra cuál fue la impronta en el manejo. Después del “blindaje”, la confianza en los mercados locales había mejorado. En enero el Merval había experimentado una importante suba como consecuencia de las expectativas positivas.
En marzo de 2001 Ricardo López Murphy se hizo cargo del despacho económico acompañado por economistas de FIEL y colegas de la política tecnocrática. Se comprometió a cumplir las metas con el FMI y, tras su asunción el Merval subió 8,1 por ciento, se arriesgó a una reducción del gasto de 1900 millones de dólares y 2500 millones para 2002. Su conjunto de recortes y medidas fue resistido, y se le pidió su renuncia en movilizaciones callejeras. López Murphy es desplazado pocos días después, cuando Fernando de la Rúa ya estaba en contacto con Domingo Cavallo, quien sería designado a las pocas horas.
Como López Murphy, Caputo no parece un ministro de largo alcance. Algunos lo conciben como el único kamikaze posible, otros especulan que volvió para “hacer de las suyas” y, apenas termine con su objetivo, se va.
Caputo, “el Messi de las finanzas de Macri”, se hizo cargo del Ministerio de economía-incluyendo el control de Energía y Minería- e indirectamente del BCRA, acompañado de sus socios del estudio Anker, mix de tecnócratas y traders. Se tomó 48 horas en blanco y grabó dos veces un video descuidado, tanto por las medidas, como por lo discursivo y comunicacional.
Los anuncios en materia de ajuste fiscal, en las actuales circunstancias son intolerables para la ciudadanía y decepcionantes para liberales, libertarios, conservadores y compinches de la platea de socios. Las primeras limaduras de la coalición antiperonista no se hicieron esperar y cavilan en voz baja. ¿Le ocurrirá lo mismo que a López Murphy, será desplazado en poco tiempo? Caputo no luce como alguien a quien “le entren las balas”. De la Rúa tenía a mano a Cavallo, quien sería designado a las pocas horas. ¿Tendrá un reemplazo Milei, si Caputo, “Caput”? No lo sabemos.
*Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.