En época de elecciones, ¿por qué seguir escuchando a las consultoras y a los opinadores? Recientemente las encuestas han fallado rotundamente sin poder predecir ni entender el fenómeno de Trump, del Brexit ni del Laborismo.
En el caso del líder laborista Jeremy Corbyn las encuestas erraron por veinte puntos, no sólo por las dificultades para tomarle el pulso a una comunicación volátil que se ha dado en llamar “líquida”; fallaron sobre todo en la percepción de que los deseos y necesidades de la gente tienen un valor que puede trasladarse a los resultados electorales.
El pasado 19 de abril la primer Ministra Teresa May resolvió sorpresivamente disolver el Parlamento donde su partido conservador tenia mayoría y convocar a elecciones para el 8 de junio.
El llamado a elecciones, completamente innecesario, tenía como fin ampliar la fuerza de los conservadores en el Parlamento para encarar la negociación del Brexit, estrategia basada en que los mejores encuestadores predecían una amplia victoria. Con sólo siete semanas de campaña, Corbyn inició el trayecto hacia lo que puede ser la resurrección de la izquierda en Europa.
Los conservadores perdieron trece bancas, quedándose sin la mayoría parlamentaria para formar gobierno propio, obligándolos a hacer un acuerdo con el DUP de Irlanda del Norte (Democratic Unionist Party) para mantenerse precariamente en el poder. Los laboristas ganaron treinta bancas, estableciéndose como una alternativa real de gobierno.
Jeremy Corbyn dio una fantástica sorpresa electoral contra todos los pronósticos, contra los medios de prensa y hasta contra la mayoría de los miembros de su propio partido en el Parlamento. No se ha visto un político más vilificado que Corbyn, tal vez con las excepciones de Chávez y Maduro. Votarían a un Quijote, a un dinosaurio de la izquierda, a alguien incapaz de afrontar los desafíos del presente. La opinión pública británica fue advertida una y otra vez: Corbyn era un marxista extremo, un simpatizante del terrorismo internacional, amigo del IRA, Hammas y Hezbollah. Algunos datos son correctos, como que es un latinoamericanista cabal, simpatizante de Fidel Castro y de la revolución bolivariana y un firme defensor de la causa del diálogo Malvinas. Los medios se encargaron de recordar que Corbyn fue parte integrante del Grupo Pro diálogo Malvinas durante mi misión en Londres, y el Daily Mail publicó su foto junto a la embajadora argentina, como quien muestra la prueba de una infamia. Corbyn es un pacifista declarado, se opuso al involucramiento de Gran Bretaña en las guerras de Afganistán, Libia, Irak y Siria. Es un activo detractor de la proliferación nuclear y fue acusado de poner en riesgo la estrategia de defensa de su país, cuyo sentido del honor se ha desplegado en las guerras y conquistas del imperio.
Una de las lecciones más importantes del triunfo de Corbyn es que la Verdad- tan frecuentemente desechada por los políticos en campaña- puede ser un arma eficaz. Después del ataque terrorista en Manchester, mientras parecía que la derecha obtendría rédito prometiendo la intensificación de la “guerra contra el terror”, Corbyn dijo algo que ningún político se atrevería a decir en ninguna campaña: “Muchos expertos, incluidos profesionales y nuestros servicios de inteligencia y seguridad han señalado las conexiones entre las guerras que nuestro gobierno ha apoyado o lanzado en otros países y el terrorismo acá en casa”.
El manifiesto Laborista fue otro acto de coraje. Propuso la expansión del servicio nacional de salud, la re-estatización de los ferrocarriles, la gratuidad de la universidad, la protección de los derechos laborales y una transformación radical del sistema tributario para hacer que paguen más los que más tienen. Por primera vez en mucho tiempo, los ciudadanos descreídos de la política vieron un candidato que pensaba como ellos y se hacía eco de sus preocupaciones reales y cotidianas. Un video de Corbyn editado por Channel 4 muestra sus declaraciones desde que era un joven militante hasta el presente. Al contrario de la mayoría de los políticos que se han domesticado con el tiempo, el discurso de Corbyn se fue haciendo más radical; es un aliado incondicional de los trabajadores y los sindicatos, indignado por las viejas y las nuevas injusticias en su país y en el mundo. Un hombre íntegro y compasivo que predica incansablemente la igualdad.
La coherencia, rara avis de la política, también tuvo su premio en esa elección.
Desde Tony Blair en adelante el laborismo fue pareciéndose cada vez más al partido conservador. Ambos apoyaban el ajuste y las privatizaciones; se había aceptado que el socialismo estaba muerto, que era una reliquia del pasado, y que el neoliberalismo era el estado de las cosas. Corbyn revivió el laborismo asumiendo que la gente quiere y merece vivienda, educación gratuita, servicios públicos de calidad y pleno empleo. En lugar de disputar los votos con los conservadores acercándose a la derecha- como hicieron sus antecesores en el liderazgo del laborismo- atrajo una nueva cantidad de votantes. A los viejos laboristas que revivieron el sueño de sus fundadores se sumaron cientos de miles de jóvenes que fueron alentados inteligentemente a organizare para conseguir más votos. Por primera vez, tenían una razón para movilizarse: Una revolución en democracia.
Corbyn terminaba sus discursos de campaña animando una bella poesía de Shelley de donde surge el potente slogan “We are the many, they are the few”: “Levántense como leones después del letargo ...sacúdanse las cadenas que los han atado, como si fueran gotas de rocío. Nosotros somos muchos, ellos son los pocos.”
El ascenso de Corbyn, que probablemente lo lleve a gobernar el Reino Unido en las próximas elecciones, no es únicamente un triunfo de la izquierda, es un triunfo de la ética.
Es una victoria ciudadana contra la manipulación mediática.
* Diputada nacional (1997-2005). Embajadora ante la República Bolivariana de Venezuela (2006-2011). Embajadora ante el Reino Unido (2012-2015).