Lucía va a ser puesta en debate cuando se cumple un año de su muerte, en la elevación a juicio de la causa contra los imputados de femicidas abusadores Matías Farías, Juan Pablo Offidani, y el presunto encubridor Alejandro Maciel. El juez de Garantías Gabriel Bombini tardó demasiado en disponer la elevación de este juicio, tanto como para alargarles la agonía a los padres y el hermano de la adolescente, que llegaron a sufrir amenazas y ataques anónimos en paralelo al dolor intransferible de la pérdida y el duelo. En lo que fue de aquel octubre siniestro ya se habían registrado 19 femicidios, lo que elevó el promedio de una mujer muerta cada 24 horas, instalando la tasa argentina en una de las más altas del continente. El histórico primer Paro Nacional de las Mujeres convocado desde el colectivo NiUnaMenos por Lucía, por todas las que no están y contra las violencias en sus formas de odio más diverso, mantiene la vigencia intacta de un reclamo por las libertades que el patriarcado sigue intentando desmontar. Y lo hace frente a un Estado ausente y reproductor de la violencia machista con mayor ajuste, precarización y pobreza que recae principalmente sobre las mujeres, las adolescentes y las niñas de los barrios populares, las malas víctimas de un sistema que revictimiza sistemáticamente, como ya se expresó en este suplemento infinidad de veces.

La causa por el “abuso sexual agravado y femicidio” de Lucía llega salpicada por los dichos irresponsables de la fiscal María Isabel Sánchez sobre las circunstancias de muerte, y que después de mucho rogarle accedió a incorporar la figura de femicidio en la carátula. Los dichos de Sánchez –que por suerte abandonó la insana costumbre de acceder a ruedas de prensa para expresar barbaridades sobre víctimas que debe resguardar– y las desprolijidades manifiestas de la investigación habilitaron, por ejemplo, a la defensora de los tres reos para que pida su sobreseimiento, y para que se volviera a poner en tela de juicio el comportamiento de Lucía, que pasó de ser víctima fatal de un hecho aberrante a una chica con problemas de adicciones que podría haber mantenido relaciones sexuales consentidas y “se les quedó” a sus captores durante el consumo. Las ruindades de la Justicia argentina se derraman siempre con imaginación perversa sobre mujeres, niñas, adolescentes, lesbianas, trans y travestis. Mientras tanto continúan soslayando las tramas de violencias y explotación, las nuevas crueldades, las captaciones narco, los sometimientos y las denuncias permanentes para poder sobrevivir al uso, la destrucción y el descarte que se hace de los cuerpos. Bombini, que gracias a la presión social, de las familias de las víctimas y de las organizaciones de derechos humanos y de mujeres elevó la causa a juicio, dedicó 90 páginas de un expediente a abrir novedosas dudas en cuanto a la causal de muerte de Lucía con los estudios contrapuestos de varias juntas médicas, donde se dejó al descubierto que en los tribunales no es de mucho uso y costumbre hacerse cargo de demandas, y mucho menos de escuchas con perspectiva de género que al menos emitan resoluciones equitativas y sensibles en lo irreparable de los crímenes.

“Nos preocupa la espectacularización de las crueldades y las violencias que sufrimos en los cuerpos de las mujeres a partir de los discursos de los operadores y los funcionarios judiciales”, agrega Laurana Malacalza, coordinadora de la Oficina de Violencia de Género (OVG) de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, organismo que desde un principio solicitó a la fiscal Sánchez que se caratulara la causa de femicidio. “Hay que ser muy cuidadosos con la forma en que se nombra a las violencias que sufrimos las mujeres, en que se da cuenta de esas crueldades, expresamente para evitar que esa misma espectacularización se transforme en una manera de cosificarnos, de transformarnos en cosas que pueden ser penetradas, violadas, asesinadas. Nos parece que los operadores y operadoras judiciales tienen que ser conscientes del grado de legitimidad y de poder que tienen los discursos jurídicos.”

En la OVG insisten en la urgencia de que la Procuración General de la Suprema Corte bonaerense elabore directrices claras para los fiscales respecto de cómo investigar estos crímenes, cuáles son los estándares a considerar y que desde el inicio mismo de las investigaciones se los caratule como femicidios. “Por otro lado, la instancia de femicidio tiene que ver con las instancias de dominación entre los géneros”, advierte Malacalza. “Y esas instancias pueden incluir a la sexualidad como un mecanismo de dominación o a otros como la violencia, el engaño y el dominio de la voluntad de una persona por distintos medios.”

Otro de los temas centrales que promueve el organismo es el funcionamiento de fiscalías especializadas que investiguen los asesinatos de las mujeres, acompañadas por cuerpos periciales y técnicos que aporten pruebas desde una perspectiva de género para impedir que no se reúnan las pruebas necesarias o que sean descalificadas. Deberían diferenciarse las líneas de investigaciones cuando los femicidios ocurren en el marco de parejas, ex parejas o familiares y cuando ocurren en ámbitos públicos o en el marco de relaciones ocasionales. “Los femicidios íntimos han tomado mucha preponderancia -concluye-, pero aparecen mucho más difusos en las líneas de investigación cuando ocurren en relaciones ocasionales o en un entramado de violencias que pueden estar suscitadas por organizaciones criminales o por la presencia de instancias de consumo de drogas.”

