En su editorial de La Mañana por AM750, el periodista Víctor Hugo Morales se hizo eco del artículo publicado este domingo por Ernesto Tiffenberg en este diario sobre el devenir de la presidencia de Javier Milei, el modo en que ejerce el poder, la reacción de la oposición y el escenario inédito al que se asoma la Argentina.
El editorial de Víctor Hugo Morales
Ernesto Tiffenberg se pregunta en su artículo de este domingo en Página|12 si Javier Milei es o se hace. A mí me parece que ambas clasificaciones van juntas.
La rayadura e inconsistencia moral de Milei, sin embargo, ya no se refieren solo a él. ¿Qué grado de lucidez tiene cualquier seguidor de Milei? Sin embargo, en el Congreso sobran los que no son de Milei y aprobarán su locura de la Ley Ómnibus. No son mejores que Milei, no están locos, pero son unos sinvergüenzas, lo que en el fondo los hace peores.
Estamos en una etapa en la que el rechazo a las medidas del gobierno de Milei y Caputo ni se parece a lo que fue en un principio. Ahora se hacen cuentas, y hacer cuentas implica que todo el inmenso disparate puede prosperar. Milei hace como que los apura, pero no los necesita. Todos los posibles votantes son serviles del poder real. Son Paolo Roca, que les pone la plata para que lleguen; son Magneto, que les pone los medios para destruir a sus adversarios; son lacayos de las corporaciones.
Así que el loco, que se preocupa del aire acondicionado de sus perros pero no le mueve un pelo que la gente pase no calor sino hambre, es una anécdota. El mundo viene así, hoy entra Trump en acción, rojo, idiota, loco, obsceno humanamente, el Trump de las Pampas que viene a ser Milei está feliz.
Acaba con los salarios de los jubilados, se roba los ahorros que tenían el Fondo de Garantías de Sustentabilidad, que viene a ser el monedero escondido de la abuela por si pasa algo en la familia.
Milei empuja al hambre con una devaluación que trae la peor inflación y se permite achacarla a los que estaban. Devalúa, suelta de cadena a los pitbull de las empresas y luego echa culpas, y la mafia mediática se lo sostiene, no se lo discute, la deja pasar.
Ataca a la cultura porque la cultura nos hace mejores y el sistema nos quiere peores. Y ante toda esa locura, por un lado está bien preguntarse si es o se hace, pero son las dos cosas.