En 1960 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma. Tan solo cuatro años después, a sus 22 años, se consagró campeón indiscutido de la categoría de los pesos pesados. Aquella no fue la única vez que lo consiguió. De hecho, fue el primer boxeador en conquistar cuatro veces el título mundial.
En una memorable entrevista unos años más tarde, Ali recordaba cómo fue su regreso luego de conquistar aquella medalla de oro: “Me sentía el Rey de América, pensaba que iba a liberar a mi pueblo, me sentía el campeón del mundo entero. Entonces, me colgué mi medalla en el cuello y pensaba que ahora sí iba a poder ir a comer a la ciudad, en ese momento los negros no podían hacerlo. Entonces fui, me senté en el restaurante y cuando se acercó la mesera le dije que quería una taza de café y un hotdog. La chica me respondió 'no servimos negros'. Me enojé tanto que le dije: 'Yo tampoco como negros, quiero una taza de café y un hotdog'". Ni su medalla de oro le permitía liberarse de la segregación que imperaba en los Estados Unidos en esos años.
En 1967, durante la guerra de Vietnam, el gobierno de Estados Unidos lo convocó para participar en la guerra. Era usual que el gobierno utilice a figuras reconocidas para incrementar el apoyo social a sus intentos belicistas. Así es como Elvis Presley por ejemplo fue reclutado para participar durante dos años en la Guerra de Corea. Pero Muhammad no era como Elvis. Muhammad Ali se negó a participar, citando su oposición a la violencia imperialista y racista llevada a cabo por el gobierno de los Estados Unidos tanto en su política interna como externa. Ali dejó entonces una frase memorable para explicar su rechazo a aquella campaña bélica: “Yo no tengo problemas con los vietcong, porque ningún vietcong me ha llamado nigger”. Fue condenado a prisión (la que pudo evitar pagando una fianza y una multa) y le confiscaron su pasaporte. Pero la peor condena fue impedirle pelear por tres años y medio, en pleno apogeo de su carrera.
Muhammad Ali luchó fuera del ring contra la despolitización de los debates públicos sobre el racismo. Ali en ese entonces ya marcaba su legado antirracista, explicando que el racismo no es un acto personal, basado en la moral individual, sino que es un sistema de opresión político, social y económico.
En el año 1971 brindó una entrevista a la BBC de Inglaterra, de la que muchas veces se reproduce solo un fragmento, la parte “graciosa”. Sin embargo, lo más destacado de aquella entrevista es otro fragmento, donde sentencia: "cómo adoctrinan a los negros, cómo enseñan a respetar a los blancos y a odiar al negro. Robaron nuestros nombres. Fuimos esclavizados, robaron nuestra cultura, robaron nuestra historia. Nos hicieron como muertos vivientes. Ya que somos negros en un país blanco, no sabemos nada de nosotros mismos, no hablamos nuestro idioma, estamos mentalmente muertos. Esto pasa en todo el mundo, pero el primer país que se revelará será Estados Unidos, después el resto".