La comparan con el relato bíblico de David enfrentando a Goliat, pero la historia del Unionistas de Salamanca CF chocando ante el FC Barcelona va mucho más allá de eso. Más allá de un resultado. Más allá de una derrota. Y más acá también, porque exige hablar de un debate que lejos de ser bíblico es actual y urgente: la mercantilización absoluta del fútbol. Es que si bien el club culé se enorgullece de no ser una Sociedad Anónima Deportiva (SAD) en la primera división española, lo que proponen los Unionistas va todavía un paso más allá: se erigen como un club democrático, popular y de los socios que enarbola su historia reciente para valorizar los lazos sociales, cuestionar al mercado y blindar su identidad contra la mano privatizadora del fútbol.
La de los Unionistas de Salamanca es una historia de amor. Un Fénix renaciendo de entre las cenizas y aprendiendo otra vez a volar, de a poco, pero a aleteo firme. Su origen marcó su identidad a fuego: el rival que este jueves cayó 3-1 como local ante el Barcelona (ganaba 1-0 hasta que los culés lo dieron vuelta) nació de la desaparición de la Unión Deportiva Salamanca (UDS), club al que desde Unionistas rinden tributo con su existencia y que se extinguió con noventa años de historia a las 21 temporadas de haberse convertido en una SAD. Nacida en 1923, fue disuelta en 2013 por problemas económicos y financieros que hicieron imposible su salvataje. Aquel año 2013, que significaba su extinción, fue resignificado por un grupo de hinchas, que crearon Unionistas de Salamanca FC para mantener viva la llama de aquella pasión futbolera.
La desaparición de aquella institución que supo cobijar sus sueños futboleros durante nueve décadas -con doce temporadas en Primera y un séptimo puesto en la 1974/75- no pasó en vano para los aficionados que crearon Unionistas. El dolor unido a la razón forjó su nueva identidad: ellos y ellas no querían volver a ser una SAD que acabe por desaparecer. “Queríamos tanto a la UD que había que hacerlo diferente”, le reveló recientemente Roberto Pescador, actual presidente de Unionistas, al diario catalán Sport. “No queríamos que volviera a pasar y lo blindamos para que así fuera”, sentenció el dirigente, para luego explicar sus razones: “La realidad, se ha demostrado a lo largo de la historia, es que las sociedades anónimas deportivas no arreglan el problema que tienen los clubes con el dinero, sino que muchas veces lo agravan. De tal manera que es mucho más sencillo dejar caer a la entidad y liquidarla. Las SAD lo único que han hecho es quitarle el fútbol a los aficionados”.
Esa nueva identidad de Unionistas, atada a ese origen traumático y a la pasión de siempre, “se rige por los criterios del fútbol popular, transparente y democrático”, según puede leerse en la página web del club. Son dos las claves de su ADN institucional: la deuda cero y el espíritu democrático.
Con respecto al primer punto, los Unionistas explican en su web que se trata de un club absolutamente sólido desde el punto de vista económico: “Su futuro está totalmente garantizado con independencia de la categoría en que milite, puesto que desde su creación existe un compromiso de deuda cero por parte de la entidad. De hecho, el club ha finalizado todas las temporadas con superávit en sus cuentas porque lleva a cabo una gestión responsable para no caer en los mismos errores que llevaron a la desaparición de la UDS”. La ambición de la institución, siempre alineada a su identidad, se sostiene económicamente gracias a dos dimensiones de recaudación que son pilares: los socios y los patrocinadores, aunque también suman a las arcas otros ingresos secundarios, como la venta de merchandising y entradas, la TV o subvenciones públicas. Las cuentas del club, al fin y al cabo, son expuestas en detalle en las asambleas y deben ser aprobadas por los socios, dando sentido al principio de transparencia que enarbola Unionistas.
El segundo pilar es sencillo y es la esencia del club: “Un socio, un voto”. En este club los socios son sus propietarios, algo que en Argentina puede parecer costumbre y normalidad pero que en Europa es la excepción en un mundo de sociedades anónimas deportivas que pertenecen a excéntricos millonarios. Son ellos quienes toman las decisiones en el club, mediante asambleas anuales y extraordinarias que pueden exigir y de las que pueden participar o formando parte de las instancias de conducción y labor: la Directiva, formada actualmente por 10 personas, se apoya a diario en el Grupo de Trabajo, compuesto por 53 miembros y abierto a cualquier socio que quiera colaborar. Ambas instancias se caracterizan por una ausencia total de ánimo de lucro: su labor es altruista y, como voluntarios, no reciben ningún tipo de remuneración por las acciones que realizan en favor del club.
La transparencia es otro de los ejes del club y su página web, desde la cual es posible y fácil informarse sobre la institución, solo es una prueba más de ello. Un único dato erróneo figura por estos días en la información que allí se encuentra y tiene que ver con una realidad futbolística que se adelantó a números y datos: después de eliminar por penales a Villarreal, por los dieciseisavos de final de la Copa del Rey, ya no son solamente “más de 3000” los socios del club sino que casi llegan a los 5000, luego del entusiasmo que generó en la región el pase a octavos, el cruce con el Barcelona y el fervor por asociarse para conseguir un lugar en el histórico partido. Según informa la agencia EFE, son 4895 los socios y socias que ahora registra el club, cada unx dueñx de un pedacito de Unionistas y de la toma de decisiones en torno a un club que elige y acciona democráticamente y no desde una única voz de mando. Así, además de elegir el himno, la vestimenta o el escudo, es también el colectivo de socios y socias el que ha rechazado enfáticamente, por ejemplo, el patrocinio publicitario por parte de las polémicas casas de apuestas, una decisión a contramano del mercado del fútbol (Boca y River, por caso, lucen el nombre de empresas de juegos de azar en el pecho de sus camisetas).
Si la vida del club es corta, su ambición deportiva no parece serlo. Por algo llegó a jugarse el paso a cuartos de final ni más ni menos que ante el Barcelona. En lo que va de su historia, pasó de disputar la liga provincial de Salamanca, la instancia más baja posible de competición, a quedarse las dos últimas campañas a unos pocos puntos de disputar el playoff de ascenso a la Segunda División. Por el momento y luego de los cuatro ascensos conquistados, el club milita en la tercera categoría española, donde desapareció la Unión Deportiva Salamanca. Juega como vive y, desde hace dos años, lo hace más feliz, porque entonces cambió la legislación española que regía desde los ’90 y que obligaba a los clubes a convertirse en SAD para disputar las primeras dos categorías del fútbol de ese país. Unionistas seguirá soñando y sabe que podrá hacerlo a su manera. Como dice el lema latino que reza en su escudo. Ad astra per aspera: “A las estrellas, por el camino más difícil”.