Nunca imaginó Pablo Jaurena abrir el fueye en los escenarios de los Latin Grammy en Sevilla, y menos con Bizarrap, Agarrate Catalina, Milo J, Quevedo y Shakira a metros suyo, en la gala del escenario. El nacido en Río Tercero, tristemente célebre por las explosiones de la fábrica militar, acompañó al también cordobés Ariel Ardit en un número tanguero liderado por el carisma del “Biza”. Había llegado hasta allí por una nominación a mejor álbum de Tango por su Retrato del aire, un disco de bandoneón solo, sonido acústico lejano a las pistas electrónicas de los raperos.
“El número fue una apuesta de Bizarrap, tocando algunas de sus pistas en nuevas versiones, fusionando con ritmos y músicas rioplatenses. Para mí, resultó una experiencia única, sobre todo por el tipo de montaje, la magnitud del evento y por la repercusión que tuvo en los medios y el público”, dice Jaurena, acostumbrado a espacios reducidos y circuitos más tangueros. En Europa aprovechó para encontrarse con leyendas como Paquito De Rivera y Chucho Valdés, y recorrió Barcelona, Madrid y París presentando su libro 10 Estudios para Bandoneón (Editorial Tango Sin Fin), incluyendo un workshop de bandoneón para músicos locales.
El joven Pablo Jaurena, de 42 años, viaja por el mundo y disfruta de una etapa de consolidación en el tango instrumental: está trabajando en la escritura del volumen II en una edición bilingüe. “El libro es una herramienta para colegas en formación y para maestros en sus clases -enfatiza, en su faz pedagógica-. Son diez piezas cortas originales y de nivel inicial-intermedio, cada una enfocada en aspectos técnicos del tango y que permiten su entrenamiento (acentos, estacatos, ornamentos). Dúos o tríos pensados para ser tocadas por el maestro con su alumno o entre varios. Además cada parte fue grabada individualmente por mí, lo que permite escanear un código QR y escuchar la sumatoria de las partes”. Para 2024, en su proyección internacional, la maleta se prepara para workshops intensivos en Estados Unidos y Alemania junto a colegas como Paulina Fain, Ignacio Varchauvsky, Guillermo Rubino y Exequiel Mantega.
Comenzó con la música en la adolescencia siguiendo a su hermano guitarrista. Primero probó con la batería y armó una banda de rock en el secundario con covers de Nirvana, Spinetta, The Police, Soda Stereo. La música, que no estaba presente entre sus padres, llegaba por cassettes que circulaban entre amigos o se grababan de la radio. Su abuelo Héctor, cantante aficionado de tango, era melómano y amante de Piazzolla, la música clásica y Mercedes Sosa, y su abuela Ñata era profesora de piano. De ella, Pablo heredó partituras antiguas que aún conserva y un piano donde estudió para recibirse luego en la Universidad en composición musical.
Cuando terminó sus estudios, dejó el piano y se fascinó con el bandoneón. Superó prejuicios sobre el tango, esa cosa de “música de viejos”. Siente que fue un descubrimiento absoluto: sacaba discos a su abuelo, se pasaba escuchando el Sexteto Mayor y la orquesta de Leopoldo Federico con Julio Sosa. Entonces su papá le contó que en los avisos clasificados ofrecían un bandoneón. “En un pueblito del interior de Córdoba era algo impensado. Lo compré sin saber ni tocar una sola nota, pero fue algo de corazón, nunca nadie me lo impuso”, cuenta, y sus primeros pasos con el fueye se dieron de forma autodidacta, después tomó clases con un amigo de su abuelo.
“Mi abuelo Héctor fue mi gran mentor y compinche. En su momento me cedió una habitación de su casa para poner la batería y para ensayar con la banda -rememora Pablo, emocionado-. Luego mandó a afinar el piano de la abuela y cuando empezó mi metejón con el tango me hizo un generoso préstamo para comprar el primer bandoneón, que se transformó en regalo cuando no pude pagarle más de la segunda cuota. Por eso ahora mi primer disco solista, Retrato del aire, está dedicado a él”.
El disco nominado a los Grammy está nutrido de trece temas instrumentales, entre composiciones propias, arreglos y piezas clásicas del repertorio solista escritas por algunos de sus referentes y colegas, una mezcla generacional: Piazzolla, Arolas, Mori, Marconi, Pane -al cual considera su maestro personal-, Mederos. Lo concibió en el marco de una gira por China, donde fue invitado a una serie de conciertos y masterclass de bandoneón.
“Desde siempre tuve preferencia por tocar solos de bandoneón. Es una maravillosa manera de descubrir el instrumento, sus posibilidades y las diferentes formas de pensarlo”, apunta el músico que integra el Trío MJC, que se graduó en 2007 de la Orquesta Escuela de Tango Emilio Balcarce y hoy es parte de la Orquesta El Arranque, con la que grabó recientemente el formidable Camaradas junto a Víctor Lavallén.
El tango pero también el folklore -menciona sus estudios con Hilda Herrera y Dino Saluzzi, y cruces con Juan Falú, Chango Spasiuk y Raúl Carnota-, son sus máximos desvelos. El título Retrato del aire, dice, surgió de un retrato sonoro con la materia prima del bandoneón, el aire, intercalado con una percepción del entorno natural, de situar la escucha en una poética de cierta vibración en el cuerpo; un abanico lo suficientemente amplio como para acercarse a las expresiones y estéticas del bandoneón.
Así como trascendió sus prejuicios con el tango, ahora le ocurre algo similar con las nuevas generaciones, como la colaboración con Bizarrap, el argentino más escuchado en Spotify que amplificó sus públicos. No quiere, sin embargo, perder la calma. Enloquecido por la desnudez del fueye, prolonga un amor a primera vista: sus inflexiones sonoras, su abrirse y cerrarse, sus teclas en el tacto, el olor de la válvula, su “respirar años” y un sonido que “cala hondo”, que con poco dice mucho. Una voz humana, lo define, el que lo conecta con experiencias tan diversas como cuando fue director artístico de la Orquesta de Tango de la Red de Escuelas de Música de Medellín, en Colombia. O haberse convertido en especialista en la transcripción de orquestas de tango y en la escritura de arreglos pedagógicos en el mundo.
“Nunca más volví a la batería ni al piano. Me metí de cabeza en el bandoneón y no pienso parar”, se adelanta a su futuro y piensa en próximos discos, uno para profundizar en el repertorio del bandoneón yendo a lo grupal, y otro en formato de cámara. Con temas propios y ajenos, como en su versión de “De profesión, Tango”, de Julio Pane, incluida en Retrato del aire: esa delicada capacidad de tocar “dentro” de la canción con giros y revelaciones, lo que separa a un intérprete magistral de alguien que simplemente toca un simple arreglo.