Habilitar un después posible para un asunto tácitamente resuelto y supuestamente definitivo. Lo que Astor Piazzolla hizo alguna vez con el tango, Diego Schissi lo hace ahora al mismo Piazzolla. En Apiazolado, el trabajo recientemente publicado por Club del Disco, el pianista y compositor clase 1969 reabre el urticante expediente del “qué/cómo hacer” después Piazzolla y ensaya una relectura atrevida en sus planteos y brillante en sus definiciones.
Sin dejar de pensar como compositor, Schissi se enlaza a la tradición del arreglador, figura histórica en la economía estética del tango, para activar el circuito virtuoso de la relación transitiva que sostiene la dinámica de las genealogías. Por sobre la angustia de la influencia, extrae del sustantivo Piazzolla un adjetivo, “apiazolado”, para desde ahí hacer música sobre música. Schissi sobre Piazzolla.
Entre las innumerables experiencias en torno a la música de Piazzolla -desde hace años uno de los músicos más escuchados e interpretados en el mundo-, esta de Schissi resulta particularmente interesante y en muchos puntos definitiva. Sobre todo porque lo hace desde el quinteto de solistas, la formación emblemática del bandoneonista y compositor y también la suya. Bandoneón, piano, guitarra, violín, contrabajo. La revolución del arreglador comienza desde adentro, con misma maquinaria sonora. Pero los quintetos suenan distinto. La (re)escritura de Schissi va por otro lado. Sin trastocar sustancialmente la epidermis melódica busca sus razones bien adentro. En las entrañas rítmicas, en la direccionalidad de los desarrollos motívicos, en la naturaleza de las elaboraciones tímbricas. Una especie de tratamiento de conducto con el que neutraliza el nervio para operar sin dolor.
Sobre obras de distintas épocas de Piazzolla, Schissi vislumbra sus propios horizontes. Un desafío que se redobla con las más transitadas “Adiós Nonino” y “Libertango”, además de una selección de momentos de María de Buenos Aires. Sin alterar a Piazzolla, Schissi suena desde otro lugar. El arreglador es un compositor que juega con la historia, la del tango, la de Piazzolla y la de la música. Conoce bien la gramática que está transformando, su fondo y su “mugre” – delicadamente filtrada- y entiende la matriz performática de una música que prodigiosamente termina de componerse en la ejecución. En este sentido, el quinteto que se completa con Santiago Segret en bandoneón, Guillermo Rubino en violín, Ismael Grossman en guitarra y Juan Pablo Navarro en contrabajo, es la herramienta eficiente y virtuosa de un pensamiento lanzado hacia adelante.
La trama instrumental que con sabor a madera sostiene una tornadiza sensación de percusión en “Michelangelo 70” -el uso de la guitarra criolla resulta determinante para este efecto-, es un excelente anuncio de lo que vendrá. Enseguida, “Revirado” enmarca con sutilezas tímbricas el solo central del violín, preciosamente articulado por Rubino, antes de “Libertango”, un trabajo sobre el tempo, sus dinámicas y las posibilidades del desarrollo temático. Como en “Adiós Nonino”, Schissi retoca la dirección rítmica del original. Traslada acentos, contrapone texturas, entra y sale de una trama percusiva que en presencia o ausencia siempre está diciendo algo. El clásico de un clásico ya es otro, que encuentra su redención afectiva en remanso central. Desde esa idea de descompresión, pero de otra manera, parte “Prepárense”, un lánguido y encantador adagio que en un prodigioso trabajo de orquestación elabora un atractivo relato de texturas.
“Contramilonga a la funerala” y “Tangata del alba”, configuran en sus contrastes otro ejercicio de síntesis, que completa su prodigio en “Fuga y misterio”. Despojado de todo barroquismo el sujeto principal no encuentra ecos, la fuga abandona el frente para demorarse en el fraseo del bandoneón, que con pura materia tanguera lo deposita en el corazón sentimental del arreglo.
El sobresaliente trabajo del quinteto, parte indispensable en la dinámica composición-arreglo-ejecución, tiene su punto culminante en “Kicho”. La larga candencia solista de Navarro, además de un instrumentista notable, muestra a un compositor en acto, también preocupado en el “después” de Piazzolla. El glorioso cierre en fuga hacia adelante con el quinteto en tutti -un franco abrazo al Piazzolla original- cierra con gran sentido teatral el momento más intenso de un disco excepcional.
Una vez más, la música de Schissi se cierne sobre la Historia. Como de distintas maneras lo hizo en Te, inspirado en Luis Alberto Spinetta, o en Tanguera, reelaborando la música de Mariano Mores. Pero, por peso y pregnancia, con Piazzolla el compromiso es distinto. Apiazolado, después de un largo camino recorrido, es el momento de la tesis. El logrado trabajo final en la búsqueda de un espacio y en la afirmación de un estilo.