En el Borde es un libro de cuentos que se sitúa entre lo onírico, lo fantástico y lo real, un viaje destinado a recorrer emociones, a sacudir contradicciones y dejar a quienes lo leen en un estado de desconcierto. Los personajes y la escritura de Marta Ortiz están en el borde de los 18 relatos que lo conforman. Los relatos pasean por distintos escenarios y personajes, historias que parecen no tener un eje pero que se entraman desde la imposibilidad de pensarlos como reales, a pesar de que la autora cuenta las anécdotas que superan la realidad y que dispararon cada cuento.
Decapitadas es el primero, pone en juego las estatuas de la plaza Pringles y la cabeza de quien las observa, Marta Ortiz aclara a este diario que “las mujeres tienen muchos dichos relativos a su cabeza, tenés pajaritos en la cabeza, dónde tenés la cabeza, no pierdas el tiempo leyendo, cosas que una recogió de chicas, eran comunes. Lo de adentro no importaba”, como esas estatuas decapitadas que muestran la cáscara de las mujeres. Más adelante se encuentra El cuaderno rojo, un relato inverosímil dedicado a su hija, en el que un mundo mágico envuelve a la pareja protagonista de la historia, los trasmuta y los devuelve sanos y salvos al camino perdido. Un cuento de terror se presenta de la mano de un helecho serrucho en el cuento Crónica de arborescencias, una planta desmesurada y amenazante que devora silenciosamente la tranquilidad del hogar y la seguridad del hijo.
Dos relatos nos llevan a la memoria reciente, Río Lúgubre que rememora a Bruno Gentiletti y su búsqueda infinita por parte de su familia, y Soldaditos, inspirado en la pieza teatral Carne de juguete de Gustavo Guirado, traza un paralelismo cruel entre el juego de los soldaditos de plomo, la guerra de Malvinas, la embriaguez ante la decisión de la guerra y la figura del niño futuro Teniente Coronel.
Una segunda parte del libro propone Bordes vintage, tres cuentos color sepia que navegan entre el dolor, la crueldad y lo heroico. Narraciones descarnadas que hablan sobre la infancia, los duelos, la inocencia y los afectos.
Marta Ortiz es rosarina, profesora y licenciada en Letras (UNR), publicó dos libros de cuentos y tres poemarios, escribió reseñas críticas y textos de creación en distintos medios culturales argentinos e internacionales. Edita el blog Vuelo de noche. Según la autora, su escritura “está toda centrada en la experiencia, ¿qué podemos inventar que no hayamos visto u oído? Hay gente que tiene una literatura realista, copio eso que está pasando, y esa experiencia también es propia, lo que estoy mirando, lo que estoy viendo. En mi caso todo se mezcla, la realidad, lo que soñé, que es parte de lo mismo si se quiere, lo que me imagino. Creo que hay depósitos de sentido en la cabeza de una, está yuxtapuesto, la vida real y lo que tenés adentro producen esos cruces y sale lo que sale, ese es el misterio. Es como que uno es la contraparte del otro”, y recuerda que Carson Mc Cullers se pregunta “¿Pero hay algo más íntimo que la propia imaginación? La imaginación combina memoria con intuición, combina realidad y sueños". Este libro está en ese borde, entre lo real y lo increíble, “es como que el borde se ejerce en la escritura misma” dice Marta y aclara que realmente no sabe dónde está el borde porque la escritura es misteriosa.
La autora escribe poesía desde la adolescencia, al principio, según sus propias palabras, “eran malos en general, era todo lo que los chicos de esa edad escriben. Después empecé con cuentos, pero mi escritura es una escritura poética, se debe mucho a lo poético si vos la mirás. Paralelamente arranqué a escribir poemas, y en un momento dado tenía un libro de poesía, y fue mi primer libro”.
Las experiencias producen para Marta embriones de escritos que dan vueltas en su cabeza hasta poder escribir una o dos líneas y de allí se transforma en un poema o un cuento, en un objeto distinto al que se dispara, por eso también la posibilidad de asombrarse a releer algunos de sus trabajo, “¿quién escribió eso? ¿Lo escribí yo? Está bueno reconocerse, sale eso que también te ayuda a entender porqué lo querías escribir o que te estaba pasando para llegar a escribir eso”.
La escritora dice no escribir para un o una lectora específica. “Creo que cada uno lee con todo lo que ya tenemos leído, cada uno le saca lo suyo de acuerdo a las lecturas que tiene, son muy valiosas. A veces son cosas que yo no pensé, mandan cositas, pequeños escritos, que les gustó tal cuento porque tal cosa y bueno, fantástico. No es lo que yo pensé pero la palabra es polisémica y de ahí estalla, sale. Y tiene que ser así, porque así cada quien aprovecha y saca lo que puede. Hay lecturas que son muy livianas, muy llanas, muy fáciles de comprender y hay otras que son más sinuosas y te llevan a pensar más. Si leiste a Faulker tenés que avanzar y retroceder, por eso no sé cómo puede ser un lector ideal, tal vez Borges, que se las sabía todas, que haya leído todo para poder entender todo”.
La idea de un cuarto propio de Virginia Woolf se presenta cuando la autora habla sobre su proceso de escritura y el cruce con las maternidades, no siempre puede sentarse a escribir cuando lo necesita. Los tiempos laborales no son los mismos para un escritor que para una escritora, muchas de estas molestias fueron cobrando forma en los talleres de Angélica Gorodischer sobre género y escritura, a partir de la lectura de autoras. "Ahí me relacioné mucho con la escritura de mujeres, antes no porque en la facultad había una lista larguísima de escritores para lecturas y eran todos varones, menos Virginia Woolf que era la última, por orden alfabético. Ahí me di cuenta de la infinita cantidad de mujeres que no conocía, algunas había leído, pero la mayoría no. Angélica sacaba autoras de la galera, algunas eran amigas de ella o conocidas. Tenía todo un trabajo hecho previo y creo que inclusive influyeron mucho en mi propia escritura, muchas de ellas, sobre todo cuando empecé a publicar, Katherine Mansfield, Clarice Lispector. Me relacioné por ese lado, empecé a entender un montón de cosas que no era que no me las había planteado, sino que no las podía entender.” Ortiz se considera feminista, apoya y comparte todas las luchas y activa en La palabra colectiva, grupo de escritorxs, editorxs y correctorxs centrado en activar contra las violencias machistas.