Las deudas pendientes

Al 13 de octubre último se registraron 50 femicidios de mujeres jóvenes a manos de la violencia machista. El 23 por ciento de las víctimas tenían entre 15 y 22 años. La información del Registro Nacional de Femicidios tomada de medios gráficos y digitales de todo el país surge del Observatorio de Violencia contra las Mujeres Ni Una Menos, de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá). “A un año del femicidio de Lucía Pérez seguimos lamentando más femicidios y múltiples formas de violencia que atentan contra nuestra vida y libertad”, sostiene la presidenta del Observatorio, Raquel Vivanco.

Remarca especialmente la falta de implementación de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas de todo el país, una demanda que se vio fortalecida durante las tomas y en las protestas que encabezan los colectivos estudiantiles de la Ciudad de Buenos Aires, que esta semana se pronunciaron masivamente contra la violencia machista y la reforma macrista de la educación pública.

“Las jóvenes son quienes ven más vulnerados sus derechos en un contexto de total ausencia de políticas públicas para garantizarles una vida libre de todo tipo de violencias y también a disfrutar del espacio público y de la noche”, señala Vivanco. “A esto se suma la falta de implementación de la Ley de ESI: hay cada vez más embarazos adolescentes y ponen en riesgo la continuidad escolar de las pibas, siendo la educación una herramienta determinante para la proyección de un futuro autónomo.”  

Frente a la Municipalidad de General Pueyrredón todavía se conservan las pintadas de estrellas rojas con el nombre de cada víctima de femicidio que se realizaron durante la primera movilización nacional Ni Una Menos. Desde entonces, el firmamento de pérdidas no para de crecer, asegura la periodista Clara Barrenechea, integrante del movimiento de mujeres marplatense. “Y las estrellas se van acumulando sin lograr cambios sustanciales que nos permitan pensar que avanzamos hacia otra dirección para evitar esas muertes.”

El pincel de la desidia con que se siguen trazando esas estrellas color sangre está en manos del Ejecutivo local que comanda el intendente Carlos Arroyo. En su despacho atesora deudas pendientes como si fueran caramelos. Por caso, mientras los femicidios en esa región no paran de aumentar, la fiscalía especializada brilla por su ausencia. Son las fiscalías penales ordinarias las que siguen interviniendo en casos de violencia de género y femicidios, “lo que hace que las familias atraviesen procesos revictimizantes cuando se trata de abusos, de acosos, y que en materia de femicidios muchas veces no se llegue a esas carátulas o que no contemos con personal judicial  debidamente instruido”, explica Barrenechea.

Hace poco más de año y medio, en Mar del Plata se aprobó y reglamentó la ordenanza que declara la emergencia en violencia de género que debía instrumentar políticas de prevención y generar dispositivos de atención a las víctimas, sin embargo la disposición aún no se implementó. “Entendemos entonces que muchos de los femicidios que se han cometido tenían denuncias previas y no fueron evitados porque incluso cuando la normativa ordena políticas públicas en ese sentido, no se están realizando por el desinterés de la autoridad municipal.”

El 8 de octubre, cientos de personas acompañaron a la familia de Lucía en la movilización y acto en la plaza frente al municipio. “Queremos recordarla reafirmando nuestro pedido de Justicia y exigiendo un castigo ejemplar para todos los responsables”, dijo su madre, Marta Montero. Estuvieron presentes organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, estudiantiles y políticas, y familiares de víctimas de otros femicidios ocurridos en el territorio, como los de Analía Aros, Jimena Silva, Nancy Segura y Natalia Melmann. “Fue como una gran catarsis de familias que estaban duelando a sus hijas”, recuerda Barrenechea, emocionada por un encuentro donde ella y otras periodistas, tan acostumbradas a construir los relatos de las violencias, terminaron abrazadas y llorando. 

“Esto es una cagada, la vida se nos derrumbó en un segundo, pero estamos acá pasándola, viviéndola como se puede”, vibró sobre el micrófono Matías Pérez, el hermano de Lucía, con la garganta astillada pero en rebeldía contra toda victimización que quieran endilgarles. Lo siguió una compañera de escuela de su hermana, que evitó decir su nombre porque el de “Lu” llenaba la tarde y todas las bocas como un río furioso, y esa chica leyó el texto más precioso que pudo haber cerrado la jornada. El texto poderoso de una adolescente.

 “Lucía no se va a quedar callada, Lucía va a hacer ruido, va a levantar la voz. Lucía va a marchar, gritar, protestar en contra del sistema sólo para pedir justicia. Y no hablo solo de que estos monstruos se pudran en la cárcel. También hablo del cambio social, de ponerle fin a los prejuicios para que esto no vuelva a pasar. De dejar de  proteger al agresor, sea conciente o inconcientemente. Esto no tiene justificación alguna pero estamos hablando de algo muchísimo más importante: nos están matando, y están matando a sus hijas, tías, sobrinas, nietas, hermanas, compañeras, y todo queda en el olvido. Lucía no va a quedar en el olvido. Lucía tiene una voz, nosotros gritamos por ella. Gritamos por poder salir a la calle sin miedo, porque nos escupen si usás demasiado corta o larga la falda, por un mundo en el cual un tipo de la esquina no te chifle ni te denigre diciéndote barbaridades. Por una noche en la cual me pueda emborrachar tranquila sin estar pendiente de si van a poner algo en la bebida, o por si estás muy borracha se aprovechan de tu estado. Un mundo en que la mujer pueda valer lo mismo que un hombre y sobre todo un mundo en el que esté Lucía tan sonriente como siempre.”