Si pudiéramos retrotraernos a los orígenes de cada uno de los proyectos creativos que tienen como eje la inclusión social, muy probablemente encontraríamos que muchos de ellos nacen en espacios de inclusión. En la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) un grupo de estudiantes de la Tecnicatura en Desarrollo de Aplicaciones Móviles creó como proyecto final “Comuseñas”, una aplicación lúdica única en su tipo dedicada a enseñar la Lengua de Señas Argentina (LSA) a personas de todas las edades. Inspirada en la experiencia de uno de sus creadores, Juan Matías Guerrero Aguilar, que logró graduarse con hipoacusia profunda bilateral, la aplicación fue premiada por la universidad bonaerense por su “viabilidad social y comercial” y hoy se encuentra próxima a ser lanzada al mercado.
Comunicarse para salir adelante
Según cuenta Juan Matías Guerrero Aguilar, fue el deseo de “desarrollar aplicaciones que ayuden a la comunidad” lo que lo acercó a la Tecnicatura en Desarrollo de Aplicaciones Móviles de la UNLaM. Músico y actor con hipoacusia profunda bilateral, ya tenía sobre sus hombros una pequeña historia de superación que lo llevó a animarse a afrontar este nuevo reto.
“La idea del proyecto me surgió ya en la tecnicatura, durante la pandemia. Los chicos con problemas de audición como yo no podían comunicarse en forma virtual. Por ejemplo, en una primera clase tenía dos profesores que se hablaban entre sí y yo no podía entender porque tenía que escucharlos y leer sus labios, todo al mismo tiempo. Fue ahí que empecé a pensar en una posible lengua de señas con subtítulos”, afirma Guerrero Aguilar que, a pesar de las dificultades iniciales, logró avanzar “una materia a la vez” con el apoyo de compañeros y profesores.
Su proyecto inicial, sin embargo, quedó guardado como deseo y fue recién en el marco del cierre de la Tecnicatura cuando lo pudo retomar, junto a un grupo de compañeros que terminaría siendo el equipo desarrollador de Comuseñas: Víctor Adrián Orue, Fernando Benítez, Pablo Javier Carballo y Fabián Alejandro Zárate. Sobre su encuentro inicial, Víctor Orue recuerda que “al principio, el intercambio fue extraño porque no sabíamos cómo comunicarnos bien con Juan. Después, fue una experiencia hermosa donde nunca se deja de aprender. A veces uno está acostumbrado a interactuar con una persona, entre muchas comillas, normal, pero salir de esa burbuja y aprender a interactuar con otros es muy importante, te abre la cabeza. Ese fue el principio del que nació Comuseñas: todos nos tenemos que comunicar de algún modo y hay que ver cómo nos podemos ayudar para salir adelante”.
Una aplicación única en su tipo
En Argentina, la hipoacusia afecta entre 700 y 2100 niños al año, constituyendo el 18% de las discapacidades en el país, con un 86.6% de dificultad auditiva y un 13.4% de sordera. La detección temprana es determinante en el desarrollo de estos niños y sobre ellos fue que el grupo de estudiantes de La Matanza puso su foco inicial.
Acompañados por su tutor, Marcelo Adrián Juarez, comenzaron a trabajar sobre la idea inicial de Guerrero Aguilar y, a partir del diálogo con médicos especialistas, desarrollaron el prototipo de una aplicación móvil que, a través del juego, buscó aportar las herramientas necesarias para que niños y niñas puedan aprender la Lengua de Señas Argentina (LSA), reconocida como natural en el país a partir de la Ley 27.710 del 2023.
“La aplicación no solo te muestra los gestos, sino que te corrige a través de una Inteligencia Artificial. Lo mostras a la cámara y te dice si está bien o no. Ese feedback es muy importante para aprender. A partir de eso, es como un juego. Uno avanza en niveles cada vez más complejos que van desde el abecedario hasta palabras y oraciones elaboradas”, cuenta Orue sobre Comuseñas.
Si bien existen dos aplicaciones nacionales que permiten aprender la LSA, ninguna corrige en vivo los gestos como lo hace Comuseñas. Este, según identifican los estudiantes, es un factor determinante. “Además, buscamos que la aplicación funcione como soporte tecnológico para el psicopedagogo, como una herramienta donde pueda seguir el desarrollo del niño durante la semana y ver en qué palabras tiene dificultad y, así, trabajarlas en detalle durante los encuentros”, agrega Guerrero Aguilar.
Nacida de un espacio de inclusión
En la última “Expo Proyecto” de la UNLaM, los estudiantes presentaron por primera vez su aplicación al público y la aceptación fue unánime. “Pasaron más de doscientas cincuenta personas, y todos querían seguir jugando. Tuvimos reconocimiento no solamente de la gente, sino de los profesionales técnicos, que son los jurados. Ellos reconocieron que la aplicación no solamente tiene viabilidad social, que es muy importante, sino también que tiene viabilidad comercial. Entonces, nos dieron el Primer Premio”, dice Orue.
Esta experiencia no solo les dio el puntapié final para su proyecto, sino que los incentivó a ampliar el alcance de su aplicación a personas de todas las edades. Actualmente, el grupo se encuentra trabajando en los detalles finales de Comuseñas y espera que esté disponible para descargas en marzo de este año. Además, aseguran que será “gratuita y se podrá pagar una suscripción para usar sin anuncios que, de todos modos, van a ser chicos, no van a interferir en el uso”.
Entusiasmado, Guerrero Aguilar concluye: “me enorgullece mucho este proyecto y que sea el cierre final de mis estudios en la Universidad de La Matanza”. Él es el primer universitario de su familia. Este también es el caso de Orue: su madre y su padre no finalizaron el secundario y él está por terminar su segunda carrera en la UNLaM. Su experiencia se replica en el resto de desarrolladores de Comuseñas, así como también en el noventa por ciento de los graduados de esta universidad pública bonaerense que incentiva la inclusión siendo un espacio de inclusión.