La muerte de María Seoane es un golpe profundo a la cultura argentina en momentos que el megadecreto presidencial la pone en juego nuevamente. María fue muchas cosas, su voz era un torrente que desborda múltiples orillas. El periodismo, la historia, la política, la economía, la defensa de los derechos humanos y sobre todo de la cultura fueron sus campos de combate.
De modo crítico e implacable, desmenuzó documentalmente en sus libros y artículos el lado oscuro de la realidad, despejando con sus reflexiones el espeso muro de niebla con el que se intenta ocultar el devenir del país. Fue responsable de una sección clave en su época de un diario argentino, directora por casi una década de Radio Nacional, estaba dirigiendo una revista, Caras y Caretas, de análisis e información de la historia y la actualidad argentina. Publicó más de una decena de libros y más de un centenar de artículos sobre los temas más variados que interesan a nuestra sociedad, siempre en defensa de la democracia y de los valores nacionales. Recibió prestigiosos premios en el país y en el exterior. Pero una de sus actividades más brillantes fue su militancia en defensa de nuestra cultura en los momentos más aciagos de la mayor crisis argentina, la del 2001.
En ese momento, me convocó junto a la psicoanalista Silvia Bleichmar, el médico y director teatral Hugo Urquijo, el dramaturgo Roberto Cossa, el artista plástico y crítico de arte Luis Felipe Noé, el dibujante y pintor Aníbal Cedrón, el científico Luis Quesada, la periodista y escritora Telma Luzzani, la cantante Marikena Monti y otros artistas e intelectuales para lanzar una plataforma en defensa de la cultura nacional en momentos en que ésta estaba seriamente amenazada por las políticas de ajuste implementadas entonces: el Movimiento Argentina Resiste (M.A.R.).
Éste se financiaba por sus propios integrantes y fue reclutando gente sin apoyarse en ningún grupo o partido político. María, su principal impulsora, incansable, estaba detrás de todo. Nos vinculó en especial a la gran actriz y directora teatral Alejandra Boero y en su teatro Andamio 90 hicimos las primeras reuniones grupales.
Durante cerca de un año se realizaron distintas acciones para recobrar la cultura robada. En los escenarios, que conseguíamos gratuitamente, y en las calles. Entre otros, el 9 de julio de 2002 se organizó un gran espectáculo en un tablado montado frente al teatro San Martín, donde algunos actores como Lito Cruz, Patricio Contreras, Duilio Marzio, Luisa Kuliok y Graciela Dufau leyeron textos que escribió Manuel Belgrano sobre el modo en que el dinero corrompe a los políticos. Luego, en agosto, se realizó un encuentro de Intelectuales para pensar la Argentina, que trabajó sobre tres ejes. Primero, ¿qué le pasó al campo intelectual a partir de la dictadura de 1976?; segundo, un inventario de lo existente, un relevamiento de lo que había en ciencia, en periodismo, en educación, en salud, etcétera; tercero, un debate respecto al país necesario. En setiembre se realizó una jornada internacional “Los intelectuales del mundo y la crisis argentina”, pensando la cultura de América Latina en su conjunto desde las perspectivas de la democracia y las salidas a la crisis.
Veníamos de disciplinas y experiencias políticas diferentes, de vidas atravesadas por pasiones e historias distintas que confluyeron en medio de ese océano de ideas llamado justamente M.A.R. Casi de la nada se convocó a miles de intelectuales, científicos, artistas y trabajadores en defensa de la cultura nacional. Y María estaba detrás de todo ello, fue su impulsora. Es preciso recordarlo, en momentos en que se plantea una nueva batalla cultural.