¿Cómo es posible que una película que rehúye toda publicidad bata records en Japón, acabe en el número 1 de la taquilla estadounidense y se convierta en una seria aspirante a los premios? Porque es una película de Hayao Miyazaki. Si no le suena el nombre, no se equivoque: se trata de algo importante. Miyazaki es el talismán cofundador del estudio de animación japonés Studio Ghibli, y su última película, El niño y la garza, al fin llega a la cartelera occidental. Hasta el día del estreno, nadie había visto un fotograma de la película. En otras manos, esta estrategia de marketing equivaldría a un suicidio comercial. Para Miyazaki, el mero hecho de su participación era publicidad suficiente.
Pocos artistas han dominado tanto una forma de arte como Miyazaki en el mundo de la animación. Sus películas -fantasías líricas, conmovedoras e infinitamente imaginativas- han sido fundamentales para acercar el animé al público de todo el mundo. Suyas son las películas que han convertido a Ghibli en un fenómeno: la epopeya elegíaca La princesa Mononoke, en la que unos industriales entran en guerra con los dioses del bosque; la fantasía infantil juguetona y contemplativa Mi vecino Totoro, en la que dos hermanas se encuentran con un espíritu benévolo mientras su madre está enferma; la película El viaje de Chihiro, ganadora de un Oscar y absolutamente única, en la que una niña se mezcla con las criaturas y los demonios de una casa de baños paranormal. Aunque otros animadores también han dirigido películas bajo el paraguas de Ghibli -sobre todo el difunto cofundador del estudio y antiguo mentor de Miyazaki, Isao Takahata-, el nombre de Miyazaki es sinónimo del estudio y de su magia.
El niño y la garza cuenta la historia de Mahito, un niño que se traslada al campo después de que su madre muere en el incendio de un hospital, sólo para descubrir un universo mágico en el interior de una mansión cercana. El reparto de la película en inglés está formado por Robert Pattinson (con una voz irreconocible), Florence Pugh, Dave Bautista, Christian Bale y Willem Dafoe. A sus 82 años, Miyazaki anunció que El niño y la garza será su último largometraje. Los fanáticos de su obra se lo toman con cautela, ya que Miyazaki ha renegado de sus promesas públicas de retirarse en varias ocasiones, desde 1998. Pero si El niño y la garza (cuyo título en japonés se traduce como "¿Cómo vives?") es realmente su despedida, se trata de una despedida dignamente grandiosa.
El impulso para la película comenzó a gestarse en 2015, cuando Miyazaki creó un cortometraje para el Museo Ghibli de Tokio, titulado Boro the Caterpillar. El proyecto implicaba trabajar con Takeshi Honda, un animador más joven al que Miyazaki apreciaba y en el que confiaba. Deseoso de trabajar con Honda en un largometraje, Miyazaki comenzó a esbozar ideas para El niño y la garza, y contrató a Honda como director de animación.
"Nuestro productor (el incondicional de Ghibli Toshio Suzuki) tenía curiosidad por saber qué pasaría si no fijáramos un plazo y dejáramos a Miyazaki hacer lo que quisiera", cuenta Junichi Nishioka, vicepresidente de Studio Ghibli. "En películas anteriores teníamos comités de producción y distribuidoras que nos daban plazos porque tenían que reservar las salas. Con El niño y la garza nos alejamos de esta estructura de comités. Fue una película totalmente independiente financiada por Studio Ghibli".
De hecho, fue esta necesidad de independencia lo que finalmente convenció a Miyazaki para abandonar su política de no licenciar películas de Ghibli para streaming. A principios de 2020, todo el catálogo de Ghibli comenzó a emitirse en Netflix en todo el mundo (excepto en Estados Unidos, Canadá y Japón), en un acuerdo que básicamente financió la producción de El niño y la garza. Al final, la película tardó "tres o cuatro veces" más en crearse que los proyectos anteriores de Miyazaki.
Debido en parte a la avanzada edad de Miyazaki, se vio obligado a reducir (ligeramente) sus tareas, después de haber ejercido un exigente grado de control sobre sus anteriores trabajos como director ("Su capacidad de concentración es un poco menor que antes", señala Nishioka). A lo largo de su carrera, Miyazaki fue conocido por su meticulosidad, y corregía personalmente cada fotograma de la película. Con El niño y la garza, se vio obligado a confiar más en sus colaboradores.
Honda recuerda un ambiente de trabajo cordial y agradable en El niño y la garza, con Miyazaki paseándose habitualmente por la oficina y compartiendo anécdotas con sus compañeros. "Recordaba su trabajo en (la animación para televisión de 1979) Ana de las tejas verdes con Isao Takahata", recuerda Honda. El primer proyecto era, dice, "muy aburrido" para Miyazaki, porque implicaba animar movimientos tediosos y mecánicos: abrir y cerrar puertas o preparar tazas de té. "Eso era realmente todo en lo que podía trabajar", dice Honda. "Y decía: 'Éste no es un trabajo de hombres'. Y también se quejaba de Takahata, diciendo que era un perezoso". Sin embargo, fue Ana de las tejas verdes lo que llevó a la creación de Ghibli y a la colaboración durante décadas entre los dos gigantes de la animación.
