El 15 de enero de 1919, fue ejecutado el feminicidio político de Rosa Luxemburgo ordenado por la socialdemocracia alemana. El crimen fue precedido de insultos que conocemos demasiado las mujeres: loca, puta, sanguinaria. Después del tiro de gracia, su cuerpo fue tirado a las aguas del Landwehrkanal. Pero como tantos cuerpos, como los de las Madres de Plaza de Mayo tiradas al Río de la Plata, el suyo resistió la desaparición, y retornó meses después a las orillas.
La noche anterior Rosa había terminado de escribir: “¡El orden reina en Varsovia!”, “¡El orden reina en París!”, “¡El orden reina en Berlín!”, esto es lo que proclaman los guardianes del “orden” cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos “vencedores” no se percatan de que un “orden” que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin… ¡El orden reina en Berlín!” ¡Esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya “se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto” y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!”.
Las feministas que abrazamos el legado de Rosa Luxemburgo, buscamos en su pensamiento y en su vida, algunas claves. Rosa nos advierte que no alcanza con ser críticas del capitalismo, y de su alianza con el patriarcado y el colonialismo. Es necesario transformar la historia de modo estructural, porque el rumbo al que nos conduce el desarrollo capitalista es el de la barbarie. Las lógicas de “humanizar al capitalismo”, llevan a que se desarrollen sus aspectos más brutales. Si miramos el derrotero del capitalismo “serio”, “humano” en Argentina y en varios países de Abya Yala (el continente conocido colonialmente como América Latina), los gobiernos de progresismos neoliberales y extractivistas dejaron a una parte fundamental de la población sin derechos, creando el caldo de cultivo para las derechas reaccionarias que sueñan con gobernar por decreto, fraudes electorales o golpes de estado institucionales o militares. En el Ecuador dolarizado, sembrado de cárceles de máxima seguridad al estilo Bukele, controlado por narcos, bandas criminales y militares, hoy el régimen destila terror hacia la población cautiva. En Guatemala, el triunfo electoral de un sector popular está amenazado por las políticas golpistas y la represión de los pueblos originarios, defensores de los territorios y de la naturaleza.
El genocidio del pueblo Palestino se desarrolla ante nuestros ojos con el silencio cómplice de la mayoría de los estados del mundo. El gobierno sionista del Estado de Israel comandado por Benjamin Netanyahu, está realizando en pocos meses el crimen de casi 30.000 personas, de las cuales alrededor de 10.000 son niños y niñas, y 7000 son mujeres (entre niñxs y mujeres son el 75 por ciento de lxs asesinadxs), a lo que se suman alrededor de 60.000 heridxs. Nos podemos preguntar entonces cuál es el miedo que nos provocan las revoluciones. ¿No da más miedo la instauración de este orden de la muerte sin cementerios? Sabemos que hablar de revoluciones o de socialismo, causa urticaria en muchos casos, e indiferencia en personas sensibles a la prédica del poder, que ha cultivado la idea de que son conceptos pasados de moda. Lo que resulta dramático, es que algunos sectores creen que los feminismos y los movimientos populares, tenemos que ser parte de ese orden. Nos invitan a esperar tiempos mejores.
Autocrítica en la derrota
En ese contexto Rosa escribía febrilmente sus primeras conclusiones. Nos hablaba de la necesidad de analizar de modo autocrítico y no complaciente las derrotas sufridas, porque en ellas encontramos fuentes de aprendizaje. Preguntaba: “¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción? ¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masas berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio. La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta “derrota” una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta “derrota” florecerá la victoria futura”.
Esa posición era fruto de una perspectiva dialéctica, que pensaba las revoluciones y contrarrevoluciones como parte del tiempo histórico que vivimos, desde el levantamiento obrero de la Comuna de Paris en 1871, el mismo año en el que nacía Rosa Luxemburgo en Zamosc, Polonia. Ella fue protagonista de varias revoluciones, las dos revoluciones rusas (1905 y 1917), la revolución alemana (1918-1919), de sus revoluciones personales, y de las revoluciones del pensamiento que promovió como mujer práctica y teórica a la vez.
Rosa desafió al dogmatismo, defendiendo al marxismo de la amenaza de sedación de las pasiones y la acción revolucionaria, de las ideas conservadoras de “no hacer olas” para acumular fuerzas circunscribiéndose solamente a la lucha electoral. Desafió al machismo dentro de los muchos partidos en los que intervino, tanto en Polonia, como en Rusia y Alemania. Rosa trascendió su lugar de origen con su experiencia migrante, moviéndose con la brújula dirigida siempre hacia donde veía germinar brotes de revoluciones, haciendo del internacionalismo una raíz y la única frontera. Como mujer judía, que vivió desde pequeña los progroms y el racismo en Polonia, denunció todos los modos de opresión y de violencia, pero sin hacer de la identidad un cerco para pensar el mundo. El internacionalismo fue uno de los grandes aportes que recuperamos las feministas cuando pensamos en romper las fronteras nacionales que son base para propuestas nacionalistas y racistas. El enfrentamiento a las transnacionales, no podemos realizarlo desde el estrecho nacionalismo, donde la derecha recrea su fuerza y su poder en clave fascista, sino desde perspectivas plurinacionales, que posibilitan el diálogo de las diversas cosmovisiones que conviven en los territorios que habitamos.
La importancia del Buen Vivir
“La proletaria” Rosa entregaba generosamente su tiempo a la revolución, aunque disfrutaba de cada minuto “ganado” para dialogar con los pájaros, para pintar, para vivir varios amores, para cultivar intensas amistades con otras mujeres apasionadas, rebeldes frente a la sociedad en la que forjaron sus luchas, pero también frente a los mandatos de sus partidos y de sus compañeros.
