“Las grabaciones del Teatro Colón son un patrimonio sonoro. Pertenecen a la humanidad, no pueden estar guardadas en un depósito. Están bien resguardadas, no están descuidadas y quienes trabajan en el Colón son respetuosos y trabajan maravillosamente, y aunque las grabaciones actuales son muy buenas, eso está para conocerse y ser compartido”. Con esa premisa, el periodista y escritor Diego Fischerman explica la tarea que lleva desde hace un tiempo en el principal teatro del país: la restauración (a cargo de los especialistas Roberto Sarfati y Diego Vila) de las grabaciones que el Colón hizo de sus producciones desde 1963 en adelante, con alguna perlita extra. Un archivo inmenso que lentamente se irá materializando bajo el nombre Teatro Colón - Heritage Collection.
Todo el trabajo, informaron, fue sin compresión ni filtros agregados de ningún tipo, rescatando los armónicos originales y con el sonido de sala. Las grabaciones restauradas que se presentaron incluyen el primer recital solista de Martha Argerich cuando, a los 24 años y apenas después de ganar el Premio Chopin de Varsovia, se presentó en el escenario argentino. También una versión de El barbero de Sevilla de Rossini (de 1969), actuaciones de María Callas (1949), el recital de la soprano Birgit Nillson (1967), y dos conciertos de tango de 1972: Horacio Salgán junto a su orquesta y los cantores Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero, y Ástor Piazzolla y su conjunto 9. Por el momento, todas las grabaciones restauradas están en plataformas digitales, pero –anticipan desde la institución- a medida que la economía lo permitan irán publicandose en formato físico, en cd’s y vinilos.
Las próximas ediciones incluirán el concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Aaron Copland (1963), el recital del tenor Peter Pears junto con el compositor Benjamin Britten al piano, la grabación de Tristán e Isolda de Richard Wagner (1971), y los conciertos de Aníbal Troilo y del Sexteto Tango (1972).
“Siempre se supo que estas grabaciones estaban, pero no se sabía bien qué había y en qué estado se encontraban, algunas gestiones anteriores hicieron algo, pero el Colón graba sistemáticamente desde 1963”, cuenta Fischerman a Página/12. “Antes era muy difícil grabar en vivo, más en la Argentina con el atraso tecnológico. La primera grabación de un disco en vivo fue de Piazzolla en el ’70, y los teatros que grabaron música clásica suele ser de transmisiones radiales; esas eran más factibles porque se grababan desde consola”, explica.
Con los años, cuenta Fischerman, muchísimas grabaciones circulaban en discos piratas, sea tomadas de la radio o grabadas a escondidas por los fanáticos. “Con un sonido pésimo, pero para un coleccionista si ahí suena la única vez que tal artista tocó tal obra en Buenos Aires, eso tiene un valor”. Con la asunción de Jorge Telerman al frente del Teatro, Fischerman recibió el visto bueno y sumó al equipo a Diego Vila y Roberto Sarfati. “De los mejores del país”, destaca.
En lo técnico, el desafío es enorme y Fischerman propone “terminar con la mitología de la ausencia de soplido”. Sintetiza: “una grabación antigua es antigua”. ¿Se puede mejorar? Claro. “Podés hacer que se escuche lo mejor posible, pero no podés convertirla en moderna. Si lo hacés serruchás muchas cosas, lo lográs con compresión y matás el campo dinámico. En algunos casos, hacés bolsa la música”.
Para Fischerman, un ejemplo claro es la grabación de Horacio Salgán. “La diferencia entre esta grabación y los discos de la época, ultra comprimidas, es notable. Escuchás acá una riqueza de matices y expresión notable. Lo mismo con la voz de Goyeneche o Rivero”. Por eso, junto a Vila y Sarfati trabajaron con el concepto de restauración, antes que de modernización. “Como con la pintura, lograr lo mejor posible sin traicionarlo”. Y que la imagen de sala estuviera presente.
Ante el trabajo que queda por delante, Fischerman destaca que “todo el archivo tiene valor documental, así esté dañado o falte un pedazo, y va a estar disponible para consulta, aunque no para descarga”. Lo que esté técnicamente en condiciones de convertirse en un disco, será. “Primero virtuales, que es como se escucha hoy el 90 por ciento de la música, y luego si los avatares económicos lo permiten, vinilos y CD's, pensándolo como formato para los turistas, que en la música clásica sigue vigente”.
Para el especialista es fundamental rescatar la importancia del patrimonio sonoro. “El daño al patrimonio nos parece claro si alguien tajea un cuadro, pero con la música esa idea no está tan presente”, explicó a Télam, y aquí amplía el concepto. “Primero, no hay legislación de ninguna clase. Alcanza con que a un sello no le interese editar algo para que eso desaparezca. Tampoco habría que penar a una discográfica, son negocios. En general no sacan ese material pero tampoco dejan que otro lo saque. En otros países de esto se hacen cargo los Estados o en mercados más grandes sí, los sellos. Una grabación histórica de Ella Fitzgerald se reedita porque algún negocio significará. Algo de Libertad Lamarque acá, no. En la Argentina, por ejemplo, no hay edición completa de las grabaciones de Carlos Gardel. Los sellos no lo hacen y el Estado no está interesado en poner la plata para poner la restauración acorde a lo que merece un icono cultural de esa magnitud. Entonces las grabaciones del Colón son patrimonio sonoro. Hay, claro, cuestiones contractuales y de derechos, pero en principio esto: es un patrimonio, es algo que pertenece a la gente”.