La muerte de dos niños y una niña indígenas del departamento Rivadavia en menos de una semana (entre el 4 y 8 de enero) tiene en alerta a la población del Pueblo Wichí de esa zona.
Las falencias que persisten para el acceso a la salud y la escasez de agua apta para el consumo (pese a órdenes judiciales para mejorar la situación), sumadas a una ola de calor que azota especialmente esta parte de la provincia genera el terreno propicio que pone en riesgo de muerte a integrantes de las infancias del Pueblo Wichí en particular.
“No puede ser que sigamos conviviendo en el siglo XIX”, dijo el referente de La Cortada, Reinaldo Ferreyra, al hablar con Salta/12, tras la muerte de una beba de 9 meses de esta comunidad el 5 de enero pasado, mientras estaba internada en el Hospital de Orán. Esta comunidad se encuentra en las márgenes de la localidad de Coronel Juan Solá, o Estación Morillo, en Rivadavia Banda Norte.
Aunque fuentes hospitalarias apuntaron a la familia por esta situación, en su corta vida la criatura estuvo internada tres veces. “Me cruzaba a la madre con el marido en la madrugada, porque yo viajo mucho y hay que salir temprano, con la beba en brazos yendo al Hospital”, contó Ferreyra.
“Es una situación inexplicable”, lamentó. El referente indígena concedió que en años anteriores podía pasar porque los puntos de acceso a la salud pública estaban alejados, pero ahora “estamos a cuadras del Hospital” locala, indicó. Ferreyra consideró que el problema es que no hay controles suficientes y “parece que están esperando que uno se enferme bien para tomar cartas en el asunto”.
La cuestión es que en poblaciones vulnerables como las de este pueblo (que trae de arrastre una alimentación insuficiente por personas gestantes y parturientas anémicas), la espera de atención sanitaria a infantes con gastroenteritis puede terminar en la muerte.
Ferreyra añadió que muchas veces se hace imposible obtener turnos en el Hospital incluso en casos de personas que están con una afección seria de su salud. "Acá para que te atienda un médico debés tener un turno y dan 15 números; hay que levantarse a las 4 de la mañana para conseguir turno. Y hay días que no hay médico”, contó.
Respecto al agua, afirmó que la que sale del grifo debe dejarse correr un par de horas “hasta salir clarita, si no sale chocolate”, y calculó que en una década, en su Comunidad falleció una docena de niños y niñas por problemas gastrointestinales.
No es mejor la situación económica, “más ahora con todo lo que está pasando” con los aumentos de los precios. Con el propósito de mostrar las dificultades que atraviesan para llevar a una persona enferma hasta un centro asistencial puso de ejemplo que el combustible en la zona está a mil pesos el litro. “Entonces, para sacar a alguien del campo necesitás cuatro mil pesos. La leche y la yerba están por las nubes. Y ellos (los integrantes de la comunidad) cobran 60 mil pesos de salario familiar, con lo que es imposible cubrir todo”. La situación es peor “para gente del interior de Morillo que no recibe ninguna asistencia”, agregó.
“Muchos chicos con diarrea”
Mario Belizán, integrante de la Comunidad Chañar 1, que se encuentra a 15 kilómetros de Morillo, de donde es el niño de un poco más de un año que falleció el 4 de enero pasado tras presentar un cuadro de gastroenteritis, sostuvo que en su comunidad también son muchos los chicos que se encuentran deshidratados y con diarrea. Si bien dijo que sospecha que podría estar vinculado al agua “que viene de la cañería del pueblo", aclaró que "tiene olor a lavandina”.
Al momento de hablar con Salta/12 Belizán esperaba conocer el estado de salud de su nieta, internada en Embarcación (municipio del departamento San Martín), también con un cuadro de gastroenteritis.
El referente afirmó que se topó con conocidos que le manifestaron la misma preocupación por la cantidad de casos de diarrea.
“Mucho calor y agua negra”
Cristina Pérez, coordinadora general de la Asociación Lhaka Honhat y habitante de Cañaveral, comunidad wichí comprendida en la localidad de Santa Victoria Este, también de Rivadavia, era familiar de Leonardo Pérez, quien falleció el 8 de enero.
El nene que, sostuvo, tenía 4 años (en el Hospital victoreño afirmaron que tenía cinco años de edad), había quedado solo con su madre porque su padre ya había fallecido.
El niño fue internado entre el 25 y 28 de diciembre, porque “tenía fiebre y vómitos”. Le dieron el alta con la condición de un seguimiento que los médicos debían hacer con el acompañamiento de un agente sanitario. “Pero nunca pasó”, afirmó Pérez.
El lunes 8 de enero a las 4 el niño volvió a tener vómitos y diarrea. Por la hora, su familia decidió esperar a las 7 para avisar a Pérez. Entonces llamaron a la ambulancia, que “llegó a los 20 minutos. Se llevaron al nene pero a los 5 minutos el vehículo volvió”. Leonardo había fallecido.
Pérez afirmó que en general hay dificultad para el acceso a la atención médica, así se trate de adolescentes o personas adultas. “Hay una chica de 16 años con diarrea. Llamamos al Hospital pero nunca respondió. Entonces tuvimos que usar otra movilidad para llevarla desde la comunidad con un conocido. Pasó lo mismo. Le dieron medicamentos y el alta, y nunca le hicieron seguimiento. Ahora ella sigue con problemas y dolores de estómago”, sostuvo la referente.
“Hoy estamos con este tema de la diarrea en todos lados y todas las edades. Es por el tema de los calores (la temperatura llega a 45°C en esta zona) y el agua sale muy negra”, sostuvo. En noviembre de 2022 esta comunidad avisó de la necesidad de hacer un mantenimiento al pozo de agua y la estructura que permite el abastecimiento, que se había dañado. Pese a los numerosos reclamos, hasta el momento no se les dio solución.
Cuatro hijos y ningún Hospital
María Alcera es de la comunidad wichí Kilómetro 2, en jurisdicción de Pluma de Pato, otro pueblito del departamento Rivadavia. Es mamá sola, tiene cuatro hijos e hijas, y la más pequeña, de poco más de dos años, necesita usar una faja y “una cinta adhesiva” para proteger el ombligo. “Cuando se le hace el pupito ella, queda totalmente paralizada como una piedra”, contó Alcera, quien dio a luz en una salita de Pluma de Pato, a falta de enfermeros en el centro sanitario de Kilómetro 2.
Pese al problema de salud que arrastra la niña, nunca recibió tratamiento. “Yo la llevé cuando tenía un año y dos meses al operativo (de salud que realiza el gobierno provincial) que vino por primera vez a la comunidad. Ellos me dijeron que tenía que esperar un turno pero el turno nunca llegó", afirmó su madre.
Para María, como para muchos habitantes de la zona, la dificultad radica en la distancia, y el costo para recorrer 24 kilómetros en colectivo hasta el Hospital. Además, con la escasa cantidad de turnos que se otorgan, acceder a un número para ser atendida es casi una lotería.
Por otro lado, como María, muchas mujeres a cargo de sus hijos e hijas deben dejar solos a unos para llevar a alguno de ellos a la consulta médica. Esto puede insumir todo el día, dependiendo de los horarios de los colectivos que pasan por esos lugares.
Al ser consultada sobre si alguna vez ella o sus hijos habían accedido al Hospital, Alcera afirmó que nunca. Aho, en el marco de las consultas sobre la atención de salud, la Delegación de Asuntos Indígenas de la provincia se comprometió tomar el caso para lograr la atención de la niña de dos años.