Con muy alta inflación y la fuerte baja del consumo, la recaudación quedó muy por abajo de la inflación y como, a diferencia del gobierno anterior, ahora no hay aumentos de salarios ni de jubilaciones, esa disparidad la paga la sociedad, sobre todo la clase media, los trabajadores y los jubilados. Y al bajar la recaudación, se achica el ahorro que el gobierno quiere hacer con los ajustes, y tiene que ajustar más, con lo que enfría la economía y baja más la recaudación. Y así la gente está cada vez peor y el gobierno tiene que inventar nuevos impuestos. Casi triplicó el impuesto PAIS a las importaciones para evitar la salida de dólares, con lo cual no se compra maquinaria y la industria local se frena. La estrategia brutal del gobierno se descargó de manera salvaje sobre los sectores populares. La casta bien gracias y las corporaciones de fiesta.
La Ley Ómnibus y el Mega DNU están atorados en el Congreso y en la Justicia, pero en enero tiene que pagar cerca de 4 mil millones de dólares y casi 18 mil millones en el año, gracias a la deuda externa que, en su gran mayoría, provocó Mauricio Macri. El gobierno tomó distancia de los chinos y no vendrán los 6500 millones de yuanes del swap que estaba previsto con Sergio Massa. Pero al presidente Javier Milei le preocupan más las cuchas de sus perros, que vivirán mejor que la mayoría de los argentinos.
El objetivo de estas políticas —no sus consecuencias no deseadas— es hundir en la pobreza a la mayoría de los argentinos, que transferirán gran parte de sus ingresos a las grandes corporaciones. Es una política que no deja opciones intermedias. Se está a favor o en contra. La lógica sería que los que están en la pobreza y los que son empujados a ella resistan con uñas y dientes.
Los países que no producen petróleo tienen que pagar la ganancia del que produce, del que destila, del que les vende y la ganancia del que la transporta. Es el precio que debe pagar un país como Uruguay, por ejemplo. Argentina es productora y destiladora, no tiene que pagar esas ganancias intermedias y sin embargo, este gobierno hizo que la nafta, en dólares, aquí esté más cara que en Uruguay o que en Estados Unidos, donde los salarios en dólares son cinco veces más que el de los argentinos, que pasarán a vivir peor que los perros de Milei.
A pesar de tanto discurso ultraberreta del león, del Mega DNU, de la Ley Ómnibus y la mar en coche, este gobierno sólo atina a esperar que las fuerzas del cielo, —los exportadores de granos— rindan a partir de abril, cuando empezarían a entrar 13 mil millones de dólares. Y a esperar los frutos de las políticas kirchneristas en Vaca Muerta. Los jubilados escuchan atónitos que dentro de 15 o 45 años Argentina será una potencia en el universo del mundo mundial. Como no pueden esperar tanto, afirman en la propaganda de la Anses, ahora les darán el mismo bono que estaban recibiendo antes. Pero eso sí, dentro de 45 años, después que destruyan sus ingresos y les roben el Fondo de Garantía, la van a pasar bomba.
Una señora en la cola del colectivo, cuyo boleto le va a costar más de lo que gana, dice que es religiosa y tiene fe, como le dijo su pastor, o quizás el rebe de la Lubavitch. Pero no se trata de religión, a no ser que su pastor o el rebe vean los negocios como una religión. Se trata de economía, de políticas de saqueo corporativo gracias a la cual esa señora no podrá pagar el colectivo que la lleva al trabajo y a su casa.
La fe está para otras cosas. En el modelo real que propugna este gobierno, lo que pierdan los trabajadores, jubilados, capas medias, pequeños y medianos empresarios, no se recupera. La pirámide tiene una enorme base de pobreza y muy poquitos súpermillonarios en la cúspide. La expectativa de Milei es que tras un periodo de estanflación, cuando ya nadie pueda consumir con su salario, la inflación se estabilizará. Como en los cementerios.
El Mega-DNU fue frenado en los fueros Laboral y en el Contencioso Administrativo, donde se decía que el Procurador del Tesoro de este gabinete del terror, Rodolfo Barra, tenía mucha influencia porque todos los miembros de este fuero habían sido alumnos suyos. El juez desbarató la estrategia oficial, que ayer se derivó al Congreso, donde el engendro ingresó al Senado.
En el Congreso también hubo reflejos poco democráticos al estilo DNU de autócrata. El frente Unión por la Patria obtuvo más del 36 por ciento de los votos, en las legislativas, frente a un Javier MIlei que no llegó a los 30 y a Juntos por el Cambio bastante más atrás. Ganó esa elección y es la primera minoría en el Senado con 33 legisladores y en Diputados, con 102.
Según la práctica parlamentaria más democrática, las autoridades y las comisiones deberían integrarse proporcionalmente con el sistema D’Hont. Hubiera sido la forma de respetar la decisión soberana de las urnas. De ser así, le corresponderían a esa fuerza las principales autoridades y la presidencia o al menos la presencia mayoritaria en las comisiones. Como las autoridades de las Cámaras están en la línea de sucesión presidencial, Unión por la Patria no discutió esas posiciones y aceptó que, aunque fuera muy minoritaria la presencia de los mileístas, ocuparan esos cargos estratégicos para el debate parlamentario.
Pero para conformar las comisiones, en especial la Bicameral Permanente que deberá discutir la viabilidad del Mega DNU, en Diputados todos los demás bloques están formando una mayoría artificial para sacarle lugares que les corresponderían a Unión por la Patria.
Algo parecido sucedió en Diputados, con la diferencia que allí había un acuerdo de los principales bloques para aplicar el sistema D’Hont. El presidente de la Cámara, Martin Menem, haciendo honor a su tío, incumplió los acuerdos con la complicidad del PRO, los radicales y otros bloques menores. El resultado fue que la Comisión de Presupuesto y Hacienda, una de las principales que discutirá la ley ómnibus será presidida por el ultraderechista José Luis Espert. Unión por la Patria tiene 102 diputados, y tendrá presencia minoritaria en una Comisión que será presidida por un legislador que se representa a sí mismo porque tiene un monobloque.
Con el rechazo en el Senado, del proyecto de Boleta Única y el proyecto de anulación de acuerdos fiscales con Japón y el ducado de Luxemburgo, los senadores que se habían puesto de acuerdo con el oficialismo para excluir a Unión por la Patria enviaron el mensaje de que tampoco aprobarán a libro cerrado los proyectos de ley del Ejecutivo.
Los bloques de Unión por la Patria, así como los diputados de la izquierda, son los únicos que han expresado públicamente su rechazo al DNU y a la Ley Ómnibus. Los demás bloques no mileístas (el PRO, los radicales, el peronismo conservador y algunos provinciales sueltos) han sido ambiguos.
No quieren perder la opción de negociar beneficios a cambio de sus votos. Pero el principal motivo, como lo han reconocido algunos de ellos en privado, es que están dispuestos a dejar que el gobierno aplique algunas de sus medidas antipopulares, pero no quieren que Unión por la Patria aparezca encabezando la resistencia contra el gobierno.
Si los legisladores de esta fuerza hubieran ocupado los lugares que le correspondían por el mandato de las urnas, los demás bloques hubieran quedado como furgón de cola de Unión por la Patria. Aún así, el papel de Unión por la Patria lo decidirán sus legisladores, más allá de las acciones de los demás bloques, los que corren el riesgo de hacerse cómplices del enorme daño al país que conllevan las medidas del oficialismo.