Aunque su meticuloso enfoque de la animación ha dado lugar a algunas de las mejores películas del último medio siglo, el temperamento y el estilo de dirección de Miyazaki también han resultado controvertidos, ya que tanto él como el difunto Takahata tienen fama de ser difíciles de tratar y demasiado exigentes con los animadores. El documental de 2013 El reino de los sueños y la locura ofrece una visión ligeramente aséptica, pero no por ello menos perspicaz, del funcionamiento interno de Ghibli, en la que Miyazaki aparece como una figura contundente, dueña de sí misma y a veces melancólica.
Sin embargo, las palabras de sus colaboradores en El niño y la garza parecen restarle importancia. "Al principio, Miyazaki me asombraba y me intimidaba", recuerda Honda, "pero en realidad tiene los pies en la tierra y es muy fácil trabajar con él". Nishioka, por su parte, describe a Miyazaki como "sarcástico" y "encantador, pero bastante tímido", además de "bastante contradictorio". Y agrega: "Miyazaki a veces se enoja... es muy humano. No sabe expresar cuando está contento... puede parecer enojado, pero en realidad está muy contento".
Una crítica común que se hace tanto a Miyazaki como a Takahata es que no han sabido nutrir adecuadamente a los jóvenes talentos: a pesar de que algunos de los mejores animadores de Japón han pasado por la infraestructura de Ghibli, no ha habido herederos claros al trono de la dirección. Algunos se han mostrado más prometedores que otros, como Hiromasa Yonebayashi, que dirigió Arrietty y el mundo de los diminutos y la magnífica El recuerdo de Marnie, pero que fundó su propio estudio de animación, Studio Ponoc, en 2015. No obstante, no abandonó del todo Ghibli, ya que trabajó como animador clave en El niño y la garza.
Otro posible sucesor de Miyazaki es el propio hijo del director, Goro Miyazaki, cuyos propios largometrajes incluyen Cuentos de Terramar de Ghibli, La colina de las amapolas y el año pasado, La bruja y la tijereta, una incursión en la animación por ordenador en 3D que provocó una gran división entre los fieles de Ghibli. Sin embargo, las reacciones al trabajo de Goro han sido dispares, y Hayao Miyazaki hizo algunos comentarios infamemente mordaces sobre su propia progenie. "Poco después de empezar a rodar mi primera película, tuve una gran pelea con mi padre", reveló Goro más tarde. "Durante mucho tiempo no nos hablamos. Se oponía a la idea de que yo dirigiera una película. Le parecía ridículo que alguien sin experiencia se lanzara de repente a dirigir". Sin embargo, señaló que la llegada de su hijo -nieto de Miyazaki- volvió a unirlos.
Fue este nieto el que inspiró a Miyazaki para hacer El niño y la garza. La anterior "última película" de Miyazaki, Se levanta el viento, se interpretó como un examen inquebrantable de su propia carrera y legado. El niño y la garza es, en apariencia, un asunto más fantástico, repleto de periquitos antropomórficos y brujería, pero no por ello deja de ser una exploración de la propia vida de Miyazaki.
Es difícil no ver al propio Miyazaki en la figura del Tío Abuelo, un mago anciano y aparentemente todopoderoso (al que pone voz Mark Hamill en el doblaje) que ha creado su propio mundo espectacular, un mundo que ha hecho metástasis más allá de su control. Parte del dramatismo de la película proviene del anhelo del tío abuelo por tener un sucesor, y de la reticencia o incapacidad de Mahito para convertirse en él. Pero aunque hay ecos de la propia relación paternal de Miyazaki, aparentemente no era ésa la intención. Más bien, el personaje del tío abuelo se concibió como un sustituto de Takahata, y Miyazaki se imaginó a sí mismo como el chico en ciernes que se autosaboteaba.
Si El niño y la garza va a ser la última exhibición de una institución cinematográfica, entonces es una muy apropiada, una obra maestra a la altura de las mejores de Miyazaki. Pero éste no es necesariamente el final, ni para Miyazaki -de quien se dice que ya está trabajando en otra idea- ni para Ghibli. El estudio sobrevivirá a cualquier cineasta, incluso a uno tan monolítico como Miyazaki. "Es como Disney", dice Nishioka. "Tras la muerte de Walt Disney, la compañía dejó de hacer películas durante un tiempo, pero luego rejuveneció. Lo mismo ocurre con Ghibli: hemos plantado la semilla para que, quizá en el futuro, otra generación pueda florecer a su manera".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.