Me envían otro correo amenazante y, abajo, incluyen una conversación, una de esas cosas que antes quedaban en el bar cuando se bajaban las cortinas a la medianoche y, al día siguiente, nadie recordaba qué había dicho el simpático borracho. Incluyo aquí esta discusión (aparentemente tuvo lugar en México) porque es algo público y sólo como otro ejemplo de clásico cliché popular que la CIA logró plantar en todos los países de América Latina y, como el neoliberalismo chileno, regresó, como un bumerang, a Estados Unidos por vías conocidas. La mentalidad fascista (en nombre de la libertad, claro) nunca madurará.
Víctor Ugo Ventura: “¿Hacia donde huyen Los Cubanos y los Venezolanos? Ellos no quieren vivir bajo ese régimen, disfrutan mucho de vociferar contra el capitalismo cómodamente”. (Las mayúsculas en los gentilicios delatan a un hispano inmigrante en Estados Unidos; o un “inmigrante virtual” en su defecto; dejemos de lado los IPs reversos y cosas más obvias).
Más abajo, alguien incluye una captura de mi artículo en el Huffington Post del 2020, “¿Por qué la gente huye de los países capitalistas?”. Obviamente, una provocación de mi parte. No soy inocente en esto.
Edgard García: “Jajajajajajaja Majfud? Un comunista de mierda y lamehuevos de China y Rusia”. (Recién me entero, pero más vale tarde que nunca)
Enervante: “Tan comunista y lamehuevos que habla mal de Estados Unidos y lo dejan publicar en un medio de Estados Unidos”.
Edgard García: “Para que aprendas lo que es la libertad de expresión y en que países es posible llevarla a cabo”.
Estos clichés no pasarían del humor de bar si no fuera por las consecuencias electorales en distintos países donde los votantes son sistemáticamente hackeados. ¿Cómo no entender, así, el creciente desprestigio de las democracias, si no es por el creciente abuso de la dictadura corporativa―financiera y mediática? Si en cada elección votasen los chimpancés del zoológico, probablemente elegiríamos mejor a nuestros gobernantes.
No exagero. En 2014 se realizó una encuesta donde se formularon tres preguntas básicas sobre la realidad mundial a británicos y estadounidenses. Publicamos sobre esto. Sólo un décimo respondió correctamente. Es decir, concluyó Hans Rosling, que si se formulasen las mismas preguntas a un grupo de chimpancés y éstos elegirían sus respuestas al azar, sin duda aproximadamente el treinta y tres por ciento respondería correctamente. ¿Cuál es el problema? Es muy difícil concluir que los chimpancés son más inteligentes que los humanos. La respuesta parece por demás obvia: los chimpancés, con toda su ignorancia de historia, de política y geopolítica, no están manipulados por la propaganda dominante que se llama a sí misma “libertad de prensa” y “libertad de expresión”. ¿Estoy en contra de restringir la libertad de prensa y de expresión? Justamente lo contrario.
Ese infantilismo intelectual que suele provenir de los “anticomunistas” que ponían bombas en Miami, Washington, Nueva York y por todo el Caribe y acusan a alguien de ser contradictorio (y peligroso...) por defender un derecho ejerciéndolo, como lo es criticar “a un país que le permite libertad de expresión”.
“¿Por qué no te vas a Palestina o a Cuba y pruebas criticar sus gobiernos?”.
La misma historia cuando uno es acusado de antidemocrático por observar algo más que obvio: los mayores y más brutales, racistas e imperialistas regímenes de la historia moderna han sido democracias.
Eso no me hace un enemigo de la democracia, aunque esta palabra es otro ideoléxico y en ella caben muchas realidades contradictorias. Por el contrario, por al menos dos décadas, creo que mi crítica ha sido por demás consistente: el problema es, precisamente, que no tenemos democracias plenas, sino democracias de cartón, sistemas neofeudarles, dictaduras donde los capitales y el sermón están monopolizados, como en la Edad Media―de hecho, de una forma mucho más radical.
La lógica popular y fosilizada indica que, si en un país la gente vota por sus representantes, entonces tiene derecho a invadir cualquier otro país. Invadir, masacrar, imponer nuestras políticas y llevarse el botín, como hacían los piratas (privateers), ejemplos de democracias; como hacían las compañías privadas anglosajonas desde el siglo XVII, como ya indicamos en libros y artículos.
No voy a volver sobre eso del pecado de “criticar a un país donde uno reside”, porque es demasiado infantil y fascista. Signo inequívoco de que la decrepitud ha llegado antes de la madurez. Como ya dijimos años antes, el fascismo no es tanto una ideología sino una condición mental. Si el marxismo está obsesionado con el futuro, el fascismo ama el pasado más que a la vida y considera a los países, a las naciones modernas como si fuesen tribus, comarcas de la propiedad de algún marqués, conde, vizconde o duque (duce). Como en el ajedrez, la nobleza enviaba a los peones (milicias, militares, milicianos rejuntados de a mil) a matar y morir con pasión por una causa ajena: la Patria (ajena), la Libertad (ajena) y los capitales (ajenos). Definición perfecta de fanatismo. Aparte de los teléfonos inteligentes que tanto fascinan a los chimpancés en los zoológicos, nada o muy poco ha cambiado desde entonces.
Como siempre, tal vez me equivoco, pero creo que tampoco es necesario ser comunista, como alguno de mis buenos amigos, para luchar por la justicia social y contra la arrogancia imperialista, cuando no cipaya. ¿Hay algo más valioso para la brutalidad capitalista que la inoculación del miedo al comunismo? ¿Hubo en América Latina un mayor promotor del comunismo que Washington, la CIA y las insaciables corporaciones privadas?
Debería ser suficiente aclarar que no critico a países, realidades compuestas de una infinita diversidad, sino a todo un sistema global y hegemónico. Sin duda, la libertad de expresión (no la libertad de comprar políticos y opiniones masivas con millones de dólares, pero algo es algo) que tenemos es a pesar de esta gente, no gracias a ellos. Recordemos que la libertad de expresión estaba garantizada en la constitución de la Confederación que quiso separarse de Estados Unidos para mantener su derecho a la esclavitud―fija. Hasta que los críticos del sistema comenzaron a crecer en influencia y hubo que tomar medidas. Esa es la lógica. (Por si les interesa, ver “Libertad de expresión hoy y en tiempos de la esclavitud”, pego el video, porque los jóvenes lo prefieren al artículo original. Hay otros sobre el tema, como “La libertad de expresión bajo vigilancia”).
Si todavía tenemos alguna libertad de expresión en Estados Unidos y en muchos otros países, no es gracias a este tipo de gente sino a pesar de ellos. Es gracias a los críticos que mantienen viva las democracias que agonizan en el CTI de la historia, gracias a los falsos “defensores de la libertad”, como se definían los mismos esclavistas. Nada nuevo.
Lo bueno de envejecer es que más temprano que tarde estas tonterías nos importan un rábano―más allá de la risueña anécdota. Y, ya que estamos, les dejo un articulo publicado en El País de Madrid de 2015―antes que se terminase el cariño mutuo, por obvias razones: “La opinión propia y otras banalidades”.