El congelamiento del presupuesto del gobierno, el fin de la obra pública, los despidos, la caída en los ingresos de jubilados, de perceptores de asignaciones y trabajadores especialmente en el sector informal contra una inflación del 25 a 30 por ciento mensual, como coinciden en pronosticar varias consultoras, pondrá en jaque las ventas en toda la economía. Mientras el gobierno y algunos analistas, como el ex ministro Domingo Cavallo, confían en que la inflación desacelerará a partir de febrero o marzo, otros apuntan lo contrario: que en esos meses escalará el conflicto social, cuando finalice el período de vacaciones y se lleguen nuevos aumentos masivos de precios, básicamente en tarifas de luz y gas, prepagas y las escuelas privadas.
Con los aumentos ya consumados en prepagas, alimentos, combustibles, alquileres, medicamentos, etc. la clase media no tiene otra opción que suspender consumos hasta una reapertura de paritarias que, no obstante, difícilmente alcance a recuperar el terreno perdido.
El ajuste en los ingresos no recae sobre “la casta”, como había prometido el presidente Javier Milei, sino que impacta principalmente sobre la clase media. Los aumentos de precios se dieron en dos tandas en diciembre, a comienzos de mes previo a la asunción del presidente y ante la inminente finalización de los acuerdos de precios (en el rubro de alimentos y consumo masivo, naftas, medicamentos), y en la segunda mitad del mes tras la mega devaluación cambiaria en un 118 por ciento. La inflación se ubicaría así en un delicado 25 a 30 por ciento mensual, otro salto cambiario podría poner a la economía al borde de la hiperinflación.
Combustibles, alimentos y prepagas
Quienes lideraron las subas de precios fueron las petroleras. El viernes 8 de diciembre, antes de que Milei asumiera la presidencia, remarcaron hasta un 30 por ciento YPF y 15 por ciento Shell y Puma. En noviembre habían habido otros dos aumentos del 10 y 12 por ciento negociados con el ex ministro de Economía, Sergio Massa, una vez caído el acuerdo de precios. Luego llegaron los aumentos justificados en la devaluación de la moneda del 37 por ciento adicional el miércoles 13 de enero, y luego este miércoles 3 de enero cuando treparon cerca del 27 por ciento.
Inclusive empresarios del sector se quedaron sin explicaciones para justificarlo: “Esto ya ocurrió en diciembre y con el último aumento de ese mes desapareció el atraso que había en el precio, y ahora apareció este otro aumento que tendrá que ver con algunas de las variables que manejan las refinerías, como tipo de cambio, valor del crudo", dijo el presidente de la Cámara de Empresarios de Combustibles, Raúl Castellanos, en una entrevista por radio esta semana. “Nos llamó la atención que fuera un porcentaje bastante alto", agregó. Pero todavía se esperan nuevos aumentos dado que las petroleras quieren equiparar los precios domésticos en dólares con la cotización internacional, sin mediar ningún tipo de apoyo del Estado.
En tanto, la clase media se sigue privando de sus consumos. En el sector de alimentos y bebidas las subas de precios empezaron también a fines de noviembre antes del cambio de mando con aumentos de entre un 50 y 100 por ciento, que dieron por tierra con los acuerdos de precios. El agua envasada y los panificados subieron arriba de 100 por ciento, también sobresalieron la Coca Cola, la leche La Serenísima, las galletitas, harinas y fideos que fabrican Arcor y Molinos, y los artículos de limpieza e higiene personal de las gigantes multinacionales Unilever y Procter and Gamble.
Las empresas de medicina prepaga tampoco quedaron conformes con el aumento del 40 por ciento pautado para enero y analizan nuevas subas en el orden del 30 por ciento en febrero. “En el mercado de la salud se menciona que las prepagas estarían dispuestas a perder un 30 por ciento de los afiliados en medio de esta reestructuración”, sostiene un artículo publicado por este diario. Esto demuestra que la baja en la demanda no representa un límite para la suba de precios, ni en todos los eslabones de un sector, ni en todos los sectores de una economía. Los riesgos de aceleración inflacionaria no se disipan.
Automóviles cero kilometro
En diciembre los precios de los automóviles 0 km aumentaron en dos ocasiones: a comienzos de mes cuando las terminales envían las listas oficiales de precios hubo una remarcación promedio del 15 por ciento y luego de la devaluación oficial a mediados de mes hubo otra suba en el orden del 25 por ciento, relataron fuentes del sector a Página 12. “La primera ocurrió con una versión de devaluación antes de que asumiera Milei y la otra una vez consumada la devaluación”, confiaron. El resultado de esas remarcaciones fue un incremento del 44 por ciento acumulado. Pudiendo superar el 60 u 80 por ciento en algunas concesionarias y unidades en particular.
“Lo que pueda pasar con los precios en enero dependerá de las definiciones con respecto a los impuestos internos que aguardamos para mediados de esta semana”, confirmaron fuentes vinculadas a los canales de venta. Si el gobierno cumple su promesa de eliminar el impuesto a los autos de alta gama en su primera escala, que alcanza a vehículos de hasta 14,7 millones de pesos, entonces esa alícuota que es del 20 por ciento podría ayudar a compensar los ajustes en el primer mes del año.
Es que la base imponible del impuesto comenzó a regir el 1 de diciembre y tras los aumentos terminó abarcando a modelos que en concesionarias se venden entre 18 y 20 millones de pesos, como el Peugeot 208 o el Fiat Cronos, que no son de lujo.
En el caso de las pick ups la liberalización de precios conllevó aumentos por arriba de la inflación y que casi no distinguen entre vehículos importados y de fabricación doméstica. Si los costos de fabricación interna no están íntegramente dolarizados, no se justifica un aumento superior a la suba del blue, pero las picks ups aumentaron 2773 por ciento acumulado entre septiembre de 2019 y enero de 2024, contra 1571 por ciento del dólar blue y 1343 la inflación doméstica.