“Coraje hermosa”, dice el tatuaje sobre el brazo de Ana Larriel, de 33 años, que se define como paraguaya, gorda y psicóloga. Ella fue la Coordinadora del taller de activismo gordx que, por primera vez, se desarrolló en un Encuentro de Mujeres y que abrigó desventuras, angustias exorcizadas en una piel nueva y colectiva, debates y propuestas que Ana escribió mientras otras ya se dedicaban al chape o a preparar la marcha con cuerpos a los que la palabra no solo nombra sino que habita en gustos e identidades de ropas que cada quien elige pero que son, claramente, más libres y potentes.
-Hace diez años nunca hubiera pensado que iba a tener un lugar para transitar mi experiencia de vida con tanto amor y contra la cultura de la vergüenza -dice Ana, con una musculosa azul que resalta sus ojos.
Gisela Espinoza, de Rosario, se queda cuando todas se van del aula que fue copada para desaprender todo lo aprendido. Ella valoriza: “Me pareció super potente como entramos de una manera y salimos de otra y pensar el cuerpo como un arma disidente. Me traería a mi mamá y a mis hermanas conmigo porque en mi familia somos muchas gordas y siempre se busca una delgadez con recetas mágicas para llegar a cuerpos de fantasía. Mi abuela siempre nos dice “Cuidate, estas gordita”. Y esto ayuda a reconocernos y sentirnos poderosas”.
Los pies muestran uñas negras mientras se sientan en el piso, los pupitres sirven para las que escriben, los tatuajes hablan por la piel y el brillo rojo también destella en las muchas formas que los cuerpos tienen de no ser planos ni homogéneos.
Laura Contrera es activista gorda de la diversidad corporal, co -compiladora del libro “Cuerpos sin patrón”, de Editorial MadreSelva y co- fundadora del taller “Hacer la vista gorda”. Ella impulsó la inclusión de este taller en Chaco. Y apunta también, en las conclusiones finales, que lxs gordxs no sean puestos como sinónimo de gula, acaparamiento de comida y mala alimentación. La economía y la industria alimentaria también son puestas en jaque cuando la simpleza se sale de los prejuicios por vista fácil. “La mayoría de las personas no elegimos lo que comemos, comemos lo que podemos. La distribución de los alimentos es como la distribución de la riqueza. Los ricos son cada vez más flacos y los pobres cada vez más gordos. Pero tampoco eso es tan lineal porque hay muchas personas que no son gordas por lo que comen”, apunta Laura.
Otra de las demandas del taller es que la Educación Sexual Integral (ESI) incorpore esta perspectiva y no trabaje sólo sobre bulimia y anorexia o estereotipos de cuerpos y vaya a fondo con la diversidad corporal. “Las adolescentes y las niñas no pueden pasar por lo mismo que pasamos nosotras”, reclama una de las participantes. Y todas piden que continúe el taller en los próximos ENM.