El 5 de marzo de 1914, escribió: “Para la mujer burguesa su casa es su mundo. Para la proletaria su casa es el mundo entero, el mundo con todo su dolor y su alegría, con su fría crueldad y su ruda grandeza. La proletaria es esa mujer que migra con los trabajadores de los túneles desde Italia hasta Suiza, que acampa en barrancas y seca pañales entonando canciones junto a rocas que, con la dinamita, vuelan violentamente por los aires. Como obrera del campo, como trabajadora estacional, descansa durante la primavera sobre su modesto montón de ropa en medio del ruido, en medio de trenes y estaciones con un pañuelo en la cabeza y a la espera paciente de que algún tren le lleve de un lado a otro.
Con cada ola de miseria que la crisis europea arroja hacia América, esa mujer migra, instalada en el entrepuente de los barcos, junto con miles de proletarios hambrientos de todo el mundo para que, cuando el reflujo de la ola produzca a su vez una crisis en América, se vean obligadas a regresar a la miseria de la patria europea, a nuevas esperanzas y desilusiones, a una nueva búsqueda de pan y trabajo.” (La proletaria)
Rosa Luxemburgo, como su gran amiga Clara Zetkin y otras compañeras, trataba de distinguir la lucha de las mujeres proletarias de la de las mujeres burguesas, lo que en nuestros tiempos suele expresarse en las perspectivas de los feminismos comunitarios, populares, plurinacionales, socialistas, del buen vivir, frente a los feminismos liberales, burgueses, que se conforman con determinados porcentajes y relativos avances en las instituciones del poder capitalista y patriarcal. Actualmente, sin dejar de realizar las alianzas necesarias en el enfrentamiento con las derechas reaccionarias, misóginas, que buscan avasallar los derechos conquistados como el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, leyes e instituciones contra la violencia machista, la Educación Sexual Integral, o las leyes y normas que protegen a disidencias, como el cupo laboral travesti trans, el derecho a la identidad, el matrimonio igualitario, necesitamos establecer qué significa este sistema de muerte del capitalismo patriarcal para las mujeres trabajadoras condenadas a trabajos altamente precarizados, las mujeres piqueteras, a quienes se amenaza con quitar los planes miserables de sobrevivencia si participan de luchas, para las mujeres originarias, expulsadas de sus territorios, para las mujeres migrantes, a quienes se les restringen derechos garantizados por la constitución, para las mujeres campesinas, cuyas experiencias de agricultura campesina son negadas por los dueños de las tierras, de las aguas y de las semillas.
Las mujeres trabajadoras, la mayoría sin trabajo formal, ven difícil sobrevivir, y pierden apoyo en su maternidad, en la defensa de sus hijos e hijas, víctimas del gatillo fácil o del abuso sexual en la infancia. Las travestis, trans, lesbianas, y disidencias sexuales, que han venido ganando espacio social y reconocimiento a partir de su propia y legítima organización, sufren los embates de las políticas de odio, que buscan instalar como natural y como norma el régimen heterosexual. Estamos ante una lucha cultural, política, y por cada una de las palabras en juego, como es incluso la palabra libertad. En ese sentido, volvemos a pensar con Rosa, quien insistía: “Libertad solamente para los partidarios del gobierno, solamente para los miembros de un partido –por más numerosos que sean, no es libertad. Libertad es siempre libertad de quien piensa de modo diferente”.
Si bien este concepto lo planteaba en debate con la socialdemocracia y sus lógicas excluyentes, bien vale para pensar qué tipo de sociedad queremos aportar a crear desde los feminismos. Contra el militarismo y la guerra ¿Qué nos diría Rosa Luxemburgo sobre el genocidio del pueblo palestino? ¿Qué nos diría de la guerra Rusia – Ucrania? ¿Qué nos diría de las intenciones de volver a nuestros territorios en Abya Yala lugares para la instalación de bases militares norteamericanas, israelíes, dominando por ejemplo la Patagonia? Uno de los grandes dolores de Rosa Luxemburgo fue cuando el 4 de agosto de 1914, la fracción socialdemócrata del Parlamento alemán -sus compañeros hasta entonces- votaron los créditos de guerra que avalaban la participación en la primera guerra mundial. Consideró esa decisión como una enorme traición a los principios internacionalistas del socialismo, frente a la cual tejió una alianza con algunos de los compañeros/as que formaron el grupo internacionalista Espartaco. Desde entonces desplegó una enorme agitación contra la guerra imperialista, hecho por el cual fue muchos años presa.
El ascenso del nacionalismo patriotero en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, era el huevo de la serpiente, que luego crecería como nazismo. Para los feminismos, la vocación antimilitarista y la lucha por la paz de Rosa Luxemburgo, nos permite afianzar las políticas de hermandad entre los pueblos, el rechazo a las lógicas guerreristas, la construcción de experiencias únicas como los Paros Internacionales de Mujeres, y la acción conjunta en determinados momentos históricos, como es el llamamiento de las feministas de distintos territorios de Abya Yala y el mundo, a participar en solidaridad con el próximo Paro General en Argentina el 24 de enero, rompiendo fronteras y manifestándose en las embajadas y en distintos territorios.
En estas perspectivas, Rosa es y será, y seremos con ella, si logramos mantener la alegría, el buen humor, el encanto por la vida, el profundo rechazo a las políticas del orden mortal. “El orden reina en Argentina”. Así dicen los escribas del poder mundial. Pero aquí estamos. Las mujeres y disidencias. Los pueblos. Las revoluciones pendientes. Fuimos, somos, y seremos.