Cuando entró a la CTA se trenzaba el pelo. Era mucho más delgada. Cuando la veían pasar, todos le decían Shakira. Mirta Guerrero se daba vuelta para ver a quién llamaban de esa manera porque no podía creerlo. “Tengo 3 hijos que amo y que son mi vida. Mi sueño es que esto siga para que cuando ellos sean grandes no tengan que pasar la miseria que yo pasé”, decía cuando florecía la obra de la Tupac Amaru. Shakira es una de las presas políticas detenidas en el Alto Comedero de Jujuy, una de las fundadoras de la organización. En la Tupac se desempeñó como encargada de obra de San Salvador para la construcción del barrio del Alto Comedero y se encargó de la seguridad, una tarea que implicaba la responsabilidad sobre un conjunto de serenos de obras y de las instalaciones. Shakira fue condenada el miércoles pasado a tres años y tres meses de prisión por el robo de una cámara doméstica al equipo de Jorge Lanata en agosto de 2012. La condenaron pese a que todos los testigos, incluso los denunciantes, señalaron como autor a un hombre de un metro setenta y pelo largo. Esa misma noche intentó quitarse la vida. “Ningún psicólogo ni psiquiatra puede saber o entenderme lo que sufrí al verme condenada cuando me considero absolutamente inocente”, escribió Shakira en una carta que dio a conocer ayer.
La condena se conoció después del mediodía. Llevaba puestas unas botas de tacos bajos. Y bajó las escaleras del Tribunal Oral Criminal 3 de modo muy lento. “Cuando bajaba, una de las oficiales la apuró”, explican desde la organización. “Shakira bajaba muy lento mientras la oficial empezó a cuestionarla por los zapatos que se había puesto. La verdad es que ella bajaba lento porque hace dos meses la operaron de una hernia y sigue muy dolorida, viene reclamando que la internen para hacerse estudios y no la autorizan.” Esa tarde, en el penal era día de visitas. Una de las personas que fue a verla llevaba unas flores de plástico para regalarle que había intentado sin éxito entregarle en otra oportunidad. Esta vez habían hecho todos los trámites para ingresar a las flores, pero tampoco se las dejaron entrar. “Si bien esto puede parecer un dato menor -dicen–, en la vida cotidiana de la cárcel esto se suma al hostigamiento que reciben las presas políticas todos los días.”
A las seis de la tarde, cuando concluyó la hora de visitas Shakira pidió hablar con el jefe de la Unidad Penitenciaria, Pedro Vilte. Quería formalizar un reclamo por lo que había sucedido durante el traslado al penal. A las 21 aún insistía con el pedido para hablar con el responsable pero una oficial le dijo que se había retirado. Shakira sacó su colchón de la celda hasta pasillo para acentuar el reclamo. Pero como no tenía respuestas entró al baño. Sus compañeras se preocuparon al ver que no salía del baño. Golpearon la puerta, se asomaron y vieron que se estaba ahorcando con una toalla. Dos detenidas pudieron entrar al baño, lograron sacarle la toalla y pidieron la intervención del personal de la cárcel. Shakira fue atendida por el SAME. La llevaron al Hospital San Roque. Y fuera de peligro, volvieron a llevarla al penal.
La situación de desatención y hostigamiento fue el eje del parte difundido ayer por la organización. Explicaron que el caso será informado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El parte señala entre los antecedentes lo que sucede con su situación de salud. Shakira fue operada hace dos meses, pero desde entonces se le disparó un problema como consecuencia de la operación que la mantiene permanentemente dolorida. En reiteradas oportunidades pidió hacerse estudios, un pedido que acompañó con el certificado médico correspondiente. Sin embargo nunca la autorizaron.
“Cuando la oficial de apellido García le indicó a Mirta Guerrero que el jefe no iba a atenderla porque ya se había retirado, Shakira reclamó. ‘¡Qué necesitan! ¿Que me corte para que me atienda? Díganle a Gerardo que si quiere un muerto, acá lo va a tener’”. En ese contexto entró al baño, donde sus compañeras pudieron evitar que se suicidara. Recién allí intervino personal del servicio penitenciario.
“Soy la quinta de diez hijos”, escribió alguna vez Shakira para la revista Pachakuti editada por la Tupac. “Nací en Salta, pero mi mamá me asentó recién seis meses después, cuando se mudó a Jujuy. Nunca tuvimos casa. Cuando mi padre consiguió empleo en Ledesma le dieron una casilla en la que viví hasta los seis años. Mi madre peleaba mucho con él y en esa época lo dejó por los golpes y se largó sola para San Salvador. Alquilamos una casa en Mariano Moreno que en realidad era una pieza de seis por cinco, con baño compartido. A esa edad ya cuidaba a mis hermanos, lavaba ropa y hacía todo lo que tenía que hacer una mamá. Y a la tarde iba a la escuela. Cuando volvía seguía cuidando a mis hermanos. Comíamos si podíamos a la noche y si no se podía tomábamos mate, el eterno mate con leche que nos daba mi mamá porque con eso nos llenábamos”.
Desde chica salió a golpear puertas para pedir pan duro o lo que sea. Algunos vecinos ayudaban, y otros la sacaban a patadas. Empezó a hacerse fuerte en el Mercado de Almirante Brown donde acudía a conseguir verduras. Se escapó de su casa cuando su padre volvió y quiso pegarle. Viajó a Buenos Aires. Tuvo a su primer hijo en el Hospital Posadas donde intentaron convencerla de que lo diera en adopción. Se escapó del hospital para proteger a su hijo. Poco después volvía a Jujuy a trabajar a un casino en el que adquirió fama de corajuda cuando tiró al piso a un ladrón. “Cuando el dueño se enteró me dijo: ‘Ah, sos mejor que un hombre”. Para entonces sabía taekwondo, entrenaba desde los diez años para aprender a defenderse de la calle.
Cuando Milagro Sala recibió en la cárcel a los integrantes de la CIDH, llegaron dos funcionarios de Gerardo Morales. Quisieron entrar a su celda con los miembros de la CIDH. Milagro los detuvo. Les dijo que no podían entrar porque los mandaba Morales. En ese momento fue Shakira la que se les puso enfrente a los dos hombres. Cruzó su enorme cuerpo femenino en uno de los pabellones y permaneció así, quieta, defendiendo con su cuerpo esa suerte de territorio.