Donde nada se detiene. Literatura y el resto del mundo es el último libro de Sonia Budassi, publicado por HD de Bahía Blanca, de donde es oriunda su autora.
El volumen contiene escrituras híbridas o inespecíficas que ponen en crisis las inscripciones genéricas y la construcción de un modo de leer frente a un “archivo del presente”. Prefiero presente a contemporaneidad porque no queda sujeto a marcaciones histórico-políticas de etapas de la humanidad y porque además de cargar con una bella sonoridad, trae en su morfología (–ente) más presente.
Budassi se enfrenta a su presente con la intensidad e inspiración con que se meten las manos en la tierra: remueve ese archivo, ya expandido, para agregar, permutar, desechar, negociar sentidos. Celebro el término “mundo”, cuando sobran expresiones que refieren a lo global despertando imaginaciones mal habidas. Mundo sí, cuánta poesía. Alfonsina creaba su Mundo de siete pozos antes de que Alejandra no supiera cómo “explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”.
Mundo es más demarcable en tanto se puede fechar una vuelta en 80 días. Mundo es por poco más antiguo. Esto permite correrse un poco de la urgencia de las agendas para reflexionar con mayor libertad sobre los legados del mundo. “Universo” conduce rápido a la idea de descubrimiento y conquista: veo telescopios, cálculos, ideas iluminadas e iluministas, al hombre que separa en un sitio y mira por sobre el mundo. “Planetario” implica una territorialización de las catástrofes, esas que nos estarían ingresando, aun sin consenso científico, en una era en que el hombre perdería centralidad especista.
¿Cómo se mira el mundo y cómo se lo mira en relación con la literatura? Hacia 1999, la socióloga y crítica literaria francesa Pascale Casanova publicaba el ensayo República mundial de las letras, donde examinaba las lógicas de poder con las que operaron las letras especialmente en el siglo XIX. Se detenía en analizar cómo determinados autores, textos literarios y lenguas han obtenido mayores privilegios y reconocimientos a nivel mundial que otros, con epicentros influyentes y consagratorios en capitales culturales y económicas de la talla de Londres y París.
Una literatura mundial que se miró sin dudas desde una óptica eurocentrista, pero desde un prisma que espacializa las letras. Esta imagen es la que despierta el libro de Sonia (las letras en el espacio o el espacio según las letras), que trata sobre las mil y una facetas de la coyuntura, y que a diferencia del modelo decimonónico de Viejo Mundo, el espacio para las letras (un ethos de mundo) está descentrado, desplazado, desperdigado, incardinado (en el sentido de nomadismo).
El mundo, en este libro, es un resto que ser esta de la literatura y es en esa zona franca donde nada podrá detenerse según los caminos que trace la cronista curiosa (la que registra los feminismos antes de la marea, el conflicto Palestina/Israel desde tiempo atrás, las celebraciones por la tercera estrella de Argentina campeón mundial), la viajera imparable (de Japón por Europa y Australia a la web), la lectora voraz (de Flaubert y Tom Wolfe, claro, pero también de Roberto Arlt y Osvaldo Soriano), la entrevistadora aguda (que pasa sus momentos con el escritor ruso Eduard Limónov), la escritora que aprovecha todo lo que ve, visita, lee y lo mezcla en una escritura “fuera de sí”, que resulta una marca más de ese presente que Budassi está todo el tiempo construyendo.
El índice y la división del libro es un mapa territorial y un mapa de lectura, es pura espacialización: alrededor del mundo; territorio nacional, lenguaje de la web, por tomar un periplo posible. El volumen da libertad de entrar por donde se quiera, de ir y venir por esa ola de creatividad, humor, extravagancias, información, ficción y pensamiento crítico. De las tantas aventuras a las que este libro nos invita, hay una andanza de gran impacto, que hace pie en una suerte de poética de la traición. En la reseña y entrevista que Budassi le realiza a Laura Ramos por su libro sobre las hermanas Brontê se dice que la biografía –ese género que se funda en al menos una ilusión de veracidad- puede ser también una traición al reversionar las vidas de lasescritoras cuyos mitos se siguen escribiendo en el presente.
Así, Emily no era una santa, Charlotte dedicaba demenciales cartas de amor a un profesor, Anne escribió la primera novela feminista de la historia. El juego de seducción de estas mujeres fantasmas de pueblo chico nos traiciona cuando vemos que en realidad usurpan la piel de otro personaje del gótico: eran o son finalmente las vampiras de los legados opresores. De aquí, se puede saltar como si uno cayera desde las cumbres borrascosas de la mundialidad a una idea de lo nacional literario que Budassi marca desde un César Aira construido a partir de su madre a un Borges chino.
Y en esa transición del camino, aparecen otra vez la biografía y el libro Cumbres borrascosas como lecturas preferidas de una madre (la de Aira), esa escritora que sale a luz mediante la operación borgeana de precursoría: “la mamá de César Aira, como una creación del propio hijo”. Este recorrido hallaría una posta final en el texto de presentación que hace Budassi por las obras completas de Borges en el Museo de Arte de Shanghai en 2015, porque ahí aparece la lectora, quien va contando sus experiencias de lectura de los libros de Borges (desde la biblioteca familiar y las aulas escolares a la biblioteca conquistada) para un público que imagino mundial.
No porque sí enfatiza en la insurrección de la sentencia de la aldea y el mundo que propuso el escritor de “El escritor argentino y la tradición”. La operación de Borges es leer la tradición nacional y las marcas de lo argentino como toda la cultura occidental. Sentencia subversiva que funciona como tamiz de lo mundial y lo nacional y hace que proliferen los sentidos y sobre todo nazcan (como quería Barthes en sus formulaciones sobre texto y escritura en contraposición a los fundamentos modernos de autoría y obra) múltiples lectores de aquí y de allá también.
Todos esos textos que hubieran quedado desperdigados hoy cambian de estatuto y se hacen libro. Un libro que muestra a quien se las tiene que ver con el presente en un doble juego de desventajas y ventajas (el de la inventiva crítica con poco aval previo, el de construir intuiciones sobre temas al mismo tiempo que estos se construyen). Ahí leemos un gesto político de intervención sobre el presente. Entonces ella va y se come el mundo, sin perder de vista su situacionalidad: mujer, blanca, latina, occidental, formada, sensible.
Este libro que tiene un componente anticipatorio pues muchos de los temas que toca hoy están en boca de todos abre un mundo lleno de sensaciones. Hay una frase mágica de la escritora, periodista y viajera Sara Gallardo que repito siempre: un libro es un gran lugar de encuentro entre dos, mucho mejor que un ascensor, una plaza o un bar. Este libro, que se edita en Bahía Blanca, es tan hospitalario que trae a Sonia con todo el mundo encima otra vez a casa.