Hace una década nadie hablaba de True Crime. Es muy posible que cierto asesinato sucedido en Misuri en 2015 haya tenido que ver con la instalación definitiva en los medios. Una caja de pandora truculenta que tuvo como punto de partida el homicidio de Dee Dee Blanchard, madre soltera y abnegada de una hija discapacitada. La mujer y su primogénita, en rigor, eran muchas otras cosas más. Su historia, como un cuento de hadas siniestro y con notas de gótico sureño, fue retratada en documentales (Mommy Dead & Dearest), largometrajes y hasta una laureada miniserie (The Act). El inminente arribo de Confesiones de prisión: Gypsy Rose Blanchard habilita una completa y actualizada pesquisa de la historia. La realización de seis episodios podrá verse por Lifetime este miércoles pasada la medianoche (0.40 hs) y luego quedará alojado en la plataforma de VOD (Milifetime.tv).
“En 24 horas, Gypsy Rose Blanchard enfrentará a una junta que decidirá por su libertad condicional”, dice el sobreimpreso al comienzo de esta entrega de A+E. Suena la clásica chicharra carcelaria, se abre una reja y la mujer de 32 años, con su ambo de reclusa, se apresta a dar su testimonio. Y antes de que pronuncie alguna palabra, la imagen nos traslada al pasado. A la época en que su progenitora y Gypsy llamaban la atención de los medios de Misuri. A decir de Dee Dee, su hija tenía un retraso madurativo severo, por eso amaba las historias de Disney pese a tener más de veinte años. Su derrotero incluía el huracán Katrina y toda una serie de males que aquejaban a la chica (distrofia muscular, asma, daño cerebral y hasta leucemia) por los que estaba obligada a vivir postrada.
Cuando en junio de 2015, la policía descubrió el cadáver de Dee Dee –había sido apuñalada mientras dormía- no había noticias de Gypsy en Greene County. La encontraron en Wisconsin, junto a su novio, con quien se había fugado sin necesidad de su silla de ruedas. La chica no padecía todas las condiciones crónicas que se habían dicho, ni tenía un retraso madurativo. Detrás del matricidio había un raid mucho más perverso. La sacrificada madre sufría de Munchausen by proxy, el trastorno por el cual los responsables del cuidado de alguien inventan enfermedades para despertar la compasión en los demás. A las pocas horas de estar bajo las autoridades, Gypsy reconoció haber perpetrado el crimen junto a Nicholas Godejohn. La justicia la encontró culpable y la sentenció a diez años de prisión. Su entonces pareja aun cumple perpetua.
La flamante producción no hace nada por ocultar sus intenciones. Se trata de torcer la opinión pública en favor de la mujer que purgó casi un 85% de su pena. “He estado documentando la mayoría de edad de Gypsy en la cárcel durante los últimos siete años y, a lo largo de este tiempo, he visto cómo se transformaba en una mujer que se responsabiliza de su pasado y que ahora tiene el valor de enfrentarse por primera vez a un nuevo mundo libre y desconocido”, señaló la productora ejecutiva, Melissa Moore. Los responsables de esta serie entrevistaron durante el último año y medio a Blanchard.
Como en las producciones que la anteceden, Confesiones de prisión explora mucho más que el homicidio. Hay lugar para la fábula de amor-odio entre madre e hija, el domino patológico, las estafas, la impericia médica, un servicio social ausente y los juegos de roles perversos. De hecho, n es la primera vez que Gypsy cuenta su historia frente a las cámaras. Aunque esta realización cuenta con el plus de material de archivo inédito (fotos, videos e historial médico), un amplio arco de entrevistados y, ante todo, la actualización de un caso que sigue en agenda hasta nuestros días.
“Me siento ansiosa y nerviosa, esta es mi única chance para obtener la libertad condicional. El tribunal determina mi destino y sé que tengo que explicar mi crimen”, dice Gypsy desde el Instituto Correccional para Mujeres de Chillicothe. Ese elemento le brinda a la serie una tensión narrativa considerable. Menos logrado es el recurso de las recreaciones dentro y fuera de prisión. La idea de libertad en su vida con Dee Dee, sin embargo, es puesta en tela de juicio por varios de los entrevistados. “Hasta donde se sabe, el de Gypsy Blanchard es el único caso documentado de una víctima de Munchausen by proxy que ha asesinado a su perpetrador para poder escapar”, describe una especialista en la temática.
Cada episodio indaga en un costado del caso. El primero de los capítulos, además de presentar el hecho, se interna en lo relativo al trauma que padecía su madre. Los siguientes repasarán el crimen, la relación con su padre ausente, las derivas judiciales, el fenómeno mediático hasta llegar a lo que ha despertado más interés en los tabloides: su casamiento con Ryan Scott Anderson. “Espero ser el príncipe encantador que ella estuvo esperando toda su vida”, dice el flamante esposo. Porque los retratos sobre asesinatos perturbadores, que tantean el morbo, el examen de psicopatías y la propia incredulidad, también pueden tener lugar para el amor.