La 81º entrega de los Globos de Oro marcó este domingo el inicio de temporada de premios en el hemisferio norte. La misma que culminará con la 96º edición de los Oscar a mediados de marzo, luego de dos meses plagados de eventos en los que distintas asociaciones vinculadas a la industria audiovisual entregarán sus reconocimientos. Aunque la mayoría de ellos todavía no reveló sus nominaciones (la Academia lo hará en dos semanas), es de prever que el enfrentamiento entre Barbie y Oppenheimer, con Los asesinos de la Luna y Pobres criaturas corriéndolas desde atrás, vuelva a repetirse. Lo hará, sin ir más lejos, el domingo próximo en los Critics’ Choice Awards, al que la película sobre la muñeca más famosa del mundo llegará con el récord de 18 nominaciones, pero también con las huellas del cachetazo que significó haber sido la gran derrotada de la velada desarrollada en el hotel The Beverly Hilton de California.
En cambio, los responsables de la biopic sobre el creador de la bomba atómica, con el director británico Christopher Nolan a la cabeza, lucirán una sonrisa de oreja a oreja y tendrán los brazos cansados por cargar las cinco estatuillas –la película tenía ocho nominaciones– que se llevaron de la primera gala de este premio bajo el comando de Dick Clark Productions y Eldridge Industries. Esa sociedad fue la que adquirió los derechos de explotación comercial luego de los escándalos de corrupción y otras mil irregularidades puertas adentro de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), entidad que había organizado la gala durante las ocho décadas previas.
Bombazos a la muñeca
Barbie había llegado con el cartelito de favorita gracias a sus nueve candidaturas. Sin embargo, se fue con solo dos estatuillas. Era muy poco probable que perdiera una de esas dos, la de Mejor Canción, dado que tres de los seis temas nominados pertenecían a su banda sonora. La otra fue la de Mejor Logro Cinematográfico y de Taquilla, una de las dos categorías que se incorporó este año –la otra fue Mejor Stand-Up–, y en la que participaron ocho títulos con más de 150 millones de dólares recaudados en todo el mundo y un mínimo de cien millones de ese total en Estados Unidos. Si bien los organizadores dijeron que los electores debían votar basándose en la “calidad” y no en los números de las boleterías, Barbie compitió allí con otros siete tanques de la talla de Súper Mario Bros, John Wick 4 e incluso Taylor Swift: The Eras Tour, que es, básicamente, un recital filmado. Un premio con demasiado gusto a poco para una de las películas más comentadas del año.
Los otros premios que disputaba el último trabajo de Greta Gerwig eran Mejor Película – Comedia y/o Musical, Dirección, Guion, Actriz principal en esa subcategoría para Margot Robbie y Actor de Reparto para Ryan Gosling. La división entre “Comedia y/o Musical” y “Drama” para los rubros de Mejor Film y los interpretativos protagónicos hizo en muchos casos fuera por un andarivel distinto a Oppenheimer. Barbie perdió dos mano a mano contra la otra cabeza de esa criatura bicéfala que el argot digital bautizó como Barbenheimer, ya que el Globo a Mejor Dirección terminó en manos de Christopher Nolan y el de Mejor Actor de Reparto, en las de un muy canchero Robert Downey Jr.. Mejor Actor en Drama para Cillian Murphy y Mejor Música completaron la media decena de estatuillas obtenidas por Oppenheimer.
Cuando Barbie no tuvo a su principal rival enfrente, cayó ante Pobres criaturas: así ocurrió en Mejor Film – Comedia y Musical y Actriz Protagónica, cuya destinataria fue Emma Stone. Por si fuera poco, una cuarta película se metió en la disputa. Y no fue precisamente Los asesinos de la Luna, que como todos los trabajos de Martín Scorsese funciona mejor en el terreno de la crítica y el prestigio que en materia de premios: tradujo sus siete nominaciones en un solo Globo de Oro, obtenido por Lily Gladstone en el rubro Mejor Actriz en Drama. La cuarta en discordia fue la sorprendente Anatomía de una caída, de la francesa Justine Triet, que gracias a sus triunfos en las categorías de Mejor Guion –donde le ganó a Barbie y Oppenheimer– y Mejor Film en Habla No Inglesa terminó como la gran revelación de la velada.
