En febrero de 2015 se publicaba el número doble (53/54) de una revista que circulaba entre los apasionados lectores de la ciencia ficción en Argentina y otros países hispanoparlantes desde principios de los ’80: algo que, claro está, representaba un logro inaudito y hacía de la publicación una referencia obligada por su duración y calidad. El nombre de la revista era Cuásar, pero, detrás de ella, Luis Pestarini había llevado adelante lo que creía un trabajo de coordinación entre varios aficionados que terminó, en ese 2015, con cierto cansancio.
Los motivos de ese cansancio eran algo de agotamiento en el solitario trabajo de llevar adelante la obra y algunas circunstancias que excedían a alguien que hacía tiempo trabajaba en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Así que lo había decidido: el número 55 iba a ser el último. En tren de preparar el cierre de eso que había sido un proyecto personal con ramificaciones insospechadas, Pestarini larga una convocatoria de colaboraciones y lo que llega no lo satisface. Para un entusiasta, nada peor que perder el entusiasmo. Sin muchas explicaciones, decide dejar pendiente el número en el aire.
Hicieron falta ocho años para que Luis volviese a encontrar, casi a modo de juego, la inspiración para que fuera armando, en su cabeza, al principio, esa edición supuestamente final. Empezó por un cuento que recibió en su momento y al cual no le había prestado atención, uno de Juan Simerán, “El camino de Jonás”. Después, pidió una colaboración a Erick J. Mota, para él, un escritor de ciberpunk que, si no fuese cubano, ya estaría publicando por todos lados. Y, finalmente, sumó traducciones de su pluma de cuentos que había rastreado en el panorama anglosajón, como hizo siempre, para ver por dónde estaba yendo la ciencia ficción en esas geografías. El demorado Cuásar 55 estaba listo. Pero ahora sabe, y lo dice con la alegría de quien volvió a reencontrarse con un amor eterno, de esos que nunca se van por más que el tiempo los maquille de agotamiento, que no será el último.
“En enero se cumplen 40 años del primer numero, así que hay que contextualizar un poco”, señala Pestarini para hablar de una revista que funcionó siempre como un punto de encuentro para leer los cuentos más desafiantes y sofisticados de la ciencia ficción contemporánea y participar de las discusiones críticas acerca de las obras de autores de la más diversa procedencia. “Acabábamos de estrenar la democracia, había mucho movimiento a nivel cultural, y también estaba operativo el CACyF”, recuerda, refiriendose al Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía. “Una asociación donde nos juntábamos escritores, editores, lectores, y también allí se desarrollaron las publicaciones de material que en ese momento se decía fanzine, pero en rigor eran revistas de aficionados”.
Antes de Cuásar, precisa Luis, habían aparecido dos revistas, como no coincidía mucho con sus criterios y era “medio lanzado”, decidió hacer la suya, que contuviera algunas cosas que sentía que estaban faltando. Para Pestarini, que venía de estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras y que gran parte de su vida profesional la pasaría como bibliotecólogo y traductor literario, eso que estaba faltando en revistas como Minotauro (segunda época), con la dirección de Marcial Souto, era una actualización. A principios de los ’80, era un anacronismo seguir editando a los autores de los ’60. “Había una revolución en Inglaterra y Estados Unidos que era el ciberpunk, y nadie lo estaba viendo”, remarca Pestarini con los gestos de alguien que pareciera estar tocando, puntillosamente, las páginas de un libro invisible mientras habla. “Cuásar un poco lo mostró con autores como Bruce Sterling, como Connie Willis, que casi no se conocían en español. También publicamos el primer cuento en español de William Gibson, que después la editorial Minotauro va a publicar con éxito, o también sacamos a Ted Chiang, alguien que luego iba a tener una circulación en castellano que lo convertiría en un consagrado”.
Esa atención por lo nuevo en una literatura dedicada justamente a la novedad (viajes espaciales, visitas inesperadas, modificaciones de nuestro cuerpo y un largo etcétera) marcó siempre el pulso de Cuásar, sumado a un interés por correrse de la influencia anglosajona para ver qué pasaba en otros puntos del globo y con una búsqueda de escribir críticas más sofisticadas que no sean solamente un comentario de lector. De ahí que este número 55 cuenta con el artículo “Un panorama de la ciencia ficción argentina en los últimos años”, con su director repasando qué se editó en esa materia desde el número anterior de la revista y repasando los trabajos de Flor Canosa, Michel Nieva y Juan Mattio, entre muchos otros.
Pestarini es también un sobreviviente, uno de tantos, de los círculos de aficionados de los 80-90. Cuásar prácticamente se agotaba entre los locales, llegando inclusive a puntos tan distantes como México o Cuba. Para Luis, el motivo era que, en paralelo a la caída de la actividad vinculada al género en España, se le sumó la aparición de un fandom muy nutrido en la Argentina de los ’80, donde llegó a haber una decena de revistas, de las cuales quedan la propia Cuásar y Axxón (de finales de los 80, totalmente digital, primero en disquetes, luego en formato web). Ese acto de compromiso, amor y profesionalidad que es Cuásar tuvo pruebas muy duras en todos sus años, como cuando el número doble 9/10 de 1986 tuvo que hacerse de nuevo porque el original se quemó en la imprenta. “Llegué y estaba toda la galería llena de agua y hojas del interior del nuevo número de Cuásar quemadas en el suelo”, recuerda. Él sólo tuvo que encargarse en ese momento de rearmar el “pegote”, el original con los artículos tipeados de nuevo, con las imágenes sacadas de otros lados y con algunas ilustraciones originales perdidas para siempre.
“Hay cosas impactantes, igual, que para mí representan lo que la revista realmente significa”, cierra Pestarini. “En enero de 2002 había hecho uno de esos números de Cuásar que llevaban mucho laburo, todo a pulmón. Había impreso el interior en mi casa, encolé los números, mandé a imprimir las tapas a una imprenta, mandé la nueva revista a los suscriptores por correo, así. Y después de eso, empezaron a llegar cartas, mails, de gente que me decía que era lo primero que recibían como una señal de normalidad en el país después de todo lo que venía pasando. Era una época muy difícil. Mirá, se me pone la piel de gallina... yo creo que en ese momento seguir con la revista era resistir”. Quizás por eso Luis esté preparando, ahora mismo, el número 56.
Cuásar se consigue en cuasarcienciaficcion.blogspot.com, donde también están todos los datos de la convención organizada por la Biblioteca Popular Ansible para el 29, 30 y 31 de marzo. Además, Pestarini es jurado del concurso de relatos “Karel Kapek”, junto a Laura Ponce y Wanda Elfenbaum. Más información mandando un mail a [email protected].