“Hemos digitalizado 112 fotografías originales del siglo XIX de Julia Margaret Cameron, amén de que pueda observarlas detenidamente online”, pasó reciente aviso la Biblioteca Bodleiana de Oxford, una de las más antiguas del Viejo Continente, sobre inesperada, sobresaliente novedad: el acceso libre y gratuito a más de una centena de imágenes -en altísima resolución- de la extraordinaria fotógrafa victoriana, tía abuela -dato colorido- de la mismísima Virginia Woolf. “Mi aspiración es ennoblecer la fotografía y garantizar que se la tenga por un arte con mayúsculas capaz de combinar lo ideal y lo real sin sacrificar la verdad y desde la más completa devoción hacia la poesía y la belleza”, anotó en cierta ocasión la damisela pionera sobre una meta que alcanzó con creces, y no sin obstáculos…
Finalmente, como describió la periodista ibérica Elsa Fernández-Santos, “Julia Margaret Cameron no solo se enfrentó al rechazo de los fotógrafos de la época victoriana, sino al paternalismo de los puristas de generaciones posteriores, que minimizaron su genio tachando sus imágenes, desenfocadas y manchadas, sus borrosos y quebrados medios y primeros planos, de feliz accidente, del éxito de un error”. Muy por el contrario, JMC asumió la imperfección como expresión artística, logrando capturar -por caso- a mujeres y niñas como nunca antes habían sido retratadas: “melancólicas y vulnerables, de una belleza romántica y enfermiza, pero también impenetrables y desafiantes, con una profundidad trágica que hoy se mantiene imperturbable”.
“Desde el comienzo, manejé mi cámara con un tierno ardor, y se ha convertido para mí en algo vivo, con voz, memoria y vigor creativo”, escribió antaño la artista brit. La centena de imágenes hoy digitalizadas, por cierto, fueron un obsequio que regaló en vida al poeta y dramaturgo inglés Sir Henry Taylor, cuya familia las mantuvo en prístina condición hasta donarlas en la década del 30 a la Biblioteca Bodleiana, que ahora -sobra decir- comparte el tesorito con el globo.
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