Al igual que Anatomía…, Los que se quedan se llevó dos estatuillas, cortesía del extraordinario Paul Giamatti (Actor Protagónico en Comedia) y de Da’Vine Joy Randolph (Actriz de Reparto), mientras que en el rubro Mejor Film Animado también hubo una sorpresa, ya que no ganó una producción de Hollywood, sino El niño y la garza, el regreso a la dirección del maestro Hayao Miyazaki, que este jueves llegará a la cartelera comercial argentina.
Cónclave de estrellas
Además del nombre de los ganadores, la incógnita del domingo pasaba por ver cómo se las ingeniaban Dick Clark Productions y Eldridge Industries para insuflarle aires de renovación a la que supo ser la segunda ceremonia más vista del mundo del espectáculo por detrás del Oscar. La sociedad reunió a todas las estrellas posibles y puso a un conductor debutante en estas ligas como el comediante Jo Koy, que cayó en paracaídas a raíz de que Chris Rock, Ali Wong y el trío conformado por Will Arnett, Jason Bateman y Sean Hayes, entre otros, rechazaran la oferta.
En su monólogo inicial hizo lo que suele hacerse en estos casos: burlarse de las nominadas. Primero se la agarró con Oppenheimer, sobre la que dijo tener “solo una queja”: “Necesitaba una hora más, porque me parecía que necesitaba más historia de fondo. Mi propósito de Año Nuevo para 2024 es terminar Oppenheimer en 2025. Me encanta Oppenheimer, sobre todo la primera temporada”, afirmó mientras la cámara mostraba a un Nolan caracúlico.
Después le llegó el turno a Barbie. Koy no tuvo mejor idea que afirmar que el momento clave de la película sobre la “muñeca con grandes pechos” es “cuando pasa de la belleza perfecta al mal aliento, la celulitis y los pies planos”. El comentario que hubiera generado risa hace veinte años, pero ahora no. Tan serio se puso el ambiente, que Koy tiró la pelota afuera diciendo que no todos los chistes eran de su autoría, que los suyos eran los buenos y que había conseguido el trabajo “hace diez días”. “¿Quieren un monólogo perfecto hecho en ese tiempo? Cállense. Me toman el pelo, ¿verdad? Yo escribí algunos de estos y son de los que se están riendo”, improvisó.
A ese momento le siguió una gala de tres horas llamativamente sobria en la que los ganadores parecieron recordar lo que dijo Ricky Gervais cuando condujo la edición de 2020. Aquella vez, el británico –que no estuvo en la ceremonia para recoger su premio a Mejor Stand-up– elevó hasta niveles insoportables su de por sí altísima acidez pidiendo por favor que nadie usara el escenario para discursos políticos. “Ustedes no saben nada del mundo real. La mayoría de ustedes ha pasado menos tiempo en la escuela que Greta Thunberg, así que si llegan a ganar, agradezcan a sus familias, a su agente y a su dios, y váyanse a la mierda”.
Y así ocurrió, al punto que los Globos de Oro parecieron entregarse en un mundo paralelo en el que no hubo una huelga de guionistas –hubo apenas una referencia de los presentadores del premio a Mejor Guion– ni de actores que paralizó como nunca antes la industria audiovisual. Tampoco hubo referencias a la guerra en Ucrania, ni alertas sobre un posible regreso de Donald Trump, ni menciones al cambio climático, ni nada. Y no está mal que así sea, porque si Hollywood logró convertirse en la fábrica de sueños, fue por la imagen inmaculada construida a fuerza de instalar la idea de que los actores y actrices conforman un grupo de amigotes lindos y millonarios que viven en un lugar donde nada malo puede pasar.