El partido de la Costa registra la ocupación más baja desde 2001 y la situación genera la preocupación del sector empresario local. Fernando Giovannángelo lleva veintidós años radicado en el partido de la Costa, siempre dedicado a los rubros inmobiliario y turístico. Gracias a esa experiencia, tiene en su memoria el registro de los datos y lo que ocurrió en cada temporada de verano. Por eso está visiblemente preocupado.
A diferencia de muchos de sus colegas, no esquiva la discusión sobre las políticas económicas. “Algunos creen que hay que darle tiempo a esta clase de políticas, ¿tiempo para qué? ¿para que sigan destruyendo? Acá veranean los laburantes. Si le va mal a ellos, nosotros no tenemos nada que hacer”, asegura en diálogo con Buenos Aires/12.
El empresario hace un repaso histórico del comportamiento del mercado a lo largo de las últimas dos décadas y asegura que desde 2003, la temporada empezaba con el feriado del 8 de diciembre, en febrero se iban los inquilinos y en marzo llegaban a veranear los propietarios de las casas, lo que generaba una especie de aterrizaje suave. “Esta temporada empezó recién en navidad y al 50 por ciento de ocupación; ahora, que estamos en la quincena más fuerte, la primera de enero, apenas llegamos al 60”, dice.
El “Tano”, como le dicen todos acá al propietario de las inmobiliarias “El Muelle”, con oficinas en La Lucila, Aguas Verdes y Mar del Tuyú, se anticipó y tomó sus previsiones. “Aproximadamente en agosto empezamos a hablar con los propietarios, les dijimos que al valor del año pasado había que agregarle la inflación proyectada, que en ese momento era 160", cuenta. "Lo ofrecimos a ese valor y pedimos a los interesados que paguen el monto total a más tardar a los 30 días de la seña, de ese modo, el que quería vacacionar se garantizó la estadía y el propietario alquiló, cobró y tuvo la opción de cubrirse de la inflación posterior”, detalla.
A la inversa, cuenta que, “muchos propietarios, incluso colegas martilleros, esperaban a ver qué pasaba con el dólar, esas propiedades hoy están vacías”. Para Giovannángelo, la explicación es sencilla: “el 90 por ciento de las operaciones se cerraron antes del recambio de autoridades del 10 de diciembre”.
Y eso, cuenta, no anticipa nada bueno. Cuenta que para febrero, tiene cerrada una ocupación de entre 10 y 15 puntos. Con un agravante: este año los carnavales caen 12 y 13 de febrero. "Ojalá me equivoque, pero ese fin de semana se termina la temporada”, arreisga.
Crisis social en puerta
Giovannángelo no tiene dudas: el turismo y la construcción, atada a esa actividad, son los dos grandes impulsores de la economía local. Aclara que el turismo es totalmente estacional, que fuera del verano la afluencia es escasísima y “este año el precio de la nafta no ayuda”.
“El laburante tenía un verano intenso, con eso hacía una diferencia y esos ahorros le permitían tirar durante los meses más duros del invierno", empieza a describir. "En agosto o septiembre, lentamente, vuelve a ponerse todo en marcha, porque los locales se preparan para la temporada, los dueños de las casas empiezan con las refacciones o el mantenimiento, aparece la changa de cortar pasto o pintar, y en diciembre ya estaba todo a full”, describe.
"Eso fue así hasta 2017", dice y reconoce un 2018 y un 2019 "muy malos" que se empeoraron en los veranos de pandemia que vinieron después. "Pero esos eran mejores que el arranque de este”, afirma. Hasta esa fecha, cerraba alrededor de 20 compraventas por temporada y por oficina. Ahora son todos alquileres, que le permiten mantener la estructura, pero no hacer ninguna inversión adicional.
"Por cómo pinta esta temporada, la plata se termina en abril, o mayo a más tardar", dice, mientras describe que "a las 10 de la noche, las cafeterías que hace un año estaban llenas, hoy tienen una o dos mesas ocupadas". "No me sorprendería que en febrero empiecen a despedir empleados", lanza de modo alarmista.
"También vemos cosas que nos sorprenden, como gente que tiene la estadía paga pero se vuelve antes porque se queda sin plata o que tiene que vender dólares para quedarse. Si el consumo no se cayó del todo, es gracias a los descuentos de Cuenta DNI", afirma poniendo en valor la billetera virtual del Banco Provincia que genera descuentos a lo largo de todo el territorio provincial.
Con todo ese contexto, Giovannángelo cuenta que él no lo vivió en 2001, porque llegó justo después, pero conoce de memoria el relato de sus vecinos, donde los propietarios de casas de veraneo empiezan a poner en venta sus casas por la imposibilidad de mantenerlas. "Es una espiral de deterioro, y por ese camino, nos convertimos en un pueblo fantasma en poco tiempo”, afirma el empresario que ejemplifica con otro fenómeno, para él inédito, como signo de los tiempos: "Vienen dueños a dejarte la llave, en pleno enero. Son gente que toda la vida alquiló por su cuenta pero esta vez no pudo. Perdido por perdido, te vienen a buscar".