Un prolífico entramado de libros, discos y espectáculos surca como un rayo de arte la vida de Enrique Llopis. Cincuenta años de hacer resultan en cinco libros –casi todos escritos en el milenio actual-; cruces memorables con el Chango Farías Gómez, Elvio Romero, Hamlet Lima Quintana o el poeta Rafael Alberti; y una saga de veinte trabajos discográficos, que comenzó allá por 1975 a través de Para entender a mi pueblo, y llega –por ahora- hasta dos discos de reciente factura: Los que cantaba mi viejo y Querencias. Uno, el primero, justamente poblado por tangos y valses que cantaba su padre cuando él era chico. Y el otro, también determinado por un pasado resignificado, pero con foco en él y sus circunstancias. 

“Volver a la Querencia representa una forma de regresar a los sitios donde nos hemos criado, nutrido y soñado. Como bellamente lo sintetizó Armando Tejada Gómez, 'uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida'. Las canciones de este disco representan justamente este espacio sensorial de mi memoria emotiva, y es lo que necesité compartir con el público”, cuenta el cantautor que se entreveró en rigor con tangos, milongas y zambas (“La arribeña”, “Los cosos de al lao”) desde un lar audiblemente emotivo. “Volví a grabar temas enmarcados en una sonoridad que siento describe muy bien una forma de expresar mi pertenencia.”

-Estás hablando de Querencia, ¿qué hay de Los que cantaba mi viejo, el disco que lo precedió?

-Fundamentalmente, hay un volver sobre las canciones que él cantaba. Si bien mi padre no llegó a cantar profesionalmente, cantaba muy bien. Tenía una hermosa voz, muy melodiosa y un repertorio que siempre me gustó pero que nunca lo había abordado, salvo alguna vez de manera informal en alguna guitarreada. Y la verdad es que sentí mucho placer al interpretar canciones como “Tu pálida voz” o “Farolito de papel”, junto a un profundo sentimiento de pertenencia, y a una manera de cantar y de abordar determinadas temáticas que realmente me gustan y me emocionan.

Más allá de trabajar con el resultado de ambos discos, el pianista tiene como propósito conmemorar el cuarenta aniversario de La Forestal, un hachazo a la dignidad del hombre, la emblemática crónica cantada que se originó durante los días felices de 1984. “Por ahora solo hay inquietudes, ideas que vamos compartiendo entre los integrantes del elenco”, informa, sigiloso. “Hablo de inquietudes porque, ante la situación difícil que estamos viviendo, sumada al hecho de no estar con la obra en cartelera dentro del circuito comercial, somos conscientes de que, si bien tenemos reconocimiento del público que nos lo manifiesta permanentemente, no tenemos la convocatoria y presencia de entonces. De todas formas, seguramente vamos a concretar alguna”.

En los albores del retorno a la democracia, La Forestal según Llopis y compañía convirtieron en obra conceptual-musical, los atropellos contra los trabajadores cometidos por la compañía monopólica inglesa en torno a la explotación del quebracho colorado, en el chaco santafesino, entre fines de la década del diez y comienzos de la del veinte del siglo pasado. Su estreno en vivo –del que el viernes 12 de enero se cumplieron 40 años- fue en el Teatro La Comedia de Rosario. Y meses después se publicó el disco que reflejó no solo aquella épica jornada, sino también registros tomados en Santa Fe y Buenos Aires. “Fue una obra que no sólo se representó en teatros sino también en clubes, estadios deportivos, campos abiertos, las calles con escenarios sobre acoplados, el Monumento Nacional a la Bandera, escuelas, y en cuanto escenario nos proponían, porque la gente necesitaba reunirse, encontrarse, volver a hablar de los temas silenciados”, recuerda el que la cantó.

Del elenco original, los únicos ausentes para de cara a una probable puesta son Emilio Lenski, actor que hizo las veces de hachero, fallecido en 2004; y Hamlet Lima Quintana quien, si bien no estuvo presente durante los días del estreno, sí fue quien se encargó de los relatos en la reposición de la obra, en 1987. Del resto están todos: el director Néstor Zapata; el autor de los textos, Rafael Ielpi; el autor de la música, Jorge Cánepa, y el mismo Llopis. “Nos gustaría hacer también un documental que cuente no solo la historia del dominio de la empresa inglesa sobre una vasta región de nuestra provincia, sino, también y sobre todo, mostrar cómo una obra de teatro logró convocar tanta cantidad de público que aún recuerda con emoción aquella puesta sencilla y profunda… la primera obra conceptual que inauguró la naciente democracia”.

Año después de aquella patriada, Llopis publicó el último disco de los cuatro que compartió con su compinche Hamlet Lima Quintana: Del amor, los pájaros y la gente. Luego volvió sobre el poeta a través de Crónica de un semejante, libro que el rosarino publicó en 2010, y justamente acaba de reeditar –corregido y ampliado-, a propósito de los cien años del vate de Morón. “La primera edición fue escrita casi visceralmente, como una catarata de sentimientos volcados a días de su fallecimiento. Pero esta segunda edición, la replanteé con mayor detenimiento, reflexión, cantidad de fotos y datos sobre mi entrañable amigo y maestro... con este libro intenté bucear nuevamente en su obra con la pretensión de recuperar su pensamiento crítico, o la parte crítica de su pensamiento, además de su valoración de la literatura y la poesía popular”.