Con sobrepoblación de presos y bajo el dominio de las bandas de narcotráfico, las cárceles de Ecuador se convirtieron en centro de operaciones donde comenzó a delinearse la crisis de seguridad que primero operó intramuros y luego se extendió a los barrios vulnerables y terminó en la jornada de violencia del martes 9.
La fuga de Adolfo Macías, alias Fito, jefe de la mayor banda narco del país conocida como Los Choneros, puso nuevamente la mira en el sistema penitenciario, donde las luchas entre las diferentes agrupaciones dejaron más de 460 presos muertos desde 2021.
Algunas de las claves para entender el fenómeno
1. Connivencia entre presos y algunos policías.
El intercambio de información por privilegios en las cárceles rompió códigos de la mafia como el de no delatar, lo que agrietó aún más las rivalidades entre bandas. "Personajes como Fito, como Rasquiña (exlíder de Los Choneros, asesinado en 2020) y como cualquier otro de los jefes de las bandas son Frankensteins del Estado, son el producto del Estado y el narcotráfico", explicó a AFP Jorge Núñez, antropólogo ecuatoriano de la Universidad de Amsterdam.
En las cárceles los líderes de las bandas contaban con lujos como suites, discotecas, piscinas y gallos de pelea. Fito llegó a grabar un videoclip en su honor en la prisión de la que se fugó horas antes de un operativo para trasladarlo a otra más segura.
"Estas personas vienen de las economías ilegales, pero al final adquieren su poder al entrar en contacto con la inteligencia policial", agregó Núñez, experto del centro etnográfico Kaleidos.
2. Corrupción
Para Alexandra Zumárraga, exdirectora de rehabilitación social de Ecuador, fue un error haber dado poder a una policía corrupta en el control de los accesos a las penitenciarías. Un ejemplo de ello es el caso "Metástasis", que evidenció los vínculos entre el narcotraficante Leandro Norero -asesinado en 2022 en una cárcel- con políticos, jueces, policías, fiscales y hasta un exdirector del órgano a cargo de las prisiones (SNAI).
Durante el gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) se eliminó el ministerio de Justicia y Derechos Humanos, que administraba las cárceles. Entonces se creó el SNAI, que no logró frenar la violencia pese a la declaración de los estados de excepción que permiten la militarización de las cárceles.
"Esto dio mucho más acercamiento a los policías con las mafias narcodelictivas", sostuvo Zumárraga. "El Estado perdió totalmente el control de las cárceles, ya ni siquiera los guías (penitenciarios) estaban entrando ahí", añadió. Según Zumárraga, en más de una decena de masacres, la Fiscalía no investiga a quienes permiten el ingreso de modernos fusiles, granadas y miles de municiones.
3. Los presos deben vincularse con las bandas para sobrevivir
Quienes ingresan por delitos ajenos al crimen organizado terminan muertos en masacres o se ven obligados a vincularse a las bandas para poder sobrevivir.
Los largos plazos de la Justicia tampoco ayudan. En algunas de las matanzas carcelarias, que figuran entre las peores de Latinoamérica, hubo "casos de personas que ya tenían la boleta de libertad, pero las autoridades no la habían emitido y fueron masacradas", explicó Zumárraga.
Los presos además terminan tatuados con los símbolos de las bandas que controlan sus patios, y luego asesinados por sus rivales.
Núñez, quien investigó desde 2004 el sistema penitenciario, explicó que un preso o su familia debe pagar a las bandas unos 240 dólares mensuales para tener "seguridad". En las cárceles las organizaciones también enlistan nuevos reclutas y ensanchan así sus economías ilegales.
4. Cárceles militarizadas
Frente a la embestida del narcotráfico, el presidente Daniel Noboa declaró el "conflicto armado interno", tildó a las bandas criminales de "terroristas" y desplegó miles de militares.
Considerado antes una isla de paz entre Colombia y Perú -los mayores productores mundiales de cocaína-, Ecuador pasó de tener cuatro organizaciones narco en los 90 a más de 20 en 2023, ligadas a carteles mexicanos, colombianos y balcánicos, según la presidencia.
El combate al narco incluyó la militarización de cárceles y barrios carenciados. Imágenes de las Fuerzas Armadas dan cuenta de presos que desfilan semidesnudos, con las manos atadas y rodeados de soldados. Incluso circulan videos de golpizas y humillaciones. "Si algo nos han enseñado otros países de la región es que la militarización lo único que crea es más violencia y los únicos afectados de la militarización es la ciudadanía común", agregó Núñez.