Hoy, con el estreno de 2666, la maratónica puesta del francés Julien Gosselin (tiene 12 horas de duración) el FIBA llega a su fin. La performance, que también se ofrecerá mañana en el mismo horario de las 11 de la mañana en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, es la última creación del director junto a su compañía Si vous pouviez lécher mon cœur, basada en la novela homónima del chileno Roberto Bolaño. Otros directores precedieron a Gosselin en la adaptación de ésta, la última novela del autor nacido en 1953 y fallecido en 2003: el catalán Alex Rígola y el estadounidense Robert Falls. Pero la suya las dobla con creces en extensión horaria.
“Que dure tantas horas me parecía imprescindible”, había declarado a la prensa el joven director a poco del estreno en el Festival de Avignon, el año pasado, haciendo tácita referencia a las 1100 páginas de la novela original. “Quería trasladar a la escena la dificultad y la fatiga que implica leerla, sin ahorrarme las digresiones inútiles de Bolaño”, explicó, además de subrayar que su deseo era lograr que el espectador “salga aún más perdido de lo que estaba respecto al tema de esta obra”.
Escrita durante los últimos años de la vida de Bolaño y publicada luego de su muerte, la novela abre con la historia de cuatro académicos europeos que se empecinan en encontrar a su autor de culto, el alemán Benno von Archimboldi, a quien casi nadie ha visto en persona. Esta determinación los conducirá hacia la frontera con Estados Unidos, a la ciudad mexicana de Santa Teresa (en realidad se trata de Ciudad Juarez), donde ocurren centenares de asesinatos de mujeres, tema del más cruento capítulo de 2666. En el mismo orden que en la novela, el espectáculo recorre también las historias del profesor Amalfitano, las investigaciones de Fate, el periodista afro americano, y la propia biografía de Archimboldi, plena de alusiones a la Segunda Guerra y el nazismo.
La obra que se verá en el Teatro San Martín incluirá en las 12 horas cuatro intervalos, que oficiarán de separadores de los cinco capítulos del original. La crítica europea observó que la propuesta desmesurada guarda relación con el llamado binge watching, el fenómeno de ver en continuado una gran cantidad de capítulos de series televisivas. Sobre esto, el director advirtió: “Mi trabajo se opone a la televisión, porque la mayoría de los primeros capítulos de las series son muy buenos, porque están marcados por una inmensa amplitud poética, pero luego acaban aplastadas por una intriga más bien tradicional, por la necesidad de atrapar al espectador”.
Gosselin cuenta con un elenco de trece actores que interpretan múltiples personajes y una escenografía movible de bloques traslúcidos (obra de Hubert Colas), además de música y video en directo. El director oriundo de la región de Calais, famoso ya por su puesta de la novela de Michel Houellebecq, Las partículas elementales, narra el devenir de los acontecimientos a través de la construcción de cinco niveles espaciales que se adaptan a distintos ambientes y situaciones. En dos pantallas se proyectarán hechos diversos, siempre en blanco y negro cuando se trata de tiempos pasados. “Bolaño es un autor de gran riqueza y complejidad, porque habla del mundo contemporáneo y de la violencia que lo caracteriza”, afirma Gosselin en la entrevista con PáginaI12, y completa: “Me interesa encontrar historias que a través de los destinos de los personajes puedan contar nuestro mundo, algo que no me ofrecen las obras escritas para teatro.”
–Bolaño pensó en publicar cinco novelas pero a su muerte sus herederos decidieron incluir todo el material en un solo libro. ¿No pensó en hacer un espectáculo por cada una de sus partes?
–Nunca me lo planteé. Cuando lo leí, cuando sentí el peso del libro entre las manos y el cansancio al leerlo pensé en hacer un espectáculo que tuviera las mismas características para el espectador.
–¿Por qué cree que el cansancio es un bien a conseguir?
–Me interesó que el espectador tuviese miedo de no poder llegar hasta el final. Y que finalmente se de cuenta de que ni se aburre ni quiere abandonar la experiencia. La obra, al igual que el libro, bucea en la violencia contemporánea. Si los espectadores están frescos y descansados en la sala no llegan a sentir la asfixia y la fragilidad del mundo que plantea Bolaño.
–Es cierto que lo suyo se parece a la experiencia de ver varias temporadas de una serie en un mismo día…
–Es diferente, porque con el video uno puede parar, lo mismo que con la lectura de un libro. Esto es más violento para el espectador, como si el tiempo de la vida se volviera igual que el tiempo que plantea el teatro.