El western nace como género cuando algunos de los personajes reales que poblaban el Oeste de Estados Unidos aún estaban vivos, cuando el calor documental de algunos de los episodios sangrientos de la frontera aún era abrasivo, cuando la historia del nacimiento de aquella nación era demasiado reciente y ya demasiado mítica. Volver al western hoy, a la distancia, parece todo un desafío cuando ya no queda nada por contar. Conocimos desde las historias de la guerra civil, el tendido ferroviario y las proezas de los grandes conquistadores, todo ello en un período clásico teñido de nostalgia e idealismo, hasta la caída de los mitos, la brutalidad de las matanzas indígenas y las ilusiones perdidas de los pioneros, mediadas por años de revisionismo. Volver al origen, a esa cercanía con un territorio de lucha y violencia, es lo que intenta la nueva apuesta de la AMC, The Son, con Pierce Brosnan como un rústico barón texano, prisionero de comanches y guerrero sin ley en un mundo de petróleo y automóviles que asoma en el nuevo siglo XX. Entre padres e hijos, entre pasado y presente, The Son se despliega como una saga familiar de trágica épica y oscuros heroísmos, más cercana a la tradición shakesperiana de rencores y traiciones domésticas que a los guiños formales y subtextos irónicos que han definido a series como Deadwood o la reciente Preacher.
Basada en la novela de Philipp Meyer, creador de la serie junto a Brian McGreevy y Lee Shipman, la historia de Eli McCullough se divide en dos líneas temporales. La primera, ambientada en 1849 en la salvaje frontera de la recién nacida Texas con el territorio comanche, muestra al joven Eli como un cazador en el día de su cumpleaños, cautivo de los nativos luego de la masacre de su familia, criado en el ceremonial y el honor de la tribu, en el despertar del deseo y la voluntad de supervivencia. La otra línea nos muestra a Eli en 1915, ya veterano patriarca del sur de Texas, asediado por las deudas, por la crisis del negocio del ganado, por la ambición de la fiebre del petróleo. La violencia sigue siendo la rectora de la ley, aún bajo otras formas. Diezmadas las culturas autóctonas, Texas se encuentra en disputa con los mexicanos que han perdido el territorio luego de la guerra y resisten en el valle de Río Grande. Robo de ganado en los ranchos, ataques furtivos a las torres petroleras, manipulación de las autoridades y represalias violentas e ilegales son las claves de una nueva era cuya civilidad se ponen en entredicho a través de ese pasado que regresa una y otra vez con la fuerza de un impulso silenciado.
Eli tiene dos hijos: Pete, defensor de la ganadería y resistente a las veleidades financieras de la nueva fiebre del petróleo, es el representante de un progreso legal y moral al que su propias fuerzas no domesticadas amenazan con quebrar; y Phineas, hombre de ciudad y negocios, es el más claro exponente de esa nueva burguesía sureña vestida con las galas de un Norte triunfante. En ese escenario familiar convulso, de ambiciones y tradiciones enfrentadas, se sienten los ecos de la reciente revolución mexicana, de los hombres de Pancho Villa y Zapata, de los dolores y las pérdidas acumuladas. La familia García, propietarios y vecinos geográficos, da material presencia a esa ancestral disputa: el patriarca Pedro como eco de las nuevas figuras políticas, su contacto y colaboración con los rebeldes como vínculo con las raíces, la desaparición de su yerno como definitiva amenaza a esa lábil convivencia. The Son transita los tópicos tradicionales del western consciente de ese juego de reflejos recíprocos que se ha dado entre el cine (y hoy la televisión) y la vida en el oeste, de la contribución de la mitología popular a los libros de historia, de la verdad detrás de la leyenda.
Es mucho más interesante la figura de Eli McCullough en el presente de 1915 que en los recuerdos de ese pasado en la tribu indígena que parecen agotarse con el correr de los episodios. Eli no es el cowboy desclasado y marginal como John Wayne en Más corazón que odio, el que ha quedado al margen de la Historia y por ello brilla con el aura de los mártires. Eli es el hombre que ha abrazado la nueva sociedad de los valores triunfantes luego de la Guerra de Secesión. Su incómodo y brutal carisma, moldeado en el atractivo inoxidable de Brosnan, no oculta su opacidad moral, cercana a la de aquella familia sureña que retrataba Lillian Hellman en su obra teatral The Little Foxes, luego llevada al cine en 1941 por William Wyler. En La loba (título de estreno en Argentina) esa despiadada ambición de quienes se comen la tierra, esa clase triunfante en los negocios y aspirante al mismo poder esclavista bajo nuevas y moderadas formas, es la que también subyace en la compleja familia McCullough. Si en el final de La loba, Bette Davis veía el desafío a su recién logrado triunfo en la figura de su hija, a la que hasta entonces definía como “agua azucarada”, en The Son son los herederos los epígonos de aquella inconformidad no saldada, de esa conciencia resistente a los cambios de época y las cínicas vestiduras morales.
Filmada en una naturaleza asediada por conflictos y enfrentamientos, la nocturnidad tiene un fuerte protagonismo en The Son. Es en esa noche destinada a un sueño en apariencia reparador cuando la hija de Pete descubre su involuntario crimen, es en esa misma noche en la que Eli impone su ley a fuego y sangre, en la que Pedro recibe a los guerreros mexicanos desafiantes de una injusta legalidad, en la que púber Eli descubre el sexo junto a la violencia, la celebración junto a la pérdida. El lapso temporal que parece demasiado largo para las destrezas del maduro Eli (que en 1849 debía tener unos 13 o 14 años, por ende en 1915 está pisando los 80) se justifica con la relevancia de las fechas: todavía en 1849 los comanches eran una fuerza concreta y vital que luego sería aniquilada; 1915 es el tiempo del descubrimiento del petróleo en Texas y el nacimiento de toda una serie de negocios especulativos que tendrían largo corolario. Es en esa intersección entre dos eras, en ese recorrido en la vida de un país, que The Son cruza los códigos del western con el aura de la tragedia shakesperiana en la que padres e hijos se enfrentan como marionetas de un destino envenenado.
The Son empieza hoy a las 22 por AMC. Va todos los domingos a la misma hora.