Si la libertad de expresión es solo una atribución del poder, sin duda la están ejerciendo con total cinismo. Gobernar al ritmo de una motosierra no debería ser algo natural, pero es evidente que algunos piensan que es la herramienta ideal para recortar, ideas, cabezas, o lo que haga falta.
Otros, en cambio, estamos convencidos que quienes embisten con un discurso cargado de prohibiciones y advertencias represivas o judicializadoras, están más que nerviosos por como crece a su alrededor el descreimiento. Y la protesta. Por eso arremeten contra aquellos que les plantan cara.
Mi solidaridad con Adolfo Aristarain, quien siempre fue coherente con su estética y con su ética frente al terrorismo de la dependencia.