Avellaneda fue el último territorio en el que la discusión entre La Renga y Javier Milei tuvo su materialización social y discursiva. Sucede que el actual presidente eligió un tema de Gustavo Fabián Nápoli, el Chizzo, como carta de presentación para la mayoría de sus actos públicos. Esos en los que la turba libertaria lo vitorea mientras vocifera las primeras estrofas de “Panic show”, la canción con la que Milei ruge, como una bestia en medio de la avenida.

Desde que el libertario tomó el tema por primera vez, y lo reversionó ubicando a “la casta” en el lugar de quienes corren cada vez que el león aparece, la banda hizo hizo lo posible para dejar en claro su disconformidad por ese uso indebido de una canción que, como casi todas entre las que se corean popularmente, está protegida por leyes de copyright que difícilmente el presidente desconozca. También es complicado imaginarlo en contra de los derechos de propiedad intelectual, pero no resultaría sorprendente una contradicción. Una mancha más.

Después del concierto en Avellaneda, donde La Renga volverá los días 9, 11 y 13 de este mes, se dio un particular fenómeno en las redes sociales en el que los militantes libertarios empezaron por “celebrar” que el trío que completan Gabriel "Tete" Iglesias y Jorge "Tanque" Iglesias no había tocado la canción que Milei vociferaba a lo largo de la campaña. Al punto de volver a abrazar la ridiculez, empezaron a circular historias y relatos en el que se advertía que la canción había sido originalmente compuesta por el propio Milei. Se editaron fotos y se activaron discusiones. Un juego tradicional en los tiempos actuales que dan cuenta, aunque suene extremádamente irónico, la manera en que las fake news comienzan a instalarse en la discusión pública.

No es la primera vez que un hecho así sucede en la historia reciente, ni con el propio Milei. Ya la Bersuit había llegado a instancias legales para impedir que las celebraciones libertarias se coronaran con la canción “Se viene”. Tiempo atrás algo parecido había sucedido con La Mancha de Rolando, en desacuerdo por el uso que Mauricio Macri le daba a su tema “Arde la ciudad”, y con Ciro Pertusi, ofuscado por el uso que el kirchnerismo le daba a la canción “Donde las águilas se atreven” de Attaque 77.

Seguramente debe haber más y detrás de cada utilización no parece haber ninguna ciencia más allá de la identificación lineal con las letras de esas canciones. En el caso de de Milei, con el león que ruge al comienzo de una canción que, al igual que “Se viene” tiene una relación directa con el escape al clima opresivo reinante en las épocas que los referentes libertarios reivindican, cuando prefieren encontrar ejemplo cercanos en la historia y no viajar hasta 1890.

Así como actualmente hay un Menem, Martín, en la presidencia de la Cámara de Diputados; cuando se craneó el disco La esquina del infinito, había un Menem, Carlos, en la Casa Rosada. El disco en el que apareció “Panic show” se grabó a mediados del 2000 pero fue concebido en medio de la crisis que marcó la última etapa del riojano en la Presidencia de la Nación. 

Ya desde 1998, cuando La Renga lanzó el disco homónimo que tiene una estrella blanca en la portada, la banda se había afianzado como uno de los emblemas musicales de la rebeldía antisistema que le hacía frente a la crisis económica y social y musicalizaba el descontento que se expresaba con piquetes y cortes de rutas. Es imposible escindir al protagonista de “Panic show” de ese contexto de furias que ya no se contenían y que pronto retumbarían en las cacerolas que iban a terminar con aquel ciclo neoliberal en la Argentina. 

Resulta llamativo el tino de Milei por apropiarse de canciones que germinan en el extremo más alejado de sus ideas. Pero también es concreta la necesidad que, durante la campaña, lo impulso a buscar escenarios en los que el descontento marcaran el pulso de época. Que lo siga haciendo, ya parece una sobreactuación. 

En el otro extremo de la aquella década, Milei tenía otro león, que también aparecía como hito de la resistencia, aunque mucho más incómodo, desde la literalidad, para las ideas que defiende. También bandera, tenía un nombre propio. Se llamaba Manuel Santillán, un personaje inmortalizado en el inconsciente colectivo desde el repertorio de Los Fabulosos Cadillacs.

El León fue, precisamente, el nombre del sexto álbum en estudio de la banda que integraban, entre otros, Vicentico, Flavio Cianciarulo y Sergio Rotman. Para muchos se trata del mejor trabajo de la banda que, en la última década del siglo XX iba a conquistar el mercado latino. En gran parte por la apuesta que expresaba ese material que no sólo se metía musicalmente con los sonidos del continente sino que narraba historias que cruzaban a una América Latina que ya era un hervidero. “Manuel Santillán, el león”, es una de ellas.

El león de los Cadillacs era una especie de justiciero. O al menos un personaje ubicado en las antípodas de las fuerzas opresivas que, generalmente, encarnan las instituciones, entendidas en su sentido más amplio. En el mito, hay quienes dicen que el personaje está inspirado en un militante juvenil asesinado por la dictadura, quienes hablan de una especie de bandido rural moderno muerto a manos de la policía y de una barra asesinado, como dice la canción, en una ajuste de cuentas. Es posible que, fruto de la creación Cianciarulo, el personaje represente todo eso junto.

Aquel león, de hecho, es una especie de precuela de lo que luego fue la canción más emblemática de la banda, “Matador”, grabada apenas unos años más tarde. “No hace mucho tiempo que cayó el León Santillán y ahora sé que en cualquier momento me la van a dar”, relata el protagonista del tema que apareció como una de las novedades de Vasos Vacíos, el salto final de los Cadillacs a la masividad.

Ente un león y otro, Milei eligió el del estallido final. Echando mano al cancionero rockero, del que siempre asegura ser parte, también podía elegir los leones del repertorio postdictatorial que creó Chico Novarro e inmortalizó Juan Carlos Baglietto, o los leones tiranos que Miguel Cantilo pone para metaforizar a los jerarcas militares en esa gran canción llamada “La jungla tropical” que dio nombre al segundo disco de su banda Punch. Pero todo hubiese sido aún más extraño. Se quedó con el de La Renga, tanto más duro como más difuso y amoldable a sus intenciones.  

En Avellaneda, los videos que se viralizaron se encargaron de dejar en claro que al público de la banda nacida en Mataderos le gusta poco y nada que lo siga haciendo. Por eso, quizás, se activó la respuesta libertaria en las redes. Y también lo dejó en claro el Chizzo

“Amigos, estamos en tiempos difíciles. Como muchas otras veces. Algunos temas vuelven a resurgir. Este es uno de ellos, que, a modo de conjuro protector, dice... 'Un paso atrás, un paso atrás, no me toques'”, dijo desde el escenario antes tocar "Hielasangre", una de las canciones más duras de todo el repertorio del grupo, y que apareció en el disco Detonador de sueños, precisamente le primero de La Renga luego del estallido del 2001.