Unos Caín y Abel armados con zapatillas. Rivales por siempre (este martes a las 22 se estrena por Europa Europa, el jueves por Flow) repone la historia de los hermanos Dassler. La dupla que, desde un pequeño taller de Baviera, engendró dos de las multinacionales deportivas más importantes del globo: Adidas y Puma. Desde la primera escena queda expuesto el quid y alcance de la relación. A minutos de que Alemania Federal juegue en el mundial ’74 contra Alemania Democrática, Adi (Christian Friedel) recibe la noticia de que su Rudi (Hanno Koffler) está gravemente enfermo. Sin embargo, el máximo interés del empresario pasa por los tapones de los botines que usarán los jugadores de la Mannschaft. Así en el transcurso de cuatro episodios, la producción sigue su guerra íntima y fraternal de un clan partido en dos.
“Somos los hijos del mejor zapatero de Alemania”, se presentan los oriundos de Herzogenaurach antes de la destrucción mutua. Rudolf era el mayor, un gran comerciante, mujeriego y bocafloja. Adolf, por su parte, era el diseñador, metódico y aguerrido, dedicado íntegramente a mejorar el concepto de calzado. Lejos de ser la historia “brandeable” y canchera de las marcas (al estilo de Air: la historia detrás del logo) lo atractivo de la producción pasa por su sentido biográfico en medio de grandes acontecimientos deportivos (mundiales, juegos olímpicos) y políticos (la Segunda Guerra Mundial) del siglo pasado. Nazismo, Jesse Owens, una ciudad partida literalmente en dos y hasta Pelé le dan color a Rivales por siempre.