Cuando lo consultaban sobre el destino, Albert Einstein siempre repetía la misma frase: “tendremos el destino que nos hayamos merecido”. Es que el destino puede ser tomado de mil maneras distintas, según la visión que se le quiera dar. Su destino quiso que un documental de Discovery Channel llamado ‘Fútbol 360’ en el que participó fuera el inicio de una relación cercana con sus colegas de Corinthians. Y también que uno de esos colegas, el fisioterapeuta Bruno Mazzioti, haya sido el que recibió el llamado de la selección de Irán para recomendarle un colega para que se una al equipo de trabajo del portugués Carlos Queiroz de cara al Mundial de Brasil. Ese mismo destino que cuatro años después lo vuelve a dejar a Diego Giacchino en la puerta de un nuevo Mundial, con el mismo equipo pero con más sueños.
“Llamame el fin de semana”, reza el mensaje de whatsapp que confirma el día de la entrevista. A los dos días, aparece otro que dice: “estas para hablar”. Sorprendido porque era jueves, la charla comienza: “Disculpame. Es que acá el fin de semana es jueves y viernes. El sábado ya se empieza a trabajar”, comenta. Es que las distancias son tan grandes como que Irán es uno de los dos únicos países del mundo (el otro es Afganistán) en usar el calendario persa, que el pasado 20 de marzo llegó a su año 1395. Tan distinto es todo que la primera vez que les preguntó a los jugadores su fecha de nacimiento para hacer la ficha y planificar el trabajo “se pusieron a hacer cuentas. Yo no lo podía creer”. El día a día es complicado: “No nos hemos acercado tanto a la cultura iraní. Somos todos de afuera. Entendemos. Nos adaptamos, pero no estamos mezclados. Nosotros hacemos nuestra vida, que es o en el hotel o en la academia de fútbol. No participamos de otras actividades sociales, primero porque no tenemos invitaciones, y las que tenemos son demasiados formales”, remarca. Su única raíz argentina en Irán es el entrenador de vóley Juan Manuel Cichello, quien es dirige a la selección sub 23 del país.
Sus días en Teherán son puro trabajo y el día libre lo único que hace es ir a ver fútbol. Vive en el Hotel Olímpico, ese que queda a 200 metros del estadio Olímpico de Teherán y de la Academia de fútbol, y vive pensando junto con el cuerpo técnico compuesto por portugueses y un finlandés como explotar lo poco que tienen. Es que a pesar de ser una selección que en las últimas eliminatorias le sobró para clasificarse la realidad del fútbol iraní es opuesta a los resultados. No tiene predio para entrenar –lo hace en una cancha de un Centro petrolero- y la marca que viste a la selección les vende las camisetas. Recién en marzo van a recibir la ropa para ir a Rusia sin pagar. “Yo tengo el mismo jogging hace nueve meses”.
Los climas son bastante marcados también. De diciembre a marzo hace tanto frío que nieva y en verano un calor tan intenso que los entrenamientos son de tarde/noche y muchas veces está prohibido salir al aire libre a correr. Y para él que se desvive para sacarle el máximo provecho al entrenamiento esos cambios producen modificaciones en las estrategias de hidratación, en los horarios de sueño, entre otras cosas. ¿Cómo se hace para achicar distancia con las potencias? “La realidad es que mucho de los países de Asia arman el calendario de los torneos locales para que se adaptan los torneos y así tener a los jugadores del medio local con mayor anticipación. Casi siempre estamos haciendo ciclos de entrenamientos para tener la idea clara. Cuando vienen los ‘extranjeros’ es otro problema porque vienen con el cambio de horario (en Irán hay cuatro horas más que en Europa) y eso también complica”.
La cabeza del grupo de trabajo es Carlos Queiroz, un técnico que dirigió al Real Madrid y que fue la mano derecha de Sir Alex Ferguson en el Manchester United. Un primera línea que lo presentó delante de sus muchachos diciendo: ‘Acá tenemos a nuestro Messi’. Giacchino asegura que el nivel de exigencia es altísimo para cada uno de los integrantes del cuerpo técnico. Una anécdota pinta de cuerpo entero a su jefe: “En el último partido de la eliminatoria con Siria, llegábamos clasificados hace dos partidos, pero perdimos el arco invicto (1121 minutos estuvo Irán sin recibir un gol, lo que fue récord en Eliminatoria). Y en los últimos minutos del partido el arquero y los laterales se equivocaron y vino el 2-2. La sensación fue que habíamos perdido 4-0. Y eso se sintió porque él es una persona que no permite errores. Es lógico que los haya pero una cosa son errores del juego y otra son las desconcentraciones”.
El destino también hace que de los diez meses que lleva 2017 él haya pasado siete lejos de los suyos: “Todo esto es posible desde la familia. Si la familia entiende y puede manejar las situaciones que se dan en Argentina, con vos estando afuera, se hace mucho más llevadero. Cuando vos ves que los tuyos no están bien, vos te sentís mal. En el momento en que tu gente no sufre tanto tu falta, la estadía se hace aceptable. No estas desesperado, porque te tenés que volver. Tener una mujer de fierro es la clave”. El tenerlo claro, y el recibir ese apoyo incondicional de los que más quiere no hace que haya situaciones que cambiaron. Por ejemplo, se descartó la videollamada porque a sus hijos los hacía extrañarlo más y no hay más despedidas en el aeropuerto.
Pero en Buenos Aires tampoco era muy distinta su rutina. Giacchino, quien estuvo en el cuerpo técnico de All Boys, fundó junto a Néstor Lentini, Pablo Dolce (PF de Gallardo en River) y Gerónimo Gris la empresa FisioSport, que es un centro de medicina del deporte, evaluación deportiva y preparación física. “La vida del preparador físico que está con competencia es durísima. Frena el 20 de diciembre para arrancar el 5 de enero. ¿Cuánto tiempo tuvieron de reposo? Y te hablo de lo que cobran, hay muchos que tienen que tener otro laburo”, describe a su profesión. Una profesión que le dio muchas alegrías pero que le hizo perder algo muy difícil de perder: “Una de las cosas que he perdido, el asombro. Mi vida, aunque la disfrute, no la dimensiono como otra gente que no está en el medio si lo hace. En 2014 yo dimensioné porque jugamos en Argentina. Hoy no me lo puedo reprochar porque yo siento que estoy en Irán trabajando, con un objetivo por lograr. Y estoy mucho más metido que en otros momentos. Dejé todo lo demás de lado. No lo dimensiono”. Ni el Mundial se disfruta para el argentino perdido en Irán: “En Brasil no disfruté nada. Solo pensás en los tres equipos que jugas en tu grupo y ni siquiera vez al resto de los partidos. No viví ningún partido sentado en la tribuna, y al otro día que te eliminaron te subís al avión y te vas. Es un gran espejismo. Estas tan concentrado que no te das cuenta que sos parte de algo inmenso”.
El destino, si ese mismo destino que lo puso en el lugar correcto en el momento indicado, puso a los iraníes en un lugar cercano de una noticia que sacudió al mundo. Entrenando para el partido en Seúl ante Corea del Sur pasó algo que no se olvidará en su vida. “Entrenábamos en un lugar que estaba a unos 15 minutos de la frontera con Corea del Norte y justo ese día (29 de septiembre) a Kim Jong Un se le ocurre tirar la bomba de hidrógeno a Japón”. Los nervios se acrecentaban dentro de la incertidumbre de un hecho de tamaña trascendencia. No había certeza alguna hasta que llegó la voz de un experimentado surcoreano que dijo al viento: “Si la familia de los que trabajan en la base norteamericana están acá todavía, es porque no pasa